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‘La causa animalista es la revolución moral del siglo’
La concejal Andrea Padilla logró un importante avance por la lucha de la defensa de los animales.
El proyecto señala que se deberá ayudar a
las personas que ocupan 71 locales donde se lleva a
cabo el comercio de animales vivos. Foto: FOTO: GUILLERMO OSSA. EL TIEMPO
¿Qué será de la humanidad mientras continúe masacrando su entorno? ¿Qué será de esta especie mientras su ego la sostenga en un pedestal que le hace creer que se puede sobreponer a la naturaleza?
Pitágoras, considerado el primer filósofo animalista y, hasta donde se sabe, un fiel defensor del veganismo, decía que mientras la humanidad siga por ese camino destructor no conocerá la salud ni la paz. Y esto lo dijo en el siglo VI a. C
Sin duda, no hace falta sino mirar el mundo en el que vivimos para darnos cuenta de que el pensamiento del filósofo griego era acertado. Sin embargo, la esperanza perdura y –en contrapeso a la voracidad del consumo– cada vez más personas se suman en la lucha por defender algo que es lógico y casi que instintivo defender: la naturaleza.
Andrea Padilla forma parte de ese grupo que cada vez coge más fuerza en el mundo. Es una fiel defensora de la causa animalista desde hace años y actualmente ejerce una voz directa sobre la toma de decisiones del sector público como concejal de Bogotá.
Esta semana logró un hecho importante: que se prohibiera la comercialización de animales vivos en las plazas de mercado, se desincentive la comercialización y reproducción de animales domésticos susceptibles de padecer enfermedades genéticas, y que se prohibiera la comercialización de aves consideradas ‘ornamentales’.
El proyecto fue aprobado en el Concejo y ahora pasará a manos de la alcaldesa Claudia López para que sea sancionado y entre en vigor.
¿Por qué lograr la prohibición de la comercialización de animales en plazas de mercado es tan significativo?
En todas las ciudades del mundo hay escenarios de violencia contra los animales que están en las narices de los ciudadanos. Están ahí, en las plazas de mercado, en las calles, en las vitrinas, en las plazas de toros, en los zoológicos. Y si no logramos derrotar esos escenarios de violencia y de crueldad con los animales que están al frente de nosotros, pues difícilmente vamos a poder avanzar hacia otros escenarios que están mucho más ocultos. Ese es el lado simbólico. Y por otro lado, porque ya no vamos a ver a esos 15.000 animales que son comercializados en plazas de mercado, ya no van a estar ahí sufriendo. Se le va a cerrar la puerta a un negocio cruel.
Andrea Padilla es concejal de Bogotá 2020-2023 por el partido Alianza Verde. Foto:FOTO. CORTESÍA ANDREA PADILLA
¿Qué cree que ha dado pie para que estos temas tengan cada vez más fuerza?
Creo que la agenda global está poniendo en primer lugar estos temas ambientales urgentes y, en general, las reivindicaciones no clásicas, como la agenda LGBTI con un abecedario de diversidad que se extiende. En cuanto a lo ambiental, es que el tiempo se está acabando y si no metemos los frenos de emergencia ya, no va a haber planeta en el cual vivir ni una especie que sostener, porque ya no van a haber ni siquiera condiciones de supervivencia para la especie humana. Ya estamos en la sexta extinción. Pero también se debe a esa revolución cultural que se está produciendo gracias a las nuevas generaciones.
Por ejemplo, los jóvenes se alimentan de otra forma: la cifra de vegetarianos hoy en el mundo es de 600 millones. Incluso, ya se habla de un promisorio negocio verde en crecimiento que reúne negocios veganos, energías renovables... Todo esto está propiciando un hábitat para que estas agendas alternativas finalmente den cosecha. Además, se está generando una movilización que no se puede ocultar, y que está despertando el interés de los sectores políticos.
En la descripción que da sobre sí misma en su página web dice que en la causa animalista encuentra la “revolución moral más importante del siglo”. ¿A qué se refiere?
Yo creo que las personas hemos logrado trascender obstáculos mentales y lograr cierto consenso con respecto a los derechos de los seres humanos. Hoy nadie pondría en tela de juicio que los seres humanos tenemos dignidad intrínseca, que tenemos derechos fundamentales, que hay unos valores rectores de la vida en sociedad: igualdad, justicia, dignidad, etc.
