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El mercado de ropa de segunda mano llegó para quedarse
Es una práctica enfocada en el medio ambiente. Empresas 'fast fashion' le apuestan a esta modalidad.
En Colombia, el mercado de segunda mano ha crecido 450 por ciento. Foto: iStock
Hace pocas semanas, Zara, la cadena española de moda con tiendas en todo el mundo, anunciaba su entrada en el mercado de segunda mano. Esta iniciativa se enmarca dentro de los pasos que Inditex, su casa matriz, está dando en el área de la sostenibilidad. Así pues, la moda rápida entra en el mercado de segunda mano, el cual, en muchos países, está viviendo una época dorada.
Mercado al alza
En Estados Unidos, las estimaciones de ThredUp, uno de los gigantes del sector, apuntan a que el mercado global de segunda mano crecerá un 24 por ciento en 2022, y que en 2026 duplicará su volumen y alcanzará los 82 billones de dólares.
En el caso de los productos de lujo, el crecimiento del mercado de segunda mano —que tiene un volumen de 24.000 millones de dólares— está siendo cuatro veces más rápido que el del mercado primario (12 por ciento frente a un 3 por ciento).
Muchos analistas sitúan el origen de este enorme crecimiento en la crisis económica y los datos de inflación y, por tanto, en la necesidad de ahorro y de compra orientada al precio. Sin embargo, estudios académicos apuntan a un escenario más complejo, en el que las motivaciones de compra y nuevas tendencias de consumo.
Se busca comprar menos y ser más creativo con lo que se elige, de manera que el precio y el valor se vuelven relevantes para los compradores
Así mismo, en EE.UU. ha aparecido la frugalidad en el consumo como un nuevo estilo de vida, que se ha visto acentuado tras la pandemia. Se busca comprar menos y ser más creativo con lo que se elige, de manera que el precio (lo que cuesta un bien, una cuestión objetiva) y el valor (que le atribuye el comprador, una subjetiva) se vuelven relevantes para los compradores.
La posibilidad de reciclar prendas o repararlas para darles nueva vida supone un cambio de mentalidad y de actitud, en un mercado de hiperconsumo como el de EE.UU.
Algunas marcas han sabido canalizar esta revolución en los valores de los consumidores para convertirse en referentes de la sostenibilidad como, por ejemplo, Patagonia, que donaba anualmente el 1 por ciento de sus beneficios y acaba de anunciar la donación de la marca para la lucha contra el cambio climático, pues para los consumidores frugales, el impacto social y medioambiental es una variable importante de compra.
Juego para los centeniales
Las motivaciones de los consumidores de segunda mano no son solo económicas o de sostenibilidad. Factores como el ocio o el entretenimiento también parecen jugar un papel importante en este nuevo patrón de consumo.
Ojear prendas y buscar gangas o tesoros también son estímulos importantes. Sobre todo para los más jóvenes, que parecen encontrar en el hecho de ir de compras una diversión que acerca la compra al juego.
De hecho, el mismo reporte de ThredUp señala que un 62 por ciento de los mileniales y generación Z buscan productos de segunda mano antes que nuevos.
El componente lúdico en este caso viene acompañado de otros valores en alza para los adolescentes: la autenticidad o la búsqueda de un estilo propio. Y, también en este contexto, para algunos autores la nostalgia aparece como un factor ligado a la segunda mano.
Inspirados en una estética revivida por series como Stranger Things, los jóvenes sienten nostalgia de épocas que ni siquiera vivieron.
Stranger Things, comienza el segundo volumen de la cuarta temporada. Foto:Netflix
Modelo de negocio
El mundo digital ha propiciado la aparición de una variedad de modelos de intercambio entre personas con plataformas de reventa tipo Wallapop, Etsy, Vinted o Mercari.
Todos ellos han generado una economía colaborativa donde el consumidor se convierte en vendedor y entra en el circuito experimentando la posibilidad de ganancias propias. Así se han incrementado las interacciones y la cultura de la segunda mano ha ido ganando adeptos.
Ante este fenómeno no es de extrañar que las marcas hayan reaccionado creando sus propios portales. De esta manera pueden controlar mejor un producto sujeto a una devaluación constante y se suman a la tendencia de la economía circular.
Por otra parte, en el mercado de segunda mano operan grandes cadenas de tiendas que ofrecen estos productos. Walmart es una de ellas, con una división propia para este segmento.
Las tiendas sin ánimo de lucro se basan en donaciones y tienen una finalidad altruista. En Estados Unidos el caso más reconocido es el de Goodwill Industries, que cuenta con más de 3.300 tiendas físicas y 120.000 trabajadores, y acaba de presentar su plataforma de venta online.
Entre los modelos lucrativos están los de consigna, donde la fórmula es una correlación inversa entre el tiempo que está la prenda en la tienda y el precio de venta, y aquellos que funcionan comprando liquidaciones de existencias.
Las tiendas de productos vintage, donde la escasez y la exclusividad tiene consumidores dispuestos a pagar incluso un sobreprecio por encontrar una pieza icónica para sus armarios. También están los especializados por nichos, donde la segunda mano cobra sentido por la caducidad o por el cambio de tallas.
Los retos
Ante tanta proliferación de modelos de negocio y el imparable crecimiento del mercado, han ido surgiendo también algunos problemas de inventario y de falta de espacio para el almacenaje.
En el mercado de segunda mano las cuestiones operativas no son sencillas: se necesita mucha gente para clasificar las prendas que entran a la tienda (no todas ellas en buenas condiciones para la reventa). De hecho, The New York Times publicó un artículo en el que alertaba de la cada vez menor calidad de los productos que se venden en las tiendas de segunda.
La otra cuestión es qué pasa con las prendas que no se venden en este mercado. Muchas de ellas van a mercados exteriores y, aunque partan de donaciones, a veces acaban entrando en el circuito comercial, tal y como ha denunciado el investigador Andrew Brooks.
TERESA SÁDABