Hace unos días les preguntaron a más de 1.600 jóvenes, entre los 18 y 32 años, ubicados en cinco corredores geográficos del país, cuáles son los principales problemas de su vida hoy, cuáles los de Colombia y qué temas les generan mayor indignación. En las tres cuestiones, el empleo aparece como una respuesta ineludible y mayoritaria; como un tema que inquieta y trasnocha; como una realidad que trasciende, en términos prácticos, cualquier discusión política, social o filosófica de esas que copan las agendas de nuestros gobernantes, casi siempre tan desconectados del país nacional.
Un 59 por ciento de estos jóvenes contestan que la falta de empleo es lo que más les indigna en la actualidad del país. Un 17 por ciento asegura que es el problema personal que más los aflige (unido a un 39 por ciento que se refiere a su situación económica). Mientras en abril de este año, el mayor problema que identificaban los jóvenes en Colombia era la inseguridad en las calles, en noviembre –en esta muy reciente medición– la falta de empleo es el principal dolor de cabeza que tiene nuestra nación, según un 80 por ciento de los consultados.
Esta encuesta es la sexta que le mide el pulso a lo que piensa y siente la juventud colombiana. Una batería de estudios serios hecho por Cifras y Conceptos para la Universidad del Rosario y EL TIEMPO.
Los datos arrojan interesantes conclusiones y plantean desafíos que necesitamos resolver como sociedad. Para empezar, debería quedarnos claro que no es echando carreta sobre las “juventudes rebeldes y libres” como se van a resolver las demandas de un sector poblacional que resultó teniendo más sentido práctico que sus dirigentes que viven romantizando a la juventud y usándola con propósitos politiqueros.
¿Qué estamos haciendo para que los empresarios sientan confianza y decidan mover sus aparatos productivos en favor de la juventud que necesita ser empleada?
La mayoría de los jóvenes, señor presidente y señores ministros, no son como los de la primera línea que ustedes se empeñan en defender y poner por delante en la fila. No aspiran a ser excarcelados porque no son criminales y, en cambio, piden con urgencia que les den trabajos formales, algo que solo se logra si el país cuenta con empresas fuertes y nuevas inversiones capaces de absorber positivamente a todos estos jóvenes. ¿Qué estamos haciendo para que los empresarios sientan confianza y decidan mover sus aparatos productivos en favor de la juventud que necesita ser empleada?
Ahora bien, ¿cómo estamos preparando a los muchachos para atender, efectivamente, aquello que más se demanda en términos laborales? ¿Tiene nuestra educación vocación de entrenar a la gente en los oficios que se requieren o las instituciones educativas están engañando a la muchachada con carreras que, con todo respeto, no son las que las nuevas realidades y la economía real están reclamando?
¡Cómo es que no estamos diseñando programas educativos que vayan ligados íntimamente con los trabajos que hoy más se necesitan en los procesos industriales! ¡Cómo es que no existen suficientes políticas públicas que ofrezcan educación + empleo, de acuerdo con un estudio concienzudo de las necesidades del mercado!
A nuestros políticos, a todos, les encanta echarse y echarnos el cuento de que la juventud quiere espacios políticos y deliberativos, cuando en realidad lo que dicen las encuestas es que los jóvenes piden a gritos una cosa más simple pero poderosa: empleo.
No es verdad que esta generación ni quiera estudiar ni quiera trabajar. Vagos habrá, como en todas las sociedades, pero lo que están reflejando este y otros sondeos es que los jóvenes quieren emplearse, quieren emprender, quieren buscar oficio y mientras no existan oportunidades frescas y reales en el campo laboral, no habrá futuro posible. ¡Es el empleo!, así haya gobernantes y educadores oportunistas que no lo quieran ver.
JOSÉ MANUEL ACEVEDO