Pero no ha sido así con los animales. Reconocemos que hay que cuidarlos, protegerlos, yo creo que difícilmente alguien se opondría a la idea de que deben ser protegidos por el hecho de que sienten, pero todavía hay mucha resistencia al reconocimiento de los derechos legales de ellos. Ahí es donde creo que está la revolución moral más importante de nuestro siglo: en el hecho de entender que por ser animales de especies distintas a la humana no se les excluya de ser merecedores de derechos legales.
Seguimos creyendo que la especie es una barrera, y en ese sentido es el gran ‘ismo’ que nos falta por superar. Ya hemos superado en cierto punto el sexismo, el racismo, el clasismo..., por lo menos se ha hecho en el papel y en los consensos de derechos. Pero no hemos superado el especismo, esa idea de que los animales por el hecho de pertenecer a especies distintas a la humana están a nuestra disposición.
Esto se trata finalmente de derribar un prejuicio, una creencia que no tiene ningún asidero real, y es solamente un obstáculo mental o, incluso, un obstáculo económico. En el momento en el que les reconozcamos a los animales sus derechos fundamentales y dignidad, el sistema capitalista va a temblar.
¿Por qué dice que el capitalismo empieza a temblar?
Porque todo nuestro sistema de producción y consumo está basado en la explotación de animales. Mira solamente el sistema de alimentación. Como los animales tienen la categoría de cosas, están sometidos a un régimen de propiedad y por lo tanto, los podemos explotar. Pero en el momento en el que les reconozcamos a los animales dignidad y el derecho a la vida, se desploma todo el sistema capitalista. Entonces, tal vez una forma de transitar que podría ser funcional sería la de incluir en el sistema jurídico a los animales como “seres sintientes no humanos”.
Eso permitiría garantizar los derechos básicos de los animales. Cuando hablo de derechos básicos me refiero a derechos inalienables, innegociables, como que los animales tengan derecho a vivir su vida en condiciones de libertad, a no ser sujetos a tratos crueles, a tener integridad física.
Es decir, cosas básicas. No se trata de reconocerles a los animales los mismos derechos que a las personas, porque los animales no necesitan derecho a la participación política, ni a la movilización ciudadana ni a la educación...
No me queda claro en qué punto entra ahí el capitalismo...
El capitalismo hoy está amarrado y cimentado sobre la negación de los derechos a los animales. Por ejemplo, para un avicultor es mucho más rentable tener millones de gallinas amontonadas en unos galpones inmundos, sucios, oscuros, donde las gallinas no pueden ni siquiera abrir las alas, y las patas se les deforman; donde a las gallinas se les corta el pico porque de lo contrario se automutilarían por el estrés en el que viven. No les es rentable tener gallinas en libertad, donde pueden abrir las alas, anidar, hurgar en la tierra...
O sea que los animales se entienden como cosas y, por lo tanto, se pueden explotar económicamente sin ningún miramiento ético... ¿es por ese lado?
Es que así está estructurado nuestro ordenamiento jurídico, que es el código civil napoleónico, estamos hablando del siglo XIX. Es un código civil que ordena el mundo básicamente en cosas y personas. Es decir, todo lo que no son personas son cosas. Y en esa categoría entran los animales. En el fondo, la gran utilidad de ese ordenamiento es que nos permite ejercer sobre los animales un régimen de propiedad: los animales son usufructuables, aprovechables, transables, comercializables, abandonables... y por eso sobre los animales se ejerce una innumerable cantidad de vejámenes.
Hasta ahora estamos empezando a cuestionar esa categoría de cosas y hay, de hecho, algunas estrategias de litigio muy interesantes que van por la idea de reconocerles personalidad jurídica a los animales no humanos. Ese es el gran reto de la revolución cultural, social, moral y jurídica que queremos. Eso implicaría revolucionar el ordenamiento jurídico.
Ahí entra un tema polémico que es el del consumo de carne. Muchos señalan que en un mundo con tanta hambre, decir que no se consuma carne no es sensato.
Mi postura ética, que tiene fundamento médico, es que los seres humanos no necesitamos consumir animales. Esto lo dicen asociaciones de médicos en todo el mundo. Podemos llevar una alimentación nutricionalmente equilibrada y muy saludable a base de vegetales, frutas, legumbres, frutos secos, en fin. No solamente se trata de un tema de no ejercer violencia contra los animales, porque el sistema de producción de alimentos es de lejos el sistema más cruel con los ellos sino también es sobre la salud humana. Diversos estudios, e incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS), han advertido sobre los riesgos de la carne animal, especialmente la roja.
