La ruptura de la coalición de gobierno por la resistencia de Petro a llegar a consensos con la clase política puede llevar a la conformación de una coalición de oposición. Sería una circunstancia inédita en la historia reciente porque, eventualmente, la oposición podría constituir un bloque mayoritario en el Congreso. No obstante, de llegar a materializarse, y si el objetivo de la coalición se limita a bloquear las reformas sociales de Petro, el debate se volcará hacia un terreno favorable para él.
El gran argumento de Petro para justificar su incapacidad para dirigir el Gobierno hacia los cambios que prometió en campaña y para alentar quiebres institucionales es que existe un establecimiento poderoso que se cierra a cualquier posibilidad de cambio. La creación de una oposición como bloque mayoritario en el Congreso sería la prueba de que, en efecto, existe un cuerpo organizado de la élite que se resiste al cambio social.
Sin embargo, el origen de la coalición no tiene su referente en un cierre de filas de las élites. Proviene, más bien, de circunstancias coyunturales de la política, muy volátiles. Los líderes de los partidos, en su mayoría clase política tradicional, estaban dispuestos a llegar a puntos intermedios en los proyectos de ley prioritarios para el Gobierno como el de la reforma de la salud. De hecho, se consideraban parte de la coalición de gobierno, lo que viene ocurriendo desde hace ya varias décadas en que la mayoría de los congresistas prefieren trabajar con el Ejecutivo a cambio de participación burocrática que asumir el papel de control político del Legislativo.
La intención de Vargas Lleras tiene el propósito de organizar un bloque político en un sistema partidista bastante divido y, de paso, lanzar una posible candidatura presidencial.
Lo que alteró la dinámica fue que el Gobierno cerró las posibilidades de entendimiento cuando dejó en claro que era reacio a realizar cambios mínimos en las reformas. En muchos casos, estos cambios eran necesarios por la inviabilidad e inconveniencia técnica de las propuestas. Simplemente no eran factibles buenos resultados con la realidad fiscal y la capacidad de gestión del Estado. Los líderes de los partidos tradicionales de la coalición de gobierno con toda razón tomaron distancia del Gobierno cuando sus voces no fueron consideradas en lo más mínimo en el proyecto de ley de salud. Luego, en vez de buscar espacios de reconciliación, el Gobierno los desafió al itir públicamente que su estrategia en adelante consistiría en conseguir los votos de los congresistas al menudeo pasando por encima de su autoridad en los partidos.
Esta coyuntura la aprovecha ahora Vargas Lleras para proponer una coalición de oposición que recoja los partidos de la clase política tradicional. La intención de Vargas Lleras tiene el propósito de organizar un bloque político en un sistema partidista bastante divido y, de paso, lanzar una posible candidatura presidencial al liderar la oposición a un presidente con una imagen bastante desfavorable en las encuestas.
Aquí las cosas se complican. Una cosa es Vicky Dávila posicionándose al destapar los escándalos de Petro, y otra es Vargas Lleras y la clase política, plena de escándalos, descalificando moralmente al Gobierno. Peor aún, se antoja muy difícil que la coalición funcione de manera organizada y que formule una propuesta política más allá de constituir mayorías que en un momento dado impidan la aprobación de las reformas de Petro.
Olvidan que, si bien puede haber mucha desilusión con las promesas de Petro, el país continúa ansioso de cambios sociales. Todavía no han procesado el hecho de que las protestas de 2021 fueron en contra de lo que ellos representaban. Una coalición sin un referente de autocrítica y sin que la opinión crea que realmente está comprometida con hacer justicia social sería el contradictor perfecto que podría encontrar Petro para justificar sus fallas y deficiencias en la gestión del Gobierno.
GUSTAVO DUNCAN