No ha levantado ampollas. Es una noticia importante que no ha puesto en guardia a nadie. Pero la verdad es que la decisión de la Corte Constitucional de incluir el género no binario en los documentos de identificación es un paso revolucionario –y un paso necesario– para seguir dándole fuerza a la democracia colombiana. El género no binario es, en muy pocas palabras, el de las personas que no se identifican con el binarismo masculino o femenino. Desde la Antigüedad se han dado testimonios de estas identidades. Era apenas justo, apenas lógico, que en la cedula de ciudadanía de Colombia se diera la opción de definirse de ese modo. Y más en estos años en los que el mundo se ha dado a la tarea de reconocer a cada quien como es.
En el terreno de la ficción, que suele adelantarse en la labor de reconocer a quienes aún no han sido reconocidos, se ha estado acudiendo a personajes no binarios –interpretados, dicho sea de paso, por intérpretes no binarios– para dar cuenta del mundo en el que estamos viviendo: en varias producciones, de la serie Billions a la nueva versión de Amor sin barreras, se ha sabido mostrar con respeto la experiencia de reconocerse como lo uno o como lo otro. En el terreno de la lengua española, que suele estar lleno de vigilantes, se han propuesto nuevos pronombres como ‘elle’ o ‘nosotres’.
El fallo de la Corte Constitucional, del lunes pasado, invita al Gobierno y a la Registraduría Nacional a que en los próximos meses incluyan la categoría “no binario” entre las opciones por marcar. Pero fue el 21 de enero de este año cuando el Juzgado Cuarto istrativo del Circuito de Bogotá falló a favor una tutela de Ale Chaparro Amaya, una persona que no se identifica como hombre o como mujer, presentada luego de que la Registraduría reconoció que no podía considerarse a nadie como no binario ni en la cédula ni en el registro civil porque todavía no había sido regulado. Se ha logrado ya. Es una buena noticia que más y más personas existan para nuestra democracia.
EDITORIAL