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'La mirada antropocéntrica no nos deja ver la inteligencia de las plantas': Paco Calvo
El investigador español habla de su libro Planta sapiens. "Donde hay vida, hay mente", afirma.
Paco Calvo dirige en España un laboratorio interdisciplinario dedicado a estudiar el reino vegetal. Foto: Universidad de Murcia
Paco Calvo lleva más de veinte años observando las plantas de una forma particular: la de un científico que busca desentrañar su verdadera naturaleza. Catedrático de Filosofía de la Ciencia y director del MintLab en la Universidad de Murcia (España), Calvo ha desarrollado una investigación pionera en el área de la cognición y la inteligencia del reino vegetal. Son dos palabras que generan sorpresa cuando se citan juntas: inteligencia + plantas. Sin embargo, en su laboratorio, este científico ha logrado evidencias que pueden dejar con la boca abierta al que cree que la inteligencia es solo cosa de humanos. Claro: hablamos de una inteligencia diferente, pero no por eso menos posible.
Conductas anticipatorias, flexibilidad, comunicación, toma de decisiones, acciones orientadas a metas. Calvo ha reunido datos que pueden cambiar la manera como vemos el mundo vegetal. En su libro Planta sapiens presenta lo descubierto durante estos años de investigación.
Empieza su libro con la descripción de un experimento en el que le aplica a una planta —a una mimosa— un anestésico usado en animales. La planta ‘cae dormida’. ¿Qué fue lo más importante que concluyó con esta prueba?
Sabemos que la vida puede ser anestesiada. Estar vivo significa que puedes estar temporalmente en stand by, en parada técnica. Lo más interesante en este caso viene después, cuando la planta sale de la anestesia y recupera lo que había perdido provisionalmente. ¿Qué está recuperando? La respuesta es la mentalidad, la experiencia subjetiva, su sintiencia. Si la tocas, se vuelve a cerrar; si la sometes a estrés, se vuelve a estresar. A mí me gusta pensar que donde hay vida, hay mente. Y no me refiero solo a las plantas, sino a cualquier forma de vida.
Es una idea que se nos dificulta aceptar, porque estamos acostumbrados a relacionar conceptos como mente o inteligencia con el ser humano...
Tenemos una mirada antropocéntrica, zoocéntrica, neurocéntrica. Incluso ‘locomocioncéntrica’, estamos obsesionados con la locomoción, con el desplazamiento. Por eso no vemos la inteligencia de las plantas. Claro, se puede pensar: hace falta tener neuronas. A nosotros —animales bípedos— la evolución nos ha dotado de un tejido neuronal que ponemos al servicio de nuestras necesidades de locomoción. Somos heterótrofos, salimos a cazar, a alimentarnos, no podemos fabricar nuestra comida con la luz, como hacen las plantas. Un sistema nervioso nos sirve para responder a nuestra condición. Pero que a nosotros nos haya servido no quiere decir que sea necesario. Muchos piensan que las plantas se pueden dar el lujo de ser tontas. Como están arraigadas al sustrato, solo ven la vida venir. Pero es al revés: si las plantas no se han extinguido, si siguen pasando sus genes, a pesar de no desplazarse ni tener neuronas, qué listas tienen que ser. Debería maravillarnos más este hecho. Lo que tenemos que hacer es entender qué tipo de estrategias explotan para conseguirlo.
Se podría pensar que lo que hacen es adaptación, no el resultado de un comportamiento inteligente...
No todo comportamiento tiene por qué ser inteligente. Dicho de otra manera, hay respuestas muy tontas, nos podemos comportar de forma estúpida, nefasta. No es en sí el hecho de que te comportes, es que las respuestas que des no sean solo adaptativas —que han de serlo, si no, no estaríamos aquí—, sino que no se reduzcan a lo que traemos preprogramados en los genes. Un ser vivo debe ser capaz de anticiparse a las fuentes de estrés, a lo que pueda ser perjudicial para su salud, porque en el entorno, aunque pasen muchas cosas de manera regular, siempre hay margen para la sorpresa. Tiene que haber espacio para una respuesta novedosa, que no venga escrita en el código genético. Y eso ya no es una mera adaptación, porque cambiar el chip, estar alerta, depende de la flexibilidad, de respuestas anticipatorias, predictivas.
Hablemos de algunos casos en los que haya visto estas conductas predictivas, orientadas a metas...
