A Vicky Dávila le temen porque puede ser presidenta de Colombia. Y le temen porque es valiente. Y porque no tiene pelos en la lengua.
A Vicky le temen porque no tiene rabo de paja. Y porque nada le debe a ningún político. Y porque no pertenece a ninguna rosca desde la cual la puedan presionar.
Le temen también porque es temperamental y va diciendo lo que piensa. Y porque cuando se le salta la tranca salen chispas. Y porque no se arruga con nada ni ante nadie.
Vicky es frentera, directa, clara. Es decidida. Audaz. Y se tiene confianza.
Conozco a Dávila desde sus épocas de reportera en QAP, donde coincidimos en pleno proceso 8.000, cuando ya se le empezaba a ver la garra a la joven periodista.
La vida la exigió desde sus primeros años, y conoció temprano el rostro de la adversidad. Eso la fortaleció y la preparó para todas las dificultades y para superar momentos muy dolorosos con trabajo y coraje. Todo lo que se ha ganado Vicky en la vida ha sido a puro pulso y por mérito propio.
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En este momento de la historia de Colombia tengo la certeza de que la primera condición que se exige para merecer gobernarla es tener las agallas para desenmascarar mentiras, para enfrentar engaños, para denunciar populismos y corrupciones, para llamar las cosas por su nombre y decir las cosas como son.
Ningún politiquero debería ser considerado en el partidor presidencial por más títulos académicos que haya conseguido. ¡Cuántos ilustres doctores nos han conducido al despeñadero!
Mil veces prefiero a una experiodista intachable que a un posdoctorado ladrón.
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Dicho todo lo anterior, creo que el salto de Vicky Dávila a la arena política representa una bocanada de oxígeno para una oposición necesitada de líderes cercanos al pueblo capaces de disputar el voto popular.
Mil veces prefiero a una experiodista intachable que a un posdoctorado ladrón
Sin embargo, el reto mayúsculo está en no seguir dividiendo y atomizando a la oposición, que debe unirse si quiere ganar la elección de 2026.
Por eso respetuosamente creo que la campaña de Vicky debería lanzarse en clave de unidad, con toda la determinación para ganar la presidencia desde la independencia del ‘outsider’, pero con toda la decisión de hacer parte de un gran proceso colectivo para recuperar a Colombia.
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Se equivocan gravemente los candidatos de oposición que descalifican con desdén a Vicky porque solo ha sido una periodista y porque no ha ocupado cargos en el Gobierno. Y se equivocaría gravemente Vicky si no parte de la humildad para convocar un gran equipo de gente de muchos quilates que le genere confianza a la ciudadanía en el manejo de los asuntos del Estado.
Este es momento de conformar grandes equipos. Este no es el momento de reducir la actividad política a hablar mal de Petro y a criticar al Gobierno. Hay que proponer soluciones. Hay que mirar al futuro. Hay que matar la nostalgia por los tiempos pasados para volver a generar esperanza con propuestas sensatas, concretas, realistas.
Si a mediados del año entrante los números le dan para cuajar una opción real de ganar la presidencia, que vaya con toda y se prepare con devoción patriótica para triunfar y gobernar. Pero si no le dan, que se ponga al servicio de una causa superior de unidad y acepte como coequipera empujar ese proyecto desde una fórmula vicepresidencial, o desde una curul de Senado o reservándose para el Gobierno.
Lo único cierto hoy es que ha entrado una peso pesado a la carrera que pone a temblar al petrismo y obliga a los opositores a pellizcarse y a buscar caminos de unión. Vicky no podrá ganar sola, pero difícilmente alguien de oposición podrá ganar sin apoyo de Vicky. ¡Que Dios la proteja!
JUAN LOZANO