Eso concluyó mi mamá y así lo ordenó después de una pelea con un tío comunista de mi papá, que fue siempre un viejo monárquico. Imagínense que votó contra la República en el referéndum posguerra, cuando los italianos por voto popular declararon el fin de la casa Saboya, que había gobernado Italia por más de 85 años. Los Saboya, con más de mil años de fundación, también con Amedeo I reinaron en España de 1870 a 1873. Así que papá hizo parte del 45 % de los italianos que quisieron conservar el régimen monárquico. Italia se partió en dos, casi como ahora con Petro y el ingeniero.
Al mismo tiempo, en Nápoles, ciudad con un alto porcentaje de población de preferencia monárquica, los resultados del referéndum agitaron los ánimos y la protesta monárquica suscitó malestar. Una procesión intentó asaltar la sede del Partido Comunista Italiano en vía Medina para quitar una bandera tricolor expuesta sin el escudo de Saboya, pero las ráfagas de ametralladora, disparadas desde un coche blindado de la policía, que intentaba mantener el orden público, mataron a nueve manifestantes monárquicos, mientras otros 150 resultaron heridos.
Esta advertencia de mi mamá me ha servido mucho en mi vida artística y laboral. Siempre trato de evitar la discusión política con colegas o dependientes. Es que hasta con amigos se vuelve peligroso comenzar a discutir. Y es tanta la fuerza que tiene el legado de mi madre que en mi fundación Corazón Contento, que sirve más de 300 almuerzos diarios a niños de barrios en riesgo, y ayuda a más fundaciones, incluido el refugio La Milagrosa, donde albergan a más de cincuenta adultos mayores abandonados por su familia, mi socio y vicepresidente de la fundación es un uribista furibundo, y no me van a creer que desde cuando trabajamos juntos, en tres años no ha habido un dime ni un direte, y este es el ejemplo que queremos darles a los colombianos. Tú puedes ser rojo, yo, negro, pero si trabajamos para el bien público no tenemos color personal, sino el de las gentes más pobres que necesitan ayuda.
Siempre repito una frase de Nuestro Señor Jesucristo, que ante la pregunta de los apóstoles sobre cómo lo iban a identificar a su regreso, él les contesta que lo busquen entre los más pobres de la tierra. Estos colombianos olvidados, estas familias que están padeciendo el hambre no necesitan discusiones políticas, sino medidas, inversión social, educación e igualdad.
SALVO BASILE