Llegó Semana Santa, gracias a Dios. No por el descanso, sino a ver si reflexionamos, si esto cambia un poco. En Bogotá, por lo menos arrancamos con la buena noticia que nos da el alcalde Carlos Fernando Galán de que a partir de hoy se levanta el racionamiento de agua, un año exacto después de la medida, que no fue culpa de Galán, quien en realidad ha sabido manejar esta crisis, sino de imprevisiones viejas, de decisiones que no tomaron algunos que hoy, como Pilato, se lavan las manos. Y de todos nosotros.
Galán pronunció las siete palabras. Hoy se levanta el racionamiento de gua. Yo mismo, en primera persona, como dijo un niño, estaba preocupado de que no pudiéramos hacer ni la ceremonia de lavatorio de los pies. Hermoso ritual católico que simboliza humildad, amor, igualdad, que hoy escasean como el agua en el desierto. Y de cierto os digo, que yo pensaba también en la bendición del agua el próximo sábado en la misa de resurrección. E imaginaba si la crucifixión fuera hoy y Jesús en la cruz dijera "tengo sed", el soldado romano podría responder "estamos en racionamiento" y de todas maneras le mojaría los labios con vinagre.
Hemos pasado el trago amargo, ya tenemos el agua sin cortes, pero era necesario ahorrar. Ahora deben quedar muchas lecciones aprendidas, porque el que esté libre de pecado que tire el primer baldado. A esto llegamos por imprevisión, por deforestación, pero también por falta de conciencia, por desperdicio, por indisciplina. Por ello, debe haber campañas. Tenemos que seguir con las medidas de ahorro, bañarnos corto, reutilizar el agua, revisar los escapes y, si se necesita, aplicar castigos a los que se lavan las manos con las medidas, pero en serio, no como ya se dice por ahí a los niños, "se toma la sopa o lo pongo a ver un consejo de ministros", sino sanciones efectivas. Dura ley, pero es la ley, pues ya vemos que como vamos, un día escaseará hasta el agua bendita.
Este, un tema de solidaridad, y muchos otros debemos pensarlos estos días de viacrucis, en medio de divisiones, odios, angustias, violencia, de lealtades políticas como la de Judas y de quienes se venden no por 30 monedas de plata, sino por 40.000 o 50.000 millones.
La vida de Jesús es eterno ejemplo de vida. Acerca de él se hizo la primera consulta popular. ¿A quién perdono: a Jesús de Nazaret o a Barrabás?, dijo Pilato. Cuidado con lo que respondemos.
La pesada cruz que llevó el Redentor la cargamos hoy. "Jesús es condenado a muerte", dice un paso del viacrucis. Pues aquí se aplica todos los días, donde, por desgracia, la violencia condena a muerte a campesinos, mujeres, niños, transgéneros, o se condenan entre grupos criminales.
También condena a muerte la falta de medicamentos, donde hay tanta gente en espera del milagro, al borde de decir: "Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu". O, "Señor, ¿por qué me has abandonado?" le dirán miles de enfermos al ministro Jaramillo. Inclusive sus amigos de Fecode, en medio de amenazas de azotes como la fiebre amarilla, la tos ferina y el sarampión, y con un sistema de salud que cae por tercera y hasta cuarta vez.
Son muchas cruces las que llevamos y pocos los Cirineos que ayudan. De verdad, este debe ser tiempo de reflexión. Los que están causando tanto dolor a la gente, al campesino que desplazan y extorsionan también deberían pensar en quitarles esa pesada cruz de encima.
Y hay muchas que llevan los colombianos. La salud, la inseguridad, la corrupción, la pobreza, pues aquí hay muchos que no se hallan ni a la última cena. Si el Gobierno quisiera, las podríamos cargar entre todos. Pero es que esta polarización sigue como para hacerse cruces.