El mes pasado, Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, renunció a su cargo, a los 42 años de edad, pese a contar con el apoyo de una sólida mayoría parlamentaria y un liderazgo incuestionado dentro del partido. Los neozelandeses solo tienen que retroceder seis años para hallar un precedente. En 2016, John Key sorprendió a todo el mundo cuando, a la edad de 55, dejó el puesto a su vice primer ministro.
Hace un año, Ashleigh Barty se convirtió en la primera australiana que gana el Abierto de Australia en 44 años. Tenía entonces 25 años y llevaba más de cien semanas como la mejor tenista femenina del mundo. Dos meses después, anunció que se retiraba. Björn Borg, el campeón de tenis sueco, se retiró en 1983 a los 26 años; la misma edad que tenía Anthony Kim, una estrella del golf en ascenso, cuando abandonó el juego competitivo.
¿Por qué lo hacen? Borg y Barty dieron razones similares. Borg dijo que al principio disfrutaba de jugar, de ponerse metas y alcanzarlas. Pero al momento de su retiro, jugar tenis en ese nivel ya no era divertido. En sus propias palabras: «Básicamente, todo lo que hice estos años fue entrenar, jugar los partidos, comer y dormir. Pero hay otras cosas además de esas cuatro».
Barty anunció su retiro en un video en el que aparece conversando con su amiga y excompañera de dobles, Casey Dellacqua. Dice Barty: “(el tenis) me dio todo lo que había soñado y mucho más, pero sé que ahora es el momento correcto para alejarme, perseguir otros sueños y colgar las raquetas”. Continúa diciendo que su felicidad había dejado de depender de sus resultados en el campo de juego, y que ya no tenía la energía física ni el deseo emocional de seguir exigiéndose en el nivel más alto. “Es importante poder disfrutar la próxima etapa de mi vida como Ash Barty la persona, no como Ash Barty la atleta”.
Al anunciar su renuncia, Ardern expresó sentimientos similares. Dijo que habían sido “los cinco años y medio más gratificantes” de su vida. Pero añadió: “Sé lo que se necesita para hacer este trabajo, y sé que ya no tengo suficiente energía para hacerlo bien. Así de simple”.
Cada vez más gente reconoce que el éxito profesional no es sinónimo de una vida buena.
Llegar al nivel más alto de una actividad digna es un reto estimulante, y superar retos puede ser placentero; pero tratar de permanecer en la cima lo más posible es otro tema. Como dijo Borg, el tenis no es todo en la vida, y eso también vale para la política.
El estudio de Harvard sobre el Desarrollo Adulto siguió por más de ochenta años a una serie de personas para determinar los factores de una vida feliz y saludable. Robert Waldinger y Marc Schulz acaban de publicar algunos de los resultados en su libro The Good Life. Aunque un tema como este no ite respuestas sencillas, los autores están dispuestos a afirmar que la clave de la salud y la felicidad es tener buenas relaciones personales.
Un motivo que citan casi todas las personas al momento de retirarse es que quieren pasar más tiempo con sus familias. Por supuesto, a veces es solo un pretexto para ocultar motivos de renuncia menos honrosos; pero en el caso de Ardern y Barty, es probable que haya sido un factor importante. Ardern fue la segunda primera ministra del mundo (después de la pakistaní Benazir Bhutto) que dio a luz estando en el cargo. Aunque algunas veces se la vio en las redes sociales compartiendo momentos con su hija, ahora podrá pasar más tiempo con ella y con su pareja, que ha sido padre amo de casa. En el caso de Barty, es posible que el deseo de ser madre haya influido, ya que ahora espera a su primer bebé.
Las normas sociales están cambiando las ideas respecto de lo que es una buena vida. Ahora se presta más atención (y con razón) al equilibrio entre la vida y el trabajo. Se habla mucho más sobre la salud mental (hasta los futbolistas iten problemas mentales, algo que antes se hubiera considerado humillante). Cada vez más gente reconoce que el éxito profesional no es sinónimo de una vida buena. Todos deberíamos preguntarnos qué está aportando nuestra profesión al mundo: tal vez haya algo mejor que podamos hacer. En el sitio web 80000hours.org pueden hallarse algunas sugerencias.
Dar un golpe de timón no siempre es posible. Algunas personas no tienen muchas oportunidades de empleo distintas, y si están a cargo del hogar, no les queda mucha elección. Los dirigentes políticos, por su parte, a veces se resisten a dejar el cargo porque creen que pueden hacer más bien que sus posibles reemplazantes.
Cuando es una creencia fundada, y no una forma de autoengaño alimentada por la naturaleza adictiva del poder (como suele ser), quedarse puede ser lo correcto. Pero los demás tenemos opciones, y deberíamos hacernos a menudo la pregunta de si estamos viviendo la mejor vida posible, tanto para nosotros mismos cuanto para quienes nos rodean.
PETER SINGER
Profesor de Bioética en la Universidad de Princeton.