En cartelera alternativa una película filmada en estudios bogotanos y estrenada por Amazon Prime (‘Los iniciados’), dirigida por el medellinense Juan Felipe Orozco y producción del caleño Rodrigo Guerrero. Del inusual género criminal y detectivesco, asuntos policiales o de corrupción desbordados por el universo literario de Mario Mendoza.
En pantalla grande la proeza romana y sevillana del realizador caleño Sergio Dow (‘La piel del tambor’), con curas y policías locales que hablan en inglés para mejorar su comercialización. Si el novelista Pérez Reverte dijo estar satisfecho con la esencia de sus personajes, Dow está ligado a la leyenda tanguera de ‘El día que me quieras’ (1987).
El jueves 31 de agosto entra en cines el fenómeno comercial ‘Sonido de libertad’, una coproducción de México y Estados Unidos a partir de seguimientos realizados por varios años del tráfico inhumano de chiquitos centroamericanos y eslabones criminales en Cartagena –hazaña inspirada por el heroico agente federal Tim Ballard--.
Los iniciados. Thriller urbano del oscuro universo literario parido por el escritor Mario Mendoza: un reportero del departamento de investigaciones criminales contra la corrupción cambia de profesión y se convierte en obsesivo detective o sabueso tras las pistas de un delito en particular. Frank Molina, periodista alcoholizado, con problemas depresivos y dependiente de medicamentos, busca esclarecer por qué desaparecieron el cadáver de una hipotética suicida y amiga trans.
Entre accidentes sospechosos y extrañezas, hay amenazas y cunde el pánico. En la Kasbah, zona rosa y roja de una ciudad gris distópica, oxidada o en ruinas, surge la cinta de género ‘made in Colombia’ acerca del negro futuro. En torno a Molina: joven aspirante honesto a edil (Pombo Jr.) y su abominable padre urbanista con sed insaciable de poder (Augusto Pombo). También hay personajes artificiales o superfluos como el de Lady Masacre (título de una de sus novelas), luchadora profesional afín a una de sus víctimas.
La piel del tambor. Intriga dominante alrededor de la interceptación de mensajes anónimos en las oficinas de telecomunicaciones del Vaticano que dan cuenta de accidentes extraños acaecidos en una capilla sevillana dedicada a una virgen que llora. Thriller religioso y cinta detectivesca que tiende a ser dialoguista y preciosa en sus comienzos, pero desemboca en escenas de acción que naufragan entre lo sagrado y profano.
Se suceden oscuros poderes financieros e inmobiliarios en contubernio con eminencias eclesiásticas, lavado de activos irregulares y malos manejos istrativos. Cuando un religioso se pregunta si tales crímenes pudieron haber sido instigados desde el cielo, la Fe dejará ver sus escollos y un ambiente malogrado en el seno de la Iglesia, mediante la parábola del templo barroco en trance de ser demolido por urbanistas y negociantes de la Curia.
Un sacerdote-policía, bien encarado y personificado por el británico Richard Armitage con rasgos de agente secreto a lo James Bond, se propone desenmarañar lo sucedido terminará enfrentándose a redes de corrupción en ámbitos católicos y condales de la hermosa ciudad andaluza. Porque más allá de procedimientos rutinarios, los asuntos investigativos se complican y los diálogos obispales pasarán a ser secundarios frente a episodios no santos y el extravío de 20 perlas que hacían de lágrimas.
Guion enredado o disperso, con saltos narrativos inexplicables y demasiadas tramas secundarias que ahogan su escritura a varias manos, donde no figura su realizador colombiano. Basado en la novela de Arturo Pérez Reverte, el guion de cinco firmas posee notables debilidades en los enlaces de contenidos principales, aunque su factura cinematográfica posee una impecable dirección fotográfica y acierta con sus magníficas locaciones centradas en Roma y Sevilla desde suntuosos salones pontificios e idílicos paisajes del Guadalquivir.
Apostillado: Franco Nero de papa fugaz y decorativo (solo al final), Víctor Mallarino no cala en asuntos criminales chistosos y el símil con un ‘código Da Vinci’ daría lugar a un seriado.
Sonido de libertad (Sound of Freedom). Esforzado drama social dirigido por el mexicano Alejandro Monteverde, en coproducción de su país y Estados Unidos bajo las riendas del galán y empresario Eduardo Verástegui. En su primer fotograma, un letrero afirma tratarse de ‘una historia verdadera e increíble’. Niños latinoamericanos inducidos al exhibicionismo fotográfico en redes, con abusos frecuentes y trabajos forzados como la mendicidad y la pornografía. Por demás, la historia obedece a esquemas tele-dramáticos y cacería previsible de sus malévolos implicados.
Un héroe: Tim Ballard, o Timoteo para los hermanitos cartageneros secuestrados, un exagente del FBI que asume el estupendo actor Jim Caviezel -protagonista de la sublime pasión de Cristo, por Mel Gibson-. Pero hay figuraciones secundarias que no me parecen las mejores por cuanto aparecen sobreactuados, exagerados y sucios. Es así como un tal Bill Cam hace de ‘vampiro’ (¡qué horror!), siendo la misma caricatura del viejo cine y la televisión hispana. Por fortuna se salvan los roles de dos menudos compatriotas: la versátil Cristal Aparicio y la inocente mirada inocente de Lucas Ávila.
Según IMDb (Internet Movie Data base), un presupuesto de 15 millones de dólares en su producción y recaudos extraordinarios de 170 millones en Norteamérica. ¡Qué buen negocio! Porque “los niños de Dios no están a la venta’, concluye el mismísimo adalid de los derechos fundamentales del menor.
MAURICIO LAURENS