Como a los partidos políticos no se les imponen topes de aportes mientras que a los candidatos sí, quienes recaudaron los dineros de la campaña presidencial resolvieron, para no volárselos, que no se los girarían a la campaña Santos sino directamente al Partido Liberal, un mecanismo totalmente legal.
Poco tiempo después, el fiscal Néstor Humberto Martínez le comunicó al país que descubrió que ambas campañas habían sido infiltradas con dineros de Odebrecht. Le remitió el asunto al Consejo Nacional Electoral. Como la acusación era contra las dos campañas y guardaban en ello simetría, sus magistrados resolvieron aplicarle la misma “simetría” a la solución: hacerse los pendejos. La investigación caducaba en cinco años y consistía en una falta menor, pues volarse los topes no era en esa época un delito penal, sino una infracción.
Y allí el asunto hubiera quedado durmiendo el sueño de los justos; otro escandalito electoral (‘business as usual’, de lo que se ve en las campañas en las que nunca alcanza la plata y se gasta mucho más de lo que se confiesa), si no hubieran pasado un par de cosas más. Que la valiente Vicky Dávila se levantara las grabaciones de las confesiones de varios de los protagonistas de este escándalo y se atreviera a publicarlas. Y dos, que apareciera una carta en agosto del 2017 de los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana hablando, por primera vez, del empresario caleño Esteban Moreno, gerente de la campaña liberal, y preguntando por los 3.850 millones de pesos que Odebrecht le habría aportado al partido, que fueron recogidos a través de Gistic, de Andrés Sanmiguel, una empresa tan varada que le tocó recurrir a un contrato falso, para inventarse alguna actividad verosímil, que es lo primero verdaderamente punible que aparece por ahora en toda esta investigación, porque recoger plata no es delito. Los presidentes dieron en el blanco. Dos meses antes de esa denuncia, los fiscales contra Odebrecht ya habían obtenido ese y doce contratos falsos más, firmados por otros muchos protagonistas. Esas investigaciones arrancaron, se hicieron las imputaciones, y en junio del 2018 se citó a interrogatorio a Sanmiguel, quien confirmó la falsedad de los contratos y dio unas pruebas que condujeron a Esteban Moreno y a otros, cuando aún era fiscal Martínez.
La delicadeza de este tema ya nos había permitido adivinarla una grabación del gerente de la campaña, Roberto Prieto, preso hoy, irónicamente, por un asunto que nada tiene que ver con los topes de campaña. Son palabras suyas: “Presidente, a usted hay que salvarlo, h. p.; usted tiene que salir incólume”. Y lo logró, porque en la siguiente grabación dice: “El Presidente salió limpio, lo acabo de sacar del peor bollo de su vida”.
Otro que registró con algarabía cómo la plata de Odebrecht logró cambiar la reelección de Santos fue el excongresista ‘Ñoño’ Elías, quien dice en otra grabación de Vicky: “En la segunda vuelta nos ‘contramovimos’. Hubo plata de Odebrecht que uno sabe y la que no sabe. Me la gasté en la campaña del 2014 y algo para el tema de la paz”.
Pero la aparición de Esteban Moreno en el ‘ring’ es aún más delicada. Es el equivalente al Santiago Medina de Samper en el proceso 8.000, es decir, el que recibió la plata de Odebrecht y lo sabe todo, y por eso tiene a varios rezando para que no se reviente. “A mí me tocan una muela y se incendia el país”, se le escucha decir en una grabación. Sabrá por qué lo dice...
Para capotear a Moreno, entre las casas políticas de Santos y Gaviria, parece estarse librando una especie de guerra fría, que consiste en lo siguiente. Santos dice que esa plata nunca entró a la campaña, sino al partido. Eso es cierto. Y que, por consiguiente, él no tenía por qué saber de contratos falsos. Mientras que desde el Partido Liberal, o sea los Gaviria, responden: sí, la plata entró al partido, pero el partido la gastó eligiéndolo a usted. Eso es también rigurosamente cierto. El asunto es diferenciar entre financiar un partido y una campaña, porque en la práctica las dos cosas se confunden.
La pregunta de la semana es: ¿llamado a imputación de cargos, Esteban Moreno encontrará, como sí lo hizo Roberto Prieto, la manera de inmolarse solo y salvar a su jefe? ¿Será capaz de sostener que la orden de falsificar un contrato se le ocurrió solo a él y no la tomó el que estaba por encima?
Porque lo que sí es claro es que penalmente al presidente Santos no le va a pasar absolutamente nada, salvo algo que es muy grave para su vanidad: que la plata de Odebrecht le empuerque un poco su Nobel.
Entre tanto... Sergio Fajardo, en entrevista a EL TIEMPO: “¿Usted se imagina que yo me acostara todos los días pensando en Petro? ¡Qué pesadilla! Yo duermo tranquilo, contento y con el espíritu libre”.
MARÍA ISABEL RUEDA