En 2013 realicé entrevistas en Sinaloa para un libro sobre narcotráfico. De allí han salido la mayoría de los grandes capos de los carteles de México. Tuve la oportunidad, gracias a los os de un generoso colega, de ingresar a los ranchos y poblados de la Sierra Madre, una zona entonces bajo el control del ‘Chapo’ Guzmán y el ‘Mayo’ Zambada. Eran paisajes hermosos. Nunca olvidaré un panteón griego en la cima de una colina. Era la tumba que un narco, el ‘Neto’ Fonseca, había preparado para su muerte. Aún vive.
El ‘Neto’ hizo parte del cartel de Guadalajara. Fue capturado en 1985, al inicio de la guerra contra las drogas. Meses antes un agente de la DEA, Kiki Camarena, fue secuestrado, torturado y asesinado por el cartel. La razón: había encabezado una operación contra una plantación de mil hectáreas de marihuana en Chihuahua. Lo espeluznante fue que en el asesinato de Camarena estuvieron involucrados fuerzas de seguridad del Estado mexicano y un agente de la CIA. Eran tiempos de la Guerra Fría. Estados Unidos toleraba que los narcos traficaran a cambio de que proveyeran armas a los Contras que combatían en Nicaragua. No contaban con que la DEA, una agencia independiente de la CIA, les iba a dañar los planes.
La destrucción de la plantación echó a perder el negocio del cartel, los sobornos a las autoridades y las operaciones anticomunistas de la CIA. No hubo compasión con Camarena pero, en adelante, la CIA se vio obligada a apartarse de operaciones relacionadas con narcóticos y el Gobierno mexicano para salvar su imagen tuvo que capturar a la cúpula del cartel de Guadalajara.
Muchos años han pasado desde 2013. Hoy en día sería un suicidio ingresar a la Sierra Madre. Incluso en la capital de Sinaloa, Culiacán, los tiroteos son cotidianos. Luego de que el ‘Chapo’ fue extraditado en 2017, sus hijos tomaron las riendas del negocio. En julio pasado traicionaron al ‘Mayo’. La guerra se desató en calles, ranchos y montañas. Cualquier persona puede ser sospechosa de colaborar con el enemigo, y un balazo no se le niega a nadie. Los muertos del lado de los hijos del ‘Chapo’ aparecen con una caja de pizza encima por aquello de la chapiza, mientras que los muertos del otro lado aparecen con sombreros vaqueros, como le gustaba lucir al ‘Mayo’.
Los muertos del lado de los hijos del ‘Chapo’ aparecen con una caja de pizza encima por aquello de la chapiza, mientras que los muertos del otro lado aparecen con sombreros vaqueros como le gustaba lucir al ‘Mayo’.
La traición pareció un guion de Hollywood. Los hijos del ‘Chapo’ citaron al ‘Mayo’ a una reunión. En vez de matarlo, para quedarse con el negocio, lo secuestraron y lo entregaron a una agencia de seguridad estadounidense, se dice que el FBI, que lo despachó inmediatamente en un avión al otro lado de la frontera.
El episodio causó la indignación de López Obrador, presidente de México, quien culpó a los gringos de la explosión de la violencia. La realidad era que su política de “abrazos y no balazos” contra los narcos dejó a México hecho un polvorín, 200.000 homicidios ocurrieron durante su mandato. La violencia de los carteles se mezcló con la competencia política local. No más el lunes, al alcalde de Chilpancingo le cortaron la cabeza. De hecho, en la reunión donde entregaron al ‘Mayo’ asesinaron a un político local y supuestamente iba a asistir el gobernador de Sinaloa, quien dijo “son cosas que pasan” cuando los periodistas le preguntaron por el secuestro de 66 personas.
El populismo de Obrador va a tener efectos más allá de su paso por el poder. En retaliación a la Rama Judicial, que puso límites a sus propuestas populistas, impulsó una ley para que los jueces y magistrados sean elegidos por votación popular. Si antes a plata y plomo elegían a los políticos, ahora los carteles van también a elegir a sus jueces.
En México la democracia se erosiona desde arriba por gobiernos populistas y desde abajo por carteles que controlan economías ilícitas, imponen su autoridad local y profundizan la corrupción política.