Colombia acudirá de nuevo a las urnas, confiada en un proceso electoral transparente que le permita a la voluntad popular escoger sus líderes, a la vez que premiar o fustigar a los electos por sus hechos y omisiones. Por ser este país más denso en lo urbano que en lo rural, me refiero a las tres principales ciudades.
Medellín: Desencuadernada la istración pública, trocado ese gran espíritu emprendedor de los paisas por uno animoso y cuestionado en la gestión pública, considero que la opinión fustigará cualquier continuismo y Fico será ungido alcalde. Buen viento y buena mar a Medellín y a Antioquia entera.
Cali: Chontico y su realidad como empresario hecho a pulso contra Eder, servidor público por decidida vocación. Al Chonto lo señalan de ser continuación de los pésimos gobiernos locales; a Eder, de aristócrata. Chonto lo niega, Eder no, pero al final lo que cuenta es su conocimiento del Valle y su plan de gobierno. La limitación de este espacio no da para análisis profundos, pero encuentro a Eder más sólido, su visión viable, honesta y la certeza de que ni robará, ni dejará robar, que per se, ya es mucho. Si votara en Cali lo haría por Eder.
Bogotá: Ahorrémonos la costosa segunda vuelta. El alcalde está entre Bolívar, Pacto Histórico, entraña petrista y así, visión y postulados alineados con los de nuestro actual presidente. Galán lleva veinte años intentando servir como alcalde, hizo bien la tarea como concejal, conoce bien esta ciudad, sus crisis y sus prioridades. Leídas ambas propuestas, escuchados ambos candidatos, prefiero a Galán, que en el duro frío de la selva bogotana sería un excelente alcalde.
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“Am Yisrael Chai / Jai, El pueblo de Israel vive” no es propaganda ni simboliza un asunto fútil, porque ese credo, víctima de persecución implacable desde los faraones, que los llamaban Habirú o parias, según rescató Paul Johnson en su historia de los judíos, ha sobrevivido a todo: Al primer éxodo hacia la tierra prometida, ironía cruel, a los éxodos español e inglés, odio y matanzas de menor o mayor escala, a la brutalidad fascista del tercer Reich y el más anónimo, pero no por eso menos brutal pogromo de Stalin. Y el pueblo de Israel se sostiene, crece, prospera, para furia de quienes, como ahora Hamás, han querido borrarlo de la faz de la tierra. Nunca la han tenido fácil, menos después de la brutalidad que atestiguó el mundo la semana pasada.
El reproche a Israel parece un infame intento de justificar lo que vimos y parte de atribuirle la causa que generó este efecto y al uso de su aparato militar contra población civil indefensa. Israel invoca legítima defensa y así, argumentos y misiles cruzan la frontera, tanques y tropas visibles se alinean mientras en los túneles y los escombros espera otro infierno, sin que se avizore tregua alguna.
Le atribuyen a Ghandi, sobre ese principio que acuñó Babilonia, adoptó Roma y sobrevive hasta nuestros días, la “Lex Talionis”, ley de la retaliación, que ojo por ojo y el mundo entero quedará ciego. Sólo queda confiar que en medio de la barbarie que viene, Israel se aplique a dar una batalla selectiva contra Hamás, a la vez que respeta los derechos humanos de los civiles, hayan votado o no por Hamás y ayuda a que salgan los niños, que nunca deben ser objetivo militar.
Al recordar que todas las religiones monoteístas tienen su origen en la misma región y principios similares, frente a la paradoja evidente queda pensar con esperanza que en el siglo XXI el desprecio por todo tipo de violencia crezca, se alienten nuevos liderazgos, pacifistas, no guerreristas, constructivos, no destructivos, ecuánimes, no dogmáticos, y confiar que el escalamiento, que apenas empieza, no vuelva real una advertencia ominosa de otro judío, Albert Einstein, quien vaticinó que si había una tercera guerra mundial, la cuarta se pelearía con palos y piedras.
MAURICIO LLOREDA