Sobreviviste al linchamiento en Landázuri. Y no sé mucho de ti. De hecho, casi nada. Dicen que no tienes hijos. Que eres extranjero. Te acusan de participar conjuntamente en la masacre de un profesor, su esposa y sus hijos. Al parecer, por una plata que no pudieron devolver. Te acusan de haber matado una familia con machete después de unos tragos. Y posteriormente de incendiar la casa de esta familia que conocías. Lo sé, una completa locura.
Ahora me gustaría saber más cosas de ti. Tal vez en qué ciudad de Venezuela naciste. ¿Conociste el mar cuando joven? ¿Hasta qué curso de primaria lograste llegar? ¿Tuviste una madre amorosa? ¿Un padre presente? Respuestas que serían importantes para que yo pudiera empezar a entender tu mundo. Pero lo único que tengo claro es que huiste de tu país. Un país de políticos despiadados que creen que salvan a Venezuela, pero que lo único que hicieron fue precipitar la salida de una generación al abismo. En nombre de grandes ideales.
Descuida, no te juzgo por emigrar. Debías sobrevivir. Debías buscarte un mundo. Yo nunca podré saber qué es eso. Dejar todo, una casa, unos hermanos, un barrio. Cuánto dolor. Irte, buscar un camino y llegar a Santander en Colombia. Pero todo salió mal. Tus compañeros quizás hayan pensado que harían un negocio con el dinero prestado. Y sí, todo salió mal. ¿En algún momento te diste cuenta de lo que habían hecho?
¿Quisiste parar las cosas? ¿Por qué haber causado tanto daño a un vecino que se mostró colaborador? Seguro no me responderás las preguntas. Seguro estas intentando entender. O entiendes todo y no hay mucho que decir.
Huiste, tus amigos también. Pero fueron atrapados y viste cómo los linchaban. ¿Sabías que en Colombia desde hace décadas no está contemplada la pena de muerte? Está en el papel, por supuesto. Somos muy civilizados en las cartas magnas, pero de nada sirve, pues somos unos salvajes en la práctica. Unos vecinos se toman la justicia por su cuenta y asesinan –con la misma crueldad– a los supuestos asesinos. Es el ojo por ojo que habrás escuchado tanto. Sobreviviste escondiéndote. ¿En qué pensabas? Tal vez recordaste una promesa de infancia. Tal vez, un juego de béisbol al que te llevó tu padre cuando tenías catorce años. Volver a ese momento. Lo sé, ya todo eso hace parte de este hecho que partirá en dos tu existencia. Que moldeará tu destino.
Somos muy civilizados en las cartas magnas, pero de nada sirve, pues somos unos salvajes en la práctica.
Sé que no es fácil entender este mundo. Reconocer las fuerzas que nos hacen actuar como actuamos. ¿Crees que es solo tu culpa? No, muchacho. Detrás de esta masacre hay un sistema social que fracasó estrepitosamente. La educación, la justicia, la vida en comunidad, todo eso se derrumbó por instituciones corruptas y perversas. Y si hay que buscar un culpable, lo somos todos y todas. Y a veces creo que estamos viviendo en dos naciones fracasadas. Sí, Venezuela y Colombia. Solo el fracaso explica esta masacre en sus dos actos.
Estoy cansada. Soy vieja. Voy a cumplir 80 años. No tengo mucho que decirte. Sin embargo, me gustaría pedirte que, pese a ese sistema carcelario de mierda que te espera, intentes recuperarte. El derecho antiguo nos dice –incluso en el peor de los casos– que tenemos derecho a una redención, a recuperarnos, a volver al mundo. Inténtalo. Lee. Estudia. Busca comprender este mundo. Te lo pido. Hazlo por la humanidad, o lo que queda de ella.
FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad