Un comienzo de año como 2025 es ocasión propicia para parar y preguntarnos, entre otros asuntos esenciales, por el papel que está cumpliendo la educación en el mundo en que vivimos. No son pocos los pensadores que están en esta tarea: Rieman, Chul Han, Nussbaum, Pelluchon, Zizek, David Bueno. Este último recibió esta semana, en Barcelona, el premio Josep Pla. Por un ensayo científico que explora cómo la neurociencia, a través de la educación, puede ayudarnos a descubrir el homo artisticus que todos llevamos dentro.
El autor cree que así podremos entender mejor el mundo que vendrá y enfrentar sus desafíos. No será con inteligencia artificial como lograremos este propósito, sino con humanismo. Y no con el viejo humanismo antropocentrista, sino con uno nuevo capaz de restituir los vínculos entre naturaleza y cultura, como anota Corine Pelluchon.
Un cerebro cultivado es un cerebro rejuvenecido, flexible y con experiencia, con mayor capacidad para imaginar futuros y alcanzarlos.
No son pocos los pensadores que han llegado al convencimiento de que a partir de esta escisión: naturaleza-cultura, mente-cuerpo, racionalidad-intuición, configuramos un mundo que, en esencia, nos quedó menos humano del que podíamos haber construido. Menos arte que artificio, menos conocimiento que “entretenimiento”, como que insistimos en llamar “inteligente” a lo que no lo es.
David Bueno dijo al recibir el premio: “Mientras los poetas sigan hablando habrá esperanza en el mundo”. Y subrayó la frase de Chul Han: mientras sigamos hablando el lenguaje de las artes, en plural, habrá esperanza en el mundo. Si recuperamos la unidad naturaleza-cultura valoraremos mejor nuestra capacidad de abstraer, complejizar e ir al fondo de las cosas. Qué mejor invocación para un año como el que empieza.
El arte de ser humanos se llamará su libro (en librerías desde marzo), sobre el cual tenemos pistas si revisamos lo que ha dicho su autor: el cerebro genera cultura, y la cultura moldea el cerebro. Un cerebro cultivado es un cerebro rejuvenecido, flexible y con experiencia, con mayor capacidad para imaginar futuros y alcanzarlos. La creatividad y el pensamiento crítico no solo generan sensaciones de bienestar más intensas y mejor salud física, sino que pueden ayudarnos a conseguir sociedades más libres y felices. Villaverde del Río es una de esas sociedades, menos artificiosas que auténticas, más felices que aparentes, pero, sobre todo, más humana que tantas otras; queda cerca de Sevilla, ojalá puedan visitarla.