Ya huele a tarjetones y como pocas veces en el pasado reciente, estas elecciones serán determinantes para el futuro de Colombia pues, además de los cargos locales, municipales, distritales y departamentales que están en juego, marcarán el camino para las presidenciales del 2026.
En el fondo, son un termómetro y casi que un plebiscito sobre el Gobierno nacional, máxime en esta oportunidad cuando el Presidente es el gran conductor, inspirador, motivador y líder de una coalición de múltiples sectores y partidos mayoritariamente de izquierda que se amparan bajo el gran paraguas del gobierno del cambio. Veremos entonces si los colombianos le dan o no un espaldarazo al gobernante.
Por ahora los que se ve en el panorama nacional son dos pelotones amorfos marchando sin líderes visibles a trancas y mochas, uno por la izquierda y otro por la derecha, de tal suerte que el único indicador confiable del apoyo al Presidente y a su gobierno serán los votos que se depositen a lo largo y ancho del país por los candidatos afines a su proyecto político.
Dentro de este marco, lo que ocurra en Bogotá, Medellín y Cali tiene la mayor trascendencia. Barranquilla ya parece definida.
Hago una advertencia. He declinado las invitaciones amables que me han hecho a moderar debates entre candidatos para disponer de toda la libertad a la hora de expresar, con todo respeto por las diferentes opiniones, mi criterio político, que no compromete ni representa a nadie distinto a mí, absolutamente a nadie, que no incluye ningún rótulo, ninguna etiqueta, ningún grupismo, pues es la manifestación autónoma de mis convicciones individuales.
Fico ya fue un gran alcalde de Medellín. Y no estaríamos en tantas angustias nacionales si hubiera pasado a segunda vuelta. Habría sido un buen presidente. Ama su ciudad, la conoce como la palma de la mano. Vive y se desvive por Medellín y por Colombia. Es valiente y ejecutivo. Es amable, firme y honrado. Es cercano a la gente. Es, como dicen los jóvenes, todo un bacán que merece repetir.
Galán, por su parte, es el candidato que mejor conoce Bogotá, a estas alturas de su tercera campaña a la alcaldía. Con humildad, ha superado sus derrotas y le ha seguido sirviendo a la ciudad. Tiene carácter. Es un hombre recto. Lo conozco desde su primera infancia y sé de su buena pasta. Es un tipo serio, con garra para manejar la muy deteriorada seguridad de Bogotá y sería, creo yo, alcalde eficaz.
Ha logrado saltar a la cabeza de un grupo de buenos candidatos que bien podrían integrarse a su futuro gobierno como Oviedo (con mucha cuerda política y futuro bien merecido), como el general Vargas (que ojalá siga en la política tras su notable debut), como Molano (tan buen tipo) o como el aguerrido Rodrigo Lara, que está haciendo una lúcida campaña.
Aunque está la novedad de la segunda vuelta, que yo mismo promoví con un proyecto de mi autoría cuando esto era aún impensable, ojalá ganara en primera vuelta. Según las encuestas, Galán no está tan lejos de lograrlo. Pero no se puede confiar. Bogotá da volteretas de última hora.
En Cali hay dos figuras excepcionalmente buenas que si deciden correr juntos, no solo ganarían la alcaldía, sino que podrían articular un equipo que por ocho años lidere la recuperación de una Cali abatida, desbaratada, desanimada y saqueada. En efecto, Diana Rojas y Alejandro Eder son dos líderes preparados, honrados, luchadores y estudiosos que se complementarían perfectamente. A los dos los respeto, los iro y les profeso mucho aprecio. Con los dos he mantenido o relativamente cercano estos años y por eso me atrevo, con todo respeto, a hacerles esta invitación pública. Definan unas reglas de juego claras y sencillas y conformen una dupla para sacar adelante a Cali. La ciudad, su gente buena y ustedes lo merecen.
JUAN LOZANO