La gran utilidad de ese ordenamiento es que nos permite ejercer sobre los animales un régimen de propiedad: son usufructuables, aprovechables, transables, comercializables, abandonables...
Un tercer elemento es el ambiental. Hoy encuentras en las Naciones Unidas, particularmente en la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), documentos muy potentes sobre el impacto de la ganadería en la crisis climática por la emisión de gases de efecto invernadero: 18 por ciento de todos los gases de efecto invernadero provienen de la ganadería, esto es más que la sumatoria total de todos los medios de transporte en el mundo.
A la ganadería se le atribuye la mayor deforestación en el mundo, el 70 por ciento de la superficie agrícola está ocupada por vacas, gallinas, cerdos, etc. La contaminación de fuentes hídricas, el uso de agua potable, en fin. Y un cuarto punto es que las Naciones Unidas recomiendan a los países adoptar dietas vegetarianas, hacer campañas y adoptar medidas de política pública para promover el vegetarianismo, y finalmente por un tema de justicia alimentaria.
A propósito del debate sobre el hambre y la malnutrición en el mundo, el 70 por ciento de la soya y el 30 por ciento de los granos en general que se producen se destinan para alimentar animales para el mismo fin. Entonces, si quisiéramos paliar la desnutrición en el mundo en buena parte, tendríamos que ser mucho más eficientes y podríamos destinar ese grano directamente al ser humano y no pasarlo por una vaca para que se convierta en carne y luego alimentar personas. Es un sistema muy ineficiente.
Ya en términos de política pública, el avance tiene que darse porque el cambio cultural es lento, entonces creo que un buen paso sería adoptar decisiones de política pública orientadas a garantizar cada vez más el bienestar de los animales, aunque eso redundara en una disminución del consumo de carne e incluso en un encarecimiento del producto.
Por ejemplo...
Tendríamos que dar pasos sencillos como la abolición de las jaulas: no más gallinas enjauladas, no más jaulas de gestación para las cerdas, eso se tendría que acabar. Acabar con el negocio de importar animales por vía marítima para producción de carne. Estas son medidas transitorias que podríamos ir tomando para disminuir o eliminar escenarios de sufrimiento animal absolutamente innecesarios que hoy se mantienen solo por una rentabilidad que beneficia a los productores. Yo diría que este es uno de los debates de punta de nuestros días.
Kant decía que ser cruel con los animales era incorrecto porque nuestro comportamiento podría influir en nuestras actitudes hacia los seres humanos... Pero también es una cuestión de empatía...
Sí, de ambas. A nivel individual y colectivo, el hecho de no cuestionar o no ver grave, o como una falta de ética, maltratar a un animal o ejercer sobre él prácticas de violencia, de opresión, esclavizar a un animal, en el fondo lo que hace es anular nuestra capacidad de empatía y habituarnos a la violencia porque nos creemos con el derecho de hacer con el diferente y el más frágil lo que nos venga en gana. Y de ahí se abre la puerta para que ejerzamos esa misma capacidad de hacer daño con los seres humanos.
En parte, por eso es tan importante que derrotemos la crueldad contra los animales, que desnormalicemos esa relación de dominación que tenemos con ellos, que la confrontemos, que la critiquemos, que la desnaturalicemos... Cuando a mí me preguntan por qué trabajar por los animales y no por los niños, respondo que es la causa que elegí. Cada cual es libre de elegir una causa moral. Ojalá todos abrazáramos una. Seguramente este mundo sería muy distinto. Pero creo que también tiene que ver con trabajar con la raíz. Es decir, creo que proteger a los animales es lo principal que debería hacer cualquier sociedad: proteger a los niños y a los animales. Y la razón es muy sencilla: son los seres más indefensos y vulnerables.
Entonces, si nosotros logramos derrotar esa violencia, va a ser más fácil derrotar las otras violencias. Pero también por los animales mismos. Es decir, hay que derrotar la violencia contra los animales no solamente por esa razón, que es egoísta, sino por una razón más empática y es por el hecho de que los animales sienten y por ese hecho tan elemental, que sienten dolor y sufrimiento igual que nosotros, pues tenemos que actuar y derrotar esa violencia.