En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
La carta que solo entenderá quien ha llorado la muerte de su mascota
Con estas emotivas palabras María Camila Sánchez despidió a su perrita ciega que murió de 17 años.
María Camila Sánchez comparte la historia de su mascota, Luna. Foto: María Camila Sánchez
Sé que para muchos puede ser una exageración, ¿por qué escribirle a un perro una carta como si fuera un humano? pero quienes al igual que yo han tenido que luchar junto a su mascota sabrán que no es fácil despedir al que se convierte en un miembro más de la familia. Yo creo que ella nunca supo del todo que era un perro, pues se comportaba como una más de nosotros.
Quienes no la conocieron podrían decir que era una French Poodle más, pero la verdad es que fue el mejor perro del mundo. Con su lucha de 17 años me enseñó que si tú tienes ganas de vivir, tu cuerpo así lo va a entender y por eso, aunque estés envejeciendo, el amor te regalará más años.
Luna falleció 15 días antes de mi grado de Maestría, fue difícil que no estuviera ahí, pues ella me acompañó durante mi primaria, secundaria, la universidad, en mis trasnochadas editando cosas para el trabajo e incluso en momentos tan duros como el divorcio de mis papás.
Fue a raíz de sus primeras cirugías que me di cuenta que ya no era la cachorra que vi por primera vez cuando yo tenía tan solo ocho años. Siempre fue muy sana, pero a los 10 años empezaron una serie de cirugías que afrontó con valentía.
Aunque le sacaron uno de sus ojos siguió siendo una perra feliz. Su otro ojo también fue consumido por las cataratas y por eso con el tiempo quedó ciega
Para esa época le salió un otohematoma, un hematoma que se forma por la acumulación de sangre sobre la lámina de cartílago en las orejas, esa fue su primera cirugía. Dos años después, fue intervenida por un glaucoma, la llevamos al mejor especialista y aunque le sacaron uno de sus ojos siguió siendo una perra feliz. Su otro ojo también fue consumido por las cataratas y por eso con el tiempo quedó ciega.
Puedo decir que la lección más grande que me dejó fue su valentía, Luna aprendió a vivir con su ceguera en tiempo récord y aunque nosotros pensábamos que era el fin de su mundo, ella simplemente se adaptó, continuó jugando y aprendió a conocer el mundo de otra manera.
La última intervención que le hicimos, cuando pensamos que se nos iba, fue en 2016. Ella empezó a enfermarse y su vientre se llenó de pus porque no sabíamos de la importancia de esterilizarla joven. El médico nos dijo: "parece que Luna se cansó de vivir". Tras varios exámenes decidieron sacarle la matriz a sus casi 16 años.
Le pedíamos a Dios que nos la dejara otro tiempo sin que sufriera y la tuvimos un año y seis meses más.
Una foto de las muchas aventuras juntas. Foto:María Camila Sánchez
Fue una lucha contra reloj, era evidente que Luna ya tenía una edad avanzada. Toda la vida inspiró mucha ternura, aún con su vejez se esforzaba por expresarnos amor con sus ladridos y moviendo su cola aunque no le era tan fácil.
Sus huesos estaban débiles, su piel no era la misma, era como cuidar a una hermana que estaba en la tercera edad. Mi mamá Elsa hizo varios cambios en casa para facilitarle el día a día -al fin de cuentas Luna se convirtió en su segunda hija-, construimos un comedor a su medida para que no se agachara tanto y le dábamos una mayor cantidad de agua.
Los médicos nos decían que la consintiéramos y respondiéramos a sus caprichos para que accediera a comer lo suficiente. Por eso rompimos su dieta dándole arequipe, café con pan, cruasán de queso con bocadillo; queso con arequipe al desayuno y ponqué de cena, lo que fuera necesario para que comiera.
El 14 de abril de 2018 algo no estaba bien. Vomitaba el suero, empezó a temblar y no reaccionaba. La llevamos a la clínica en un taxi y allí nos explicaron que no eran temblores, había sufrido una convulsión dormida que duró unos 11 minutos.
Cuando llegamos a la clínica se la pasamos al médico y le empezó la segunda convulsión. Él se la llevó y cuando salió de la sala se acercó y nos dijo: "Lunita está mal, las convulsiones están muy largas y es mejor que tomen una decisión".
Nosotras no queríamos decidir, suplicábamos que se fuera de una. Nadie quiere tomar la decisión de soltar del todo a quien ama y menos decidir inyectarla para ponerle fin a su vida, pero sabíamos que no podíamos ser egoístas y que aunque la queríamos con nosotras era tiempo de que descansara.
Siempre tuve mucho miedo de ponerle la inyección, pero había llegado el momento. La acompañamos, la canalizaron y estuvimos con ella hasta que se fue apagando poco a poco.
Lo último que se apagó en ella fueron sus ganas de vivir. Caminé tanto tiempo agarrada de su patica que aún es difícil recordarla
A las 12 el médico me miró con el estetoscopio en el pecho de Luna y me confirmó que se había ido del todo. Nos quedamos una hora más hasta que su cuerpo se puso duro, extraño. Hicimos todos los trámites funerarios, la velamos unas horas en Capillas de la Fe y el martes siguiente asistimos a su cremación. Le dimos lo mejor hasta el último momento, ¿Cómo no hacerlo si ella nos dio tanto?
Es increíble el amor que se le puede tener a una mascota y las lecciones tan profundas que te dejan con su partida. Luna llegó cuando yo tenía ocho años y ella tres meses, un sábado 3 mayo del 2001. Ese día asomó su cabeza por la puerta de mi habitación y empezó una historia que duró 17 años.
Salir del dolor ha sido un trabajo de tiempo, pero poco a poco lo he logrado entendiendo que vivió lo que más pudo y dando siempre lo mejor de mí a esos compañeros de planeta que tenemos llamados animales. Sé que es un adiós temporal, mi clamor es que cuando me toque a mí partir, sea ella la que me reciba moviendo su colita ensortijada de marrano y ladrando con una pelota en el hocico.
Lo último que se apagó en ella fueron sus ganas de vivir. Caminé tanto tiempo agarrada de su patica que aún es difícil recordarla, pensarla y no sentir nostalgia.
*Esta historia fue escrita por Diana Ravelo con el testimonio de María Camila Sánchez, Comunicadora Social de la Universidad Javeriana.
DIANA MILENA RAVELO MÉNDEZ
Twitter: @DianaRavelo
ELTIEMPO.COM
Luna en uno de sus cumpleaños. Foto:María Camila Sánchez