Colombia remontó a lo largo del siglo XX situaciones políticas y económicas muy complejas. Sus dirigentes demostraron la capacidad del país para avanzar hacia el futuro con nuevas ideas y nuevos propósitos.
El gobierno que se inaugure en 2026 tendrá la exigencia de superar la profunda crisis del presente. No para volver atrás sino para mostrar lo que este país podría lograr en los años por venir. No se trata de reconstruir sino de construir futuro. Asimilar las lecciones de la historia y proponer la visión del país y de la sociedad para la Colombia de 2050.
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El siglo XX comenzó en Colombia en medio de la guerra de los Mil Días. Los pocos avances registrados a partir de la independencia en 1819 se perdieron. Era necesario armar de nuevo la Nación. Así lo entendió Rafael Reyes, un presidente mandón y autoritario cuyo gobierno no termino bien, pero instauró en el país un espíritu de concordia política y progreso económico. "Menos política y más istración" fue su lema.
El café, que ya venía cultivándose y exportándose, se expandió aceleradamente trayendo consigo bienestar y paz. De hecho, los cuarenta años siguientes –no exentos de protesta social, problemas económicos y escaramuzas políticas– dejaron atrás las guerras del siglo XIX.
Tristemente el 9 de abril de 1948 interrumpió la convivencia y estalló la Violencia entre los dos partidos políticos tradicionales. Se requirió el acuerdo del Frente Nacional para superar el conflicto político. Y caímos después en el desafío del narcotráfico a finales de los años ochenta y en el de las guerrillas en los noventa y los principios del nuevo siglo. Se pensó que el Acuerdo para poner fin al conflicto armado de 2016 nos conduciría a un país distinto, pero la confrontación política intentó desconocerlo y volver al pasado. Y en ese esfuerzo llegamos al gobierno Petro, que ha pretendido borrar 205 años de historia.
Aprovechar la oportunidad que abre el desastre de la istración Petro para construir un futuro que coloque a Colombia en el lugar de privilegio que merece ocupar.
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La propuesta ganadora en 2026 debería sacarnos del presente y mostrarnos el futuro que, colectivamente, deberíamos construir. Sin demeritar el pasado, pero corrigiendo sus errores. Algunos graves, como el descuido notable de aquellos territorios en la periferia, alejados del centro en donde se concentró el desarrollo nacional.
El país va a encontrarse en medio de un caos profundo y no solamente será necesario recuperar el control de las fuerzas armadas y la Policía en todo el territorio sino repensar el funcionamiento de los sistemas públicos para asegurar el bienestar de la población. Por ejemplo, los de la salud, la educación y la energía. Con respecto a la reconstrucción de este último, Juan Benavides destacó, en un excelente artículo de página entera publicado en este diario en la semana anterior, diez elementos de política para subordinar la transición energética al crecimiento de la economía y a la seguridad en el suministro de electricidad y gas.
Colombia tiene que resolver dos problemas estructurales históricos: el fiscal y el externo. No puede continuar remendando la tributación cada año porque, de ser así, nunca habrá ni crecimiento ni empleo. La ley de financiamiento era un remiendo pésimo; por eso se hundió.
Tampoco será posible continuar dependiendo del petróleo –como lo hicimos del café en el pasado– para la generación de los ingresos externos futuros. La diversificación de las exportaciones, otro objetivo secular de la política económica, debería hacerse realidad e incorporar nuevas áreas y renglones de la producción en toda la geografía nacional.
En fin, se trata de aprovechar la oportunidad que abre el desastre de la istración Petro para construir un futuro que coloque a Colombia, de nuevo, en el lugar de privilegio que merece ocupar.