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Colombia: la nueva maquila de Hollywood

Este es un llamado urgente a regular las condiciones del negocio.

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¿Qué puede importarnos en el país del sangrado corazón una huelga en Hollywood? Pues bien, nos importa, y mucho, porque la industria cinematográfica en nuestro país está creciendo a pasos agigantados gracias a la ley del cine, especialmente en lo que a prestar servicios se refiere: una productora extranjera realiza una ‘coproducción’ con otra colombiana, y todo lo que invierten en el proyecto tiene una importante deducción tributaria. Gracias a este beneficio, las producciones salen, literalmente, a precio de huevo (más aún al hacer la conversión del valor en dólares a nuestro devaluado peso).
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Todo lo anterior ha generado una ‘maquila cinematográfica’ en la que los que más sufren no son ni actores, ni guionistas, ni productores, sino ese ejército de soldados rasos que en cine se llama ‘crew’, y cuyos son, a fin de cuentas, los verdaderos dolientes. Sin miedo a exagerar me atrevo a comparar el trato de estos extranjeros para con los colombianos con el trato que se les daba a los caucheros en la época de La vorágine. Después de escuchar los testimonios de muchas personas que no pueden quejarse por miedo a que los veten en el gremio y se queden sin trabajo, siento que este debería ser un llamado urgente a regular las condiciones del negocio.
Es obvio que ninguno de ellos se queja en voz alta de lo que sucede en el interior de estas producciones, porque para ellos significa más trabajo, más estabilidad y también cierto aprendizaje. Firman además acuerdos de confidencialidad que, mucho me temo, no están hechos para proteger la propiedad intelectual ni el contenido de dichas producciones, sino para impedir que se hable de las condiciones tan absurdas en las que se trabaja.
No son pocas las voces que susurran a escondidas las historias de abuso y falta de humanidad de las estrellitas que vienen a rodar en Colombia.
Por supuesto que no solamente es así en Colombia. No por nada esta industria cruel e injusta está al borde de paralizarse en el país del Tío Sam. Tal y como ya pasó con el Sindicato de Guionistas (WGA) en abril, ahora el SAG-AFTRA, sindicato que representa alrededor de 120.000 actores de cine y televisión, ha convocado a una votación para aprobar la convocatoria de paro laboral si no se llega a un acuerdo con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP) en las negociaciones. Con dos grandes sindicatos de Hollywood en huelga al mismo tiempo, la industria podría quedar paralizada por completo.
Para que estos gremios se aliaran e hicieran valer sus derechos pasaron décadas y décadas de maltrato. Me pregunto si es necesario que en Colombia pasemos por las mismas en nombre del ‘desarrollo de la industria’. Quienes se lucran de manera sustancial con los beneficios tributarios de esta ley son pocos. A los soldados rasos, a los guerreros que sacan adelante estas producciones, les quedan unos sueldos que no son para nada desdeñables, pero que jamás le hacen justicia a lo que deja cada uno de estos seres humanos en el trabajo de campo que implica un rodaje ni tampoco pagan el maltrato verbal al que se someten.
Ellos comen callados, al igual que las productoras colombianas, y los comprendo. Yo también haría lo mismo, de no ser porque mi supervivencia no está amarrada a este cruel negocio. Estoy segura de que incluso muchos ya se acostumbraron y dirán que estoy exagerando, pero no son pocas las voces que susurran a escondidas las historias de abuso y falta de humanidad de las estrellitas que vienen a rodar en Colombia. Mientras estas figuras del cine imponen exigencias descabelladas y lujos ridículos, al pie de fuerza que sostiene y hace posible el rodaje se le imponen condiciones propias de una batalla campal.
Es hora de que todo el mundo se entere de esto. Si pasó con el #MeToo, ¿por qué no hacerlo visible ahora con estos abusos? Donald Trump, Harvey Weinstein, la Iglesia católica, ¿qué tienen en común? Los tres son actores poderosos ante la opinión pública. Los tres quisieron utilizar acuerdos de confidencialidad para imponer el silencio que los mantenía impunes. Pero ninguno logró acallar la voz coral de sus víctimas. Puede que los NDA (non-disclosure-agreements) no permitan que los detalles salgan a la luz pública y que las situaciones que aquí menciono no constituyan un delito, pero me parece inconcebible que tengamos que volver otra vez a la época en que se nos esclavizaba y saqueaba a punta de espejitos de oro para poder desarrollar nuestra propia industria cinematográfica.
Me queda, sin embargo, una esperanza. ¿Saben qué no se puede atajar con ninguna amenaza jurídica? Exacto: la ficción. Gracias al cielo, la literatura está siempre al servicio de quien necesita hablar con más veracidad de la que es capaz la realidad misma. Nunca dudaré en echar mano de ella para narrar la vorágine que suscitan en mí las injusticias y la falta de humanidad. Sería irrisorio que alguien se declarara retratado en cualquiera de los personajes ficticios de la sátira sobre el ego que ya estoy terminando (las ventajas de ser escritor). Que salten, porque tal y como reza el eslogan de un famoso canal de televisión norteamericano: pasa en la vida real, pasa en TNT.
MARGARITA POSADA

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