El otrora jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc, Salvatore Mancuso encendió, durante cuatro días, el ventilador en el tribunal de la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP-, quizá diciendo muchas verdades, pero también soltando mentiras con las que buscó demoler el prestigio, la dignidad y la memoria de demócratas impolutos, como mi padre: Horacio Serpa Uribe.
Una de esas falacias tiene que ver con la supuesta financiación de los paramilitares a la campaña presidencial de 1998, cuyo lema era "Serpa, el camino de la paz". Nada más alejado de la realidad, precisamente, porque el principal enemigo de los paramilitares fue él, quien en todos los cargos que ocupó durante su exitosa vida pública, en las tres ramas del Estado, combatió todas las formas de violencia, llámense guerrilleros o paramilitares, y sus banderas fueron la defensa de la democracia, el imperio de la ley y la solución pacífica de los conflictos.
Una mirada a su trayectoria política demostrará su verticalidad en la defensa de las ideas liberales y su rechazo a los violentos, quienes, por razones ideológicas, apoyaron siempre a sus adversarios en las campañas presidenciales. En 1998 las Farc apoyaron la propuesta política del candidato conservador, en una jugada política que mi padre reconoció, décadas después con gallardía, en su libro de memorias 'El País que viví', publicado por Editorial Planeta el año pasado, como "una jugada genial", "limpia y demoledora". "Todos coincidíamos en que sin el apoyo de las Farc nosotros hubiéramos derrotado a Pastrana", agregó al respecto.
Aplastar la dignidad de Horacio Serpa no puede ser pasaporte a la libertad de un criminal de lesa humanidad.
En 2002, la intervención del paramilitarismo evitó la segunda vuelta, como bien lo denunció mi padre ante el Fiscal Luis Camilo Osorio, quien archivó el proceso sin hacer ninguna actuación. Por ello, en su genialidad, Serpa acuñó una frase que se quedó en la memoria colectiva: "una vez me derrotaron en nombre de la paz, y otra, en nombre de la guerra".
Las mentiras de Mancuso se desmoronan, además, en el hecho de que Serpa era consciente de los peligros que corrían sus campañas por la eventual interferencia de los actores armados ilegales, que intentarían desprestigiar el proceso y devastar el apoyo de la opinión pública. En ese momento eran muy frescas las lecciones del proceso 8000. Para manejar las finanzas de la candidatura liberal, en 1998 y 2002, se contrató al exbanquero Jesús Villamizar, quien aplicó una disciplina prusiana para impedir que un solo centavo de origen criminal ingresara. Mi padre registra ese suceso de manera magistral en el citado libro de memorias.
Es un despropósito que a los dos años largos de su triste desaparición Mancuso quiera manchar la dignidad de Serpa, quien no está para defenderse. Sus sobrevivientes le exigimos respeto.
Mi padre fue un hombre honesto, pulcro, de una enorme estatura moral, que nunca aceptó dineros mal habidos en sus ejercicios políticos, ni apoyos espurios de enemigos de la ley. Y cuando la ley investigó denuncias temerarias en su contra sobre posibles apoyos de organizaciones paramilitares en sus campañas, fue declarado inocente. Traer el tema más de 20 años después es una canallada que ninguno de sus familiares estamos dispuestos a tolerar.
Por ello, su viuda e hijos, interpondremos una denuncia penal contra Mancuso, para esclarecer esas afirmaciones sin fundamento. Como víctimas de los paramilitares, confiamos en la sabiduría de la JEP para esclarecer la verdad en este lamentable episodio.
Mi padre fue el ponente en el Senado de la ley que permitió la creación de la JEP. Creemos en esa instancia, valoramos su accionar y ansiamos que ese tribunal imparta la justicia que el país reclama. Aplastar la dignidad de Horacio Serpa no puede ser pasaporte a la libertad de un criminal de lesa humanidad. Reitero: ¡respete la memoria de Serpa señor Mancuso, respete!
HORACIO JOSÉ SERPA