Siempre recordaré mi última inmersión en la isla Malpelo. Durante la época de surgencia, cuando suben aguas frías y ricas de nutrientes, la productividad del plancton alimenta cardúmenes de peces que forman gigantescos remolinos. Los localizamos porque desde lo alto se clavan aves, en especial piqueros. Los primeros en aprovechar esta bonanza estacional.
Lo mejor es ver cientos de tiburones sedosos y atunes de aleta amarilla consumiéndolos. Los tiburones entran al cardumen con su vientre blanco hacia arriba. Un frenesí natural único.
Tristemente, los estudiantes bajo mi dirección –que van todos los años–, colegas de Parques Naturales y La Fundación Malpelo no han vuelto a ver este safari marino en los últimos años. ¿Por qué?
Venimos hablando de tiburones desde octubre del año pasado cuando salió la resolución 350, del ministerio de Agricultura sobre cuotas de pesca, incluyendo 475 toneladas de tiburón y, por primera vez, una cuota de 15 toneladas para aletas de tiburón. Esto prendió las alarmas porque semánticamente sugiere un fomento del aleteo y la captura de tiburones, incluyendo especies amenazadas.
Recientemente, salió una resolución corregida sin la cuota de aletas. Luego el ministerio de Medioambiente y Desarrollo Sostenible y la autoridad pesquera, Aunap, circularon proyectos de decreto y nuevos documentos técnicos, respectivamente, en busca de retroalimentación ciudadana. Pero, ¿incluirán las medidas necesarias que aboguen por la sosteniblidad de las especies?
Muchas de esas embarcaciones, la mayoría extranjeras, no contaban con observadores y no hay datos completos sobre sus faenas de pesca. Es urgente preocuparnos por la sostenibilidad delos tiburones en el Pacífico colombiano. La captura incidental artesanal realmente es insignificante frente a lo que pasa con la pesca industrial.
Si queremos mantener unos ecosistemas marinos sanos, todos los barcos deben tener un observador a bordo y se deben implantar medidas eficientes para devolver los tiburones capturados, que según las fuentes de EL TIEMPO, suben vivos a los barcos. Es ahora o nunca.
JUAN ARMANDO SÁNCHEZ
Profesor titular, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia