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Análisis

El mundo debe prepararse para olas de calor extremo aun peores de las que ya se están viviendo

Por el calentamiento global, cada vez más gente sufre temperaturas extremas que ponen en riesgo no solo su salud, sino las economías. ¿Qué hacer?

Mantenerse hidratado, una de las claves para evitar un golpe de calor.

Mantenerse hidratado, una de las claves para evitar un golpe de calor. Foto: iStock

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La gente en toda Asia espera con ansias el final de la temporada de olas de calor. En mi país (Filipinas), el primer tifón del año llegó a fines de mayo y bajó unas temperaturas que habían trepado hasta casi 50 °C. En los últimos meses, el calor récord provocó cierres de escuelas, un marcado aumento de las visitas a las salas de emergencias, reducción de la productividad y el regreso del trabajo a distancia.
Los efectos de olas de calor extremo sobre la salud pública y la economía pueden ser inconmensurables, pero la velocidad a la que se los olvida es alarmante. Esto se parece al ciclo de pánico y olvido que muchas veces sigue a las pandemias: las sociedades olvidan las enseñanzas de las crisis sanitarias pasadas, y la siguiente las encuentra mal preparadas.
Así como debemos mejorar la preparación para pandemias, también tenemos que mitigar los riesgos sanitarios de temperaturas mortales. Con la aceleración del cambio climático, se prevé que las olas de calor se vuelvan cada vez más frecuentes e intensas, sobre todo en Asia. Y para sobrevivir a esta ‘nueva normalidad’, no sirven recomendaciones de salud pública inadecuadas, como beber más agua y permanecer en espacios con aire acondicionado (como si la mayor parte de la población mundial tuviera a acondicionadores de aire, o incluso, a agua potable). Tampoco es aceptable que se sugiera a las mujeres no usar ropa interior para soportar mejor el calor extremo, como dijo hace poco una exministra de Salud filipina.
En vez de eso, los gobiernos deben adoptar una estrategia más proactiva y acelerar la creación de resiliencia térmica. Cuando llegue la próxima ola de calor histórica, todos los países deberían tener un plan nacional para hacerle frente, junto con medidas de adaptación para las comunidades locales. De hecho, todos los aspectos de la formulación de políticas deberían verse a través del lente de la resiliencia. Además del sector sanitario, las principales prioridades deben ser la vivienda, el transporte y el agua (tres cuestiones incluidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible).

Empezar por las casas

Lo primero debe ser la vivienda. Muchas de las personas más vulnerables de Asia viven en viviendas públicas mal ventiladas o en barrios marginados densamente poblados y con poca arborización. Se estima que en todo el mundo unos 1.600 millones de personas padecen condiciones habitacionales inadecuadas (es posible que la cifra real sea incluso mayor, ya que muchos estudios no tienen en cuenta la ventilación).
Hay opciones de adaptación más viables que aconsejar a los pobres vivir en edificios con aire acondicionado. Además de ser costosos, los acondicionadores de aire consumen muchísima electricidad, y algunos investigadores calculan que son causantes del 3,9 por ciento de la emisión mundial de gases de efecto invernadero. En vez de quemar más combustibles fósiles para satisfacer este incremento de la demanda de energía, los gobiernos deben reimaginar el desarrollo urbano para proteger a un mismo tiempo el planeta y la salud pública.
Por ejemplo, algunos países de Asia (entre ellos Indonesia y Singapur) han comenzado a usar pinturas de techo reflectantes que permiten reducir la temperatura interna de los hogares por bajo costo.
Otro sector muy sensible al calor es el transporte. En los países de ingresos bajos y medios es común que la gente se exponga a temperaturas extremas en sus traslados diarios, viajando en autobuses abarrotados o esperando largo tiempo el tren en estaciones sofocantes. Invertir en sistemas de transporte sostenibles que también ofrezcan alivio durante las olas de calor es crucial para alcanzar objetivos climáticos y sanitarios vitales.
Para generar resiliencia térmica, los gobiernos también deben hacer frente a la crisis mundial del agua. La hidratación es una protección crucial contra el calor extremo, pero casi un tercio de la población mundial no tiene a agua potable segura. Y la distribución de agua en botellas plásticas de un solo uso no es la solución; igual que el aire acondicionado, son costosas, carbonointensivas y contaminantes.

Los grupos prioritarios

Los programas de preparación térmica deben poner el acento en los grupos muy vulnerables, por ejemplo, agricultores y pescadores, trabajadores fabriles y de la construcción, ancianos y personas con comorbilidades. También hay que incluir a presos, migrantes detenidos y pacientes psiquiátricos: todos ellos suelen estar confinados en espacios abarrotados y tórridos.
Igual que los protocolos de respuesta a pandemias y tormentas, la preparación térmica debe ser parte integral de las políticas sanitarias. Para ello, los países asiáticos deben actualizar sus sistemas de vigilancia de enfermedades para que incluyan las relacionadas con el calor, antes de que la región atraviese otra ola de calor histórica. También es crucial mantener suministros adecuados de equipamiento médico, desde elementos básicos (por ejemplo, fluidos intravenosos) hasta chalecos refrigerantes.
Además, hay que incluir los efectos potenciales del calor extremo en la formación y el entrenamiento de médicos que atienden emergencias, trabajadores de salud comunitarios y proveedores de atención primaria, que suelen ser el primer punto de o de los pacientes desfavorecidos. Lamentablemente, en mis tiempos de estudiante de medicina, la gestión clínica de enfermedades relacionadas con el calor (como el golpe de calor) se mencionaba muy por encima.
Finalmente, necesitamos investigaciones centradas no solo en la epidemiología del calor, sino también en la eficacia de diversas políticas e intervenciones. Por ejemplo, la Universidad Nacional de Singapur creó en 2023 un centro de investigación dedicado a la resiliencia térmica; el instituto al que pertenezco lo complementará con una nueva iniciativa sobre salud planetaria que ayudará a comunidades y sistemas sanitarios de toda Asia a generar resiliencia climática.
Frente al aumento alarmante de las temperaturas mundiales, no tenemos otra alternativa que adaptarnos a un mundo más cálido. Pero al mismo tiempo debemos insistir en acelerar la descarbonización, ya que puede reducir la frecuencia e intensidad de las olas de calor extremo. Presionando a gobiernos y empresas para que dejen de quemar combustibles fósiles, podemos generar auténtica resiliencia térmica y mejorar la salud planetaria.

Los niños, grandes afectados

Un total de 466 millones de niños, es decir, uno de cada cinco a nivel mundial, vive actualmente en zonas donde cada año se registran al menos el doble de días de calor extremo que hace seis décadas, reportó esta semana Unicef en un informe.
El documento, elaborado con estadísticas tomadas en el período 2020-2024 y que considera como calor extremo aquellos días con más de 35 grados, advierte sobre el impacto negativo que puede tener esto en “la salud, el bienestar y las actividades cotidianas” de la infancia.
"Los niños no son adultos pequeños, sus cuerpos son mucho más vulnerables al calor extremo, se calientan más rápido y se enfrían más lentamente (…) su corazón late más deprisa y respiran más rápido” y para “un bebé que no transpira como un adulto para regular la temperatura, puede ser literalmente mortal”, explica Lily Caprani, funcionaria de la Unicef. Estas temperaturas extremas pueden tener también un impacto en el desarrollo neurológico y la salud mental de los pequeños, y hacerlos más vulnerables a enfermedades como el paludismo.
Según Unicef, los niños de 16 países sufren ahora más de un mes adicional de días extremadamente calurosos que lo que ocurría en 1960. Y en naciones como Mali, Níger, Senegal, Sudán y Sudán del Sur –las más afectadas– los niños pasan más de la mitad del año bajo temperaturas extremas.
En África occidental y central, 123 millones de menores (39 % del total en esta región) viven más de un tercio del año con temperaturas superiores a los 35 ºC.
En América Latina y el Caribe, 109 millones de niños viven en zonas donde la frecuencia de las olas de calor se ha duplicado y 56 millones en lugares donde se ha triplicado. Mientras que Europa y Asia central, 55 millones de menores habitan áreas donde también se ha duplicado la frecuencia de este fenómeno extremo y 7 millones en otros donde se ha triplicado.
El calor afecta seriamente la educación de los menores, pues en muchos países se pierden muchos días de clases por esta razón. “En los primeros meses de 2024, al menos 80 millones de menores han perdido clases debido al cierre de escuelas por el calor extremo”, detalla Caprani, que piensa que la cifra es mucho más elevada.
Los datos muestran que en 100 países más de la mitad de los menores sufren dos veces más de canículas (al menos 3 días de temperaturas altas) que hace 60 años.
Debido al cambio climático provocado por las actividades humanas, 2023 fue el año más caluroso desde que hay registros y 2024 podría registrar un nuevo récord.

Casi 48.000 muertes en Europa

Un total de 47.690 personas murieron en Europa a causa de las altas temperaturas en el 2023: el año más cálido registrado a nivel mundial y el segundo con más mortalidad por calor de la última década, según un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicado en la revista científica Nature Medicine.
Los países con mayores tasas de mortalidad relacionada con el calor se encuentran en el sur de Europa: Grecia (393 muertes por millón), Bulgaria (229 muertes por millón), Italia (209 muertes por millón) y España (175 muertes por millón).
Los resultados del estudio de ISGlobal, en línea con investigaciones anteriores, muestran una mayor vulnerabilidad de las mujeres y las personas mayores. Teniendo en cuenta la población, la tasa de mortalidad relacionada con el calor fue un 55 % más alta en mujeres que en hombres, y un 768 % más alta en personas mayores de 80 años que en personas de entre 65 y 79 años.

Cuatro datos muy elocuentes

1. ‘Hierve’ el Mediterráneo. El 11 de agosto, la temperatura promedio diaria de la superficie del mar Mediterráneo alcanzó 28,67 °C, cerca del récord de 28,71 °C medido el 24 de julio de 2023, reveló el Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona.
2. Catástrofe en Corea del Sur. Al menos 763.000 animales de granja han muerto en el país asiático en la ola de calor más prolongada que haya vivido esa nación. La combinación de unas temperaturas máximas, que han llegado a alcanzar los 40 grados centígrados, con niveles de humedad cercanos al 70 %, están asfixiando al país asiático desde finales de julio.
3. Incendios forestales. Mientras Grecia, Macedonia y Bosnia enfrentan hoy graves emergencias por este fenómeno, esta semana la Comisión Europea reveló que en el verano del 2023 los incendios forestales arrasaron más de medio millón de hectáreas (504.002) en el Viejo Continente: una superficie dos veces mayor que Luxemburgo.
4. Récord histórico. El domingo 21 de julio fue el día más caluroso registrado hasta la fecha en el mundo, según datos preliminares del observatorio europeo del clima, Copernicus. La temperatura media mundial llegó ese día a 17,09 ºC en una centésima (0,01 ºC) por encima del récord precedente del 6 de julio de 2023.
RENZO R. GUINTO (*)
© Project Syndicate
Singapur
(*) Profesor asociado de Salud Global y Planetaria en la Facultad de Medicina Duke-NUS de Singapur.

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