El protagonismo de las mujeres
Alba es una de las ‘piedras angulares’ de la labor que realiza la Iglesia en los cerros de Cazucá desde hace más de dos décadas, cuando el Cardenal Pedro Rubiano –entonces arzobispo de Bogotá–, ante la inminente disminución de clérigos y de seminaristas, le encomendó el acompañamiento pastoral de esta comuna a las religiosas de la Presentación.
“No había presencia eclesial, ni sacerdotes, ni capilla, ni ninguna obra social de la Iglesia”, recuerda la Hermana Beatriz Charria, haciendo memoria de los inicios, cuando conoció a Alba y a muchas otras lideresas de la comunidad. “Nosotras solas –las hermanas Dominicas de la Presentación– no hubiéramos llegado muy lejos. “Luego, entendimos que la línea transversal es la evangelización integral”, reconoce Beatriz.
Claudia Murcia, la hermana Beatriz Charria y Alba Pinto, entre otras mujeres que se han convertido en líderes de su parroquia en Altos de Cazucá. Foto: Mauricio Moreno / EL TIEMPO
Se refiere a una presencia de la Iglesia desde la perspectiva del desarrollo humano integral mediante proyectos productivos, educativos, deportivos, culturales, ayudas humanitarias, apoyo a personas en situación de discapacidad y, por supuesto, la catequesis, la formación bíblica, la promoción de la vida espiritual y la celebración de los sacramentos.
“Para encarar todos estos desafíos en el marco de una acción pastoral social, fundamos hace 15 años la Corporación Fundehi, apostando, al mismo tiempo, por la promoción de la mujer”, enfatiza la religiosa.
La vinculación de Claudia, otro de los ‘pilares’ del proyecto evangelizador, fue diferente. “Al inicio me interesé por los proyectos productivos, ante la necesidad que tenía de sacar a mis hijos adelante”. La posibilidad de trabajar con Fundehi, en su mismo barrio y a favor de su comunidad, le permitió asegurar los ingresos que tenía como vendedora ambulante en San Victorino, y, además, “me dio una mejor calidad de vida a mí y mis hijos”, dice, al no tener que emplear tantas horas en su desplazamiento hasta el centro de la capital.
Alba, con su equipo, atiende en el Jardín Infantil a 140 niños entre los 2 y los 5 años, de lunes a viernes, y lidera un comedor escolar que le garantiza el almuerzo a 100 niños. Claudia, por su parte, capacita en el taller de confecciones a más de 60 madres cabeza de hogar como ella. “Antes no tenía tiempo ni para Dios ni para mis hijos, pues salía de la casa a las 4 a.m. y regresaba como a las 9 de la noche”, confiesa. “Ahora comparto lo que he aprendido, participo en los grupos bíblicos de los sábados y en celebramos la eucaristía los domingos, también con mis hijos”.
Ambas son reconocidas por su actitud de servicio, su autoridad moral y su liderazgo propositivo y pastoral, poniendo en práctica los valores cristianos. Así lo hicieron durante la pasada Semana Santa cuando encabezaron el Viacrucis por la Paz junto a otras mujeres que están vinculadas a varios proyectos sociales y, al mismo tiempo, son catequistas y referentes de la vida espiritual de su comunidad.
“La Iglesia no es el cura, es la comunidad, los laicos y laicas, los niños y los jóvenes, porque el cuerpo no puede vivir sin todas sus partes”.
Aunque valoran el aporte de los sacerdotes que han pasado por Cazucá y de las religiosas que se han quedado a vivir con ellas y como ellas, son conscientes de que “si bien el párroco puede ser la cabeza de este cuerpo que llamamos Iglesia, nada podría hacer sin los ojos, sin los oídos, sin las extremidades, sin las demás partes del cuerpo, sin los líderes y lideresas, que somos la mayoría”.
Mientras las escucho recuerdo aquel pasaje de la primera carta de san Pablo a los Corintios que se conoce como ‘el símil del cuerpo’: “el cuerpo no está formado por un solo miembro, sino por muchos… Si todo se redujera a un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo?... los del cuerpo que parecen más débiles son más indispensables…”.
Como colofón, Claudia sentencia: “la Iglesia no es el cura, es la comunidad, los laicos y laicas, los niños y los jóvenes, porque el cuerpo no puede vivir sin todas sus partes”. Alba complementa: “con todo el respeto que merecen los sacerdotes, la experiencia que hemos vivido nosotras nos ha llevado a empoderarnos y hoy tenemos una gran capacidad de convocatoria. Las mujeres somos las que llegamos a los sectores del barrio donde muchos sacerdotes no llegan. Tenemos grupos de oración, celebramos la Navidad y la Semana Santa, y nos hemos ido formando poco a poco para asumir estas labores pastorales. Teníamos un padre que no daba abasto con tres o cuatro comunidades, pero ahí estábamos nosotras para apoyar la labor de la Iglesia; es un trabajo que hacemos en equipo, porque somos parte de un mismo cuerpo”.