Las plantas trepadoras, por ejemplo, que dirigen sus respuestas en forma de crecimiento. Hay plantas trepadoras que no destinan todos sus recursos energéticos a tener una base sólida y rígida, sino a hacer un crecimiento rápido orientado a metas. Buscan hallar algo que ya esté crecido —un hospedero, un árbol— y enroscarse y trepar. Si no tienen un sistema de detección precoz, van a ir dando palos de ciego. Este caso permite ver la diferencia entre una mera adaptación y una conducta inteligente. En el laboratorio estudiamos si una trepadora simplemente crece, y por ese puro crecimiento acaba topándose contra algo a lo que se enrosca, o si lo busca activamente. Una acción intencional. Hacemos time-lapse, fotografías por lapso de tiempo, y estudiamos la dinámica para ver si hay, entre otras cosas, patrones de aceleración o desaceleración.
Cambian su conducta ante la presencia de depredadores cercanos. ¿Cómo actúan?
Una cosa es que las plantas no puedan huir —están ancladas al suelo— y otra que no sepan que les están haciendo daño. De hecho, ponen toda una maquinaria defensiva a su servicio y al servicio de la comunidad. Segregan sustancias tóxicas, lanzan señales aéreas que alertan a otras partes de la misma planta, o a plantas circundantes, para decir: cuidado, hay algo que está acechando, hay un herbívoro está comiéndome. Incluso, mediante señales químicas, son capaces de atraer al depredador natural de ese herbívoro para que la libre de él. Hay otras plantas que convierten, por ejemplo, a una oruga en caníbal. Esta es la situación: una oruga se está comiendo una planta, la planta libera toxinas que hacen que la oruga deje de comérsela y, en cambio, se coma a la oruga de al lado. Así matan dos pájaros de un tiro: la oruga muerta ya no la va a molestar y la otra queda saciada. Sus estrategias son múltiples.
¿Qué cosas pasan a nivel subterráneo? Dice que la raíz debería verse como la cabeza de la planta.
Paco Calvo dirige en España un laboratorio interdisciplinario dedicado a estudiar el reino vegetal. Foto:Universidad de Murcia
Nos maravillamos de la conducta vegetal en su parte aérea -el tallo, las hojas, las flores- pero a veces ignoramos el grado de sofisticación que está teniendo lugar bajo tierra. Allá pasan infinidad de cosas. Las raíces están en constante comunicación, monitorizando la información del entorno y de formas de vida vegetales y no vegetales. Una lombriz subterránea es información, un químico es información. Qué vecinos se encuentran alrededor, si son o no de la misma especie. Eso es muy importante porque la planta puede saber si conviene competir o no por los recursos. Se comportan de manera distinta si el que está creciendo al lado es competencia potencial o es un colaborador con el cual establecer una relación simbiótica.
Afirma, además, que tienen moléculas equivalentes a los neurotransmisores...
Los escépticos nos afean cuando hablamos de neurotransmisores en plantas. Glutamato, GABA, dopamina, serotonina. Todo esto, que llamamos neurotransmisores cuando se trata de un modelo animal, está en las plantas. Y no solo están, sino que muchas veces desempeñan también un rol de señalización. ¿Y sabes por qué se resisten a llamarlos neurotransmisores cuando están en una planta? Porque atenta contra la definición que el diccionario tiene de neurotransmisor, que implica la existencia de una sinapsis. Pero si las plantas tienen esas moléculas y no usan sinapsis —porque no tienen neuronas—, ¿no sería más fácil redefinir el término? Una definición más abarcadora nos permitiría entender qué es lo que nos une a todos y no qué es lo que nos divide.
Respecto a la necesidad de redefiniciones, usted cita al neurocientífico Rodolfo Llinás, en el sentido de ampliar el concepto de sistema nervioso...
Rodolfo Llinás es un ejemplo de alguien que ha sido capaz de pensar distinto. Lo que está haciendo es redefinir el término ‘sistema nervioso’. El peso de las etiquetas lingüísticas es muy nocivo. Cuando algo no encaja en nuestro marco lingüístico, lo desdeñamos, en vez de revisar ese marco. Lo que dice Rodolfo Llinás es: cuidado, si la comunicación electrofisiológica es lo que regula, en parte, la conducta de un organismo, cuando encontramos sistemas que lo hacen de forma no neuronal —como las plantas— no quiere decir que no regulen sus patrones comportamentales con base en la propagación de impulsos eléctricos. Esos impulsos son los mismos que los que circulan el flujo de información a través de un sistema nervioso. De hecho es por eso que no debería llamar la atención que un anestésico animal funcione para poner a dormir una planta. El anestésico actúa igual en una neurona que en una célula vegetal.
