Sigue la prensa mundial elogiando a 'Manifesto', una provocadora exposición de arte que le ha dado la vuelta al mundo y que ahora se presenta en el Museo Hirshhorn de la ciudad de Washington. Una muestra de las diferentes corrientes artísticas que estallaron durante el siglo pasado, gracias a los vertiginosos acontecimientos de los primeros 70 años: desde la aparición de los libros de Freud hasta la conquista de la Luna por parte de Estados Unidos. Y todo ello derivó en una explosión de movimientos artísticos como el surrealismo, el minimalismo o el dadaísmo.
Pero lo que más me gustó fue el futurismo. Aristas que hace un siglo dibujaron el mundo en que hoy vivimos: rápido, invadido de tecnología y conflictivo. Un mundo que se volvió realidad y que ahora —visto a la luz de los futurólogos contemporáneos— solo dejará espacio para una nueva forma de seres humanos: los superhumanos.
Una nueva clase de personas que serán más inteligentes y más fuertes que todos los colombianos sumados, gracias a los tremendos avances en nanotecnología y medicina regenerativa que están ocurriendo en los países más desarrollados. La mala noticia es que en ese mundo futuro no tendremos cabida los colombianos. Y la explicación es que carecemos de los medios y herramientas para lograrlo.
La cosa es tan sencilla que se cae de su propio peso: nos volvió a dejar el tren del progreso. Ya nos había pasado antes con la industrialización —a la que llegamos tardísimo y en el puesto de los coleros—, y ahora nos está pasando con la revolución biotecnológica y los algoritmos informáticos; dos campos que están redefiniendo el futuro de la humanidad como lo hicieron la máquina de vapor y el ferrocarril hace más de 150 años. De hecho, dicen los expertos, esta nueva brecha será mucho mayor que la brecha que separó a 'sapiens' y neandertales hace docenas de miles de años.
Ya no se trata únicamente de un abismo tecnológico, económico o geopolítico frente al mundo desarrollado. Ahora se trata de una enorme brecha entre nuestras mentes, cuerpos y cerebros y los de esa nueva raza de superhumanos. O para decirlo en términos más darwinianos: para aquellos que están asegurándose un puesto en la siguiente evolución de la especie, mientras que nosotros nos quedamos rezagados y enfrentados a la extinción como dinosaurios.
Mientras Darwin y Google dictan hoy los manifiestos de los países desarrollados, en Colombia lo siguen haciendo los mismos 50 académicos de antaño. La declaración pública de principios de esta semana fue muy bonita, pero le quedó faltando una pequeña cosita: la importancia de invertir en biotecnología y en inteligencia artificial para evitar la desaparición de los colombianos. Y, como va la cosa, la extinción también de todos los latinoamericanos.
PAOLA OCHOA