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No soy partidaria de las personas que andan soltando ‘verdades’ hirientes y ofensivas.
Algunas veces estas preguntas buscan hacer reír al destinatario. Foto: iStock
Esta semana estaba en una reunión muy amena con unas mujeres maravillosas, cada una especial en su propio estilo. Estábamos hablando un poco de todo, cuando yo mencioné que tenía una amiga que era brutalmente honesta. Les contaba que ella no tenía ningún inconveniente en decirle a uno cuanta ‘verdad’ se le pasaba por la cabeza. Desde que el peinado de uno le parecía frondio hasta que el esposo de la otra le parecía muy viejo.
Apenas terminé mi comentario una mujer del grupo soltó una frase que nos dejó frías a las demás: “A mí no me gusta que me digan la verdad”. Todas soltamos la carcajada.
Lo primero que pensé es que ella estaba tan aterrada con la sinceridad de mi otra amiga que estaba siendo igual de directa que ella. Pero con la diferencia que no le estaba haciendo daño a nadie. Simplemente sabe lo que le gusta y lo que no le gusta y no tiene ningún inconveniente en vociferarlo.
Ya cuando me quedé sola pensé que yo tampoco soy partidaria de las personas que andan soltando ‘verdades’ hirientes y ofensivas. En esta sociedad pareciera que le pagaran a la gente para decir harteras y para proclamar lo que ellos consideran son “realidades”, así hagan daño. Lo tildan hasta de simpático y como una excelente manera de romper el hielo en encuentros sociales.
Y si uno les llega a decir que no le parece que esa sea una buena estrategia de comunicación, salen con el argumento de que es un derecho al desarrollo de su personalidad y que debemos estar agradecidos con la honestidad y no ofendernos con la crudeza de las palabras.
Sinceramente, creo que esas personas que tienen que decir pesadeces para ser simpáticos o para tener tema de conversación son las personas más inseguras del mundo. Creo que están tratando de desviar la atención de sus propios miedos y fragilidades buscando hacerlo sentir a uno inferior.
Es especialmente notorio entre nosotras las mujeres. Solo una mujer segura de sí misma es capaz de decirle a otra mujer que está linda, que le encanta su pinta o que la ira. Curiosamente estas mismas personas que se enorgullecen de ser tan “francas” les parece que los que halagamos en vez de criticar somos lambones y mentirosos.
La famosa e inigualable cantante Adele dijo en alguna oportunidad: “claro que tengo mis inseguridades, pero no paso mi tiempo con personas que siempre me las están recordando”. ¡Qué tan cierto es! Todos tenemos la opción de rodearnos de personas que nos ayuden a hacer que la vida sea más agradable o podemos autoflagelarnos perdiendo el tiempo con personas que no hacen sino proyectar sus propios desequilibrios en uno. Como no podemos cambiar a nadie, la decisión está en nuestras manos.
Recordemos que valiente es el que encuentra algo positivo que decir y sabio es el que si no puede decir nada positivo, permanece callado.