¿Ha registrado esta actividad eléctrica?
Sí. La inteligencia, ya sea en plantas o en animales, no se puede observar directamente. Podemos observar la conducta y, con base en ella, en su grado de sofisticación, de flexibilidad, etcétera, inferir que ese organismo es más o menos inteligente. Otra ventana que tenemos es la observación de aquello que se correlaciona con su conducta. En los humanos, por ejemplo, la neuroimagen cerebral permite ver qué zonas del cerebro se activan en determinadas acciones. Nosotros también podemos observar eso. Lo hacemos con electrodos que inyectamos en el tallo de la planta, en el floema, para registrar ese flujo de actividad electrofisiológica. Insisto: sin necesidad de pensar que lo que monitoreamos es actividad neuronal, porque no lo es. Es electrofisiológica.
¿Hay evidencias de que sientan dolor? Dice que en momentos de estrés liberan anestésicos, como etileno o etanol...
Esa es una pregunta que sigue abierta. No tenemos respuesta experimental a la fecha de hoy. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que sufren estrés. Lo interesante es que no es casualidad que esas sustancias que citas son generadas por la propia planta y que tienen propiedades anestésicas. Somos tan chovinistas que cuando identificamos la molécula y el principio activo solo pensamos en lo bien que nos viene sintetizarlo y hacer negocio en el laboratorio farmacéutico; sacar una patente y venderla en forma de capsulita para lo que sea. La melatonina para dormir por la noche, por ejemplo. Se nos olvida que la planta sintetiza su propiamelatonina. Una leguminosa, cuando pliega sus hojas por la noche, tiene un pico alto de melatonina. La planta segrega una concentración en la noche, idéntico a animales. El perfil es el mismo, porque la planta también está yéndose a la cama. No es una metáfora, no. Si la planta pliega las hojas por la noche, si necesita descansar para reparar su ADN, ¿por qué nos cuesta decir que está durmiendo?
La pregunta del dolor está abierta. ¿Pasa lo mismo respecto a si piensan?
Ojo: no es que esté abierta porque no tengamos evidencias, sino porque lo que sigue abierto es la reconceptualización de qué es el pensamiento humano. Estamos hablando de lo que hay que hacer para comprender la inteligencia vegetal presuponiendo que entendemos en qué consiste la inteligencia humana. Nos sentimos incómodos con la idea de ‘Planta sapiens’ porque creemos saber qué significa Homo sapiens. Entonces decimos: una planta no puede ser lo mismo que lo humano. Para mí, no hay vida sin pensamiento. Esto está claro. El problema es que nos cuesta disociar la palabra pensamiento y evitar antropomorfizarla. Comprender en qué consiste la inteligencia vegetal tiene que servirnos para repensar qué significa la inteligencia humana.
¿Qué pregunta quiere responderse hoy en su laboratorio?
Su posibilidad de aprendizaje asociativo. Un poco como el perro de Pavlov, que asocia la campanilla a la comida. No es descabellado pensar que las plantas aprenden a detectar regularidades. "Esto suele ir acompañado de esto otro". Porque eso les permite tener una respuesta anticipatoria. Establecer asociaciones tiene un rédito evolutivo. Pero es más interesante que eso. Porque hay formas sofisticadas de aprendizaje asociativo que en el reino animal se identifican como marcadores de sintiencia, de consciencia. Con esto experimentos nos gustaría, por un lado, establecer la evidencia de que las plantas aprenden de esta manera y, por otro lado, ver cuán sofisticadas pueden ser esas formas de aprendizaje para que sirvan como el marcador equivalente en el reino vegetal a los que en el reino animal nos dan la sospecha de que son seres sintientes. En un plano más abstracto, quisiera entrenar el ojo para apreciar aquella conducta inteligente que no vemos a simple vista. ¿Y si hay inteligencia por todos lados, delante de nuestras narices, pero no la vemos porque no somos capaces de quitarnos las gafas antropocéntricas? Tan importante como recabar los datos es tener una mirada limpia sobre ellos. Así que hay mucho trabajo por hacer.