La literatura, el arte de narrar lo que somos, nos recuerda y nos prefigura varios escenarios de pandemia y de dolor colectivo. En unos versos del poeta español Antonio Machado se lee:
“… parar, parar el mundo entre las puntas de los pies, y luego darle cuerda del revés”
Esto en alusión a que la humanidad siempre requiere de hacer un alto en el camino y repensar lo vivido. Pocas veces ese alto en el camino llega en forma de pandemia. Esta imagen también la vemos en ‘La peste’, novela de Albert Camus, en la cual podemos leer: “¿Qué hacer para no perder el tiempo? Respuesta: ¡Sentirlo en toda su lentitud!”.
Es convertir esta lentitud del aislamiento en una oportunidad única para suscitar cambios de nuevos tipos. Tiempo lento para observar lo errores fugaces, para detenernos en los descuidos realizados en el centro de la fiesta de la soberbia. Así lo entendemos en la obra de José Saramago ‘Ensayo sobre la ceguera’, en donde encontramos un sentido en lo contrario: una epidemia hace perder la vista para luego ver desde la lucidez.
Tal vez podemos pasar de la rabia y la indignación, que hoy sentimos al ver el origen de esta debacle, a la clarividencia colectiva de ir por otros senderos que dificulten la repetición de dichos errores.
Podemos asumir el confinamiento de la mitad de la población mundial como un alto en el camino global que se constituya en tiempo de retorno a lo fundamental, en período fértil de alumbramientos para la paz, en temporada de incubación de ideas transformadoras… o, al decir de la comunidad indígena kogui —herederos taironas—, en una limpieza orgánica y espiritual.
Para ello se requiere preguntarnos: ¿es el covid-19 la puesta en escena de un juicio a la arrogancia de un modelo civilizatorio concentrado en el poder monetario? Lo cierto es que pocos podemos negar que este ‘encerramiento’ es un escenario de introspección, en el que todos pasaremos al tablero; un escenario de ajustes en el que todos pagaremos con pedazos o con la totalidad de nuestras vidas; es una intimidante presencia invisible que nos pone cara a cara con nuestras limitaciones y nos ubica, de nuevo, en el partidor de las segundas oportunidades. Esta es la enfermedad precisa para sopesar la condición del ser humano, en donde la vida de cada uno pende de la sobrevivencia del colectivo al que pertenece pues, al mínimo descuido, la muerte irrumpe entre el contagio geométrico y la cura aritmética.
Solo nos quedan en las manos dos mendrugos de pan: la sensatez y la solidaridad, para pasar esta dura prueba de templanzas y asumir que el largo y estrecho pasillo del coronavirus es el paso a nuevas transformaciones, hacia un tiempo de recambios.
Pero ¿cómo ese paso a nuevas transformaciones podrá materializarse? Sin duda, las nuevas ciudadanías saldrán más reforzadas, más determinadas a participar en los escenarios de las grandes decisiones. La conciencia-armónica de los movimientos alternativos incidirá en los organismos sociales para enfrentar las desigualdades económicas, que siguen bajo el peso de la pirámide de los milmillonarios, como lo indica el informe de Credit Suisse Global Wealth de 2019, según el cual el 10,7 por ciento de la población mundial tiene el 83 por ciento de las riquezas activas, y mide los planes de desarrollo, de cada país, desde la frase “privilegios que niegan derechos”.
Es probable que el mundo poscovid-19 no estará tan inclinado a los espectáculos de lo superfluo ni a la economía del lujo, y sí en favor al fortalecimiento del sector sanitario y de las investigaciones de la ciencia médica en cada uno de los cinco continentes. El planeta poscovid-19 deberá ser un espacio sonoro a las mentes que abrirán las puertas a una nueva ilustración de la humanidad, deberá ser un escenario en el que todas las naciones industrializadas no escatimarán esfuerzos para reconocer y actuar frente al cambio climático; donde las acciones contra la desigualdad social serán prioridad para las universidades, iglesias, gobiernos y movimientos sociales, y donde ganarán terreno otros tipos de propiedades alternativas más allá de la privada.
En honor a los caídos, en esta pandemia tan dolorosa y vergonzante, deberemos esforzarnos al tope para encontrar una nueva respiración entre lo humano y los seres no humanos, alcanzar una economía ética que no devaste la naturaleza, caminar con otra emoción del tiempo, lograr un ritmo de vida al mando de nuestras propias manos en el que podamos exclamar: ¡Nunca más el planeta sin la decisión de la conciencia-armónica de sus seres vivos!
Miguelángel Epeeyüi López-H.