Hemos repasado un sin fin de veces los beneficios que tiene una buena encamada: disminuye la presión arterial, fortalece el sistema inmunológico, alivia el estrés, quema calorías, e incluso se sabe que ayuda a dormir mejor.
Sin embargo, hemos sido testigos también de esas escenas con tintes románticos que Hollywood le imprime a una secuencia en la que, acabado el acto, alguno de los dos protagonistas llora. Si bien parece un suceso irreal, en el plano de la realidad podría tratarse de un desorden psicológico conocido como ‘disforia poscoital’.
La tristeza, la angustia y la ansiedad son los síntomas que, generalmente, experimentan algunas personas después de darles rienda suelta a los placeres de un polvo. Si bien no está catalogado como un trastorno y existe muy poca información al respecto, la literatura científica ha logrado determinar que las hormonas tienen gran parte de la responsabilidad en este asunto.
Luego de alcanzar el cénit del placer sexual, un torrente de endorfinas, serotonina y dopamina converge libremente en el organismo generando una sensación de bienestar y de placer. Pero como todo lo que sube de manera acelerada debe caer de la misma forma, el sentimiento de melancolía se puede apoderar del momento.
Lo cierto es que si bien la mayoría de las mujeres iten haber experimentado esto en alguna ocasión, los investigadores Joel Maczkowiack y Robert Schweitzer realizaron un estudio para indagar si se trata de algo frecuente también en los hombres.
Para este estudio, los investigadores reclutaron a más de 1.200 participantes, sexualmente activos, con edades comprendidas entre 18 y 81 años. Los resultados arrojaron que el 41 por ciento de los hombres han experimentado disforia postcoital al menos una vez en su vida y al menos el 20 por ciento, de manera reciente. En otras palabras, es una experiencia común tanto para hombres como para mujeres.
Y es que cuando parece que la ficción supera la realidad, cabe recordar que llorar después de una encamada es otra conducta de liberación asociada al clímax y es una circunstancia natural. Aristóteles fue el primero en decir “Omne animal post coitum triste” (“Todo animal se siente triste después del sexo”). Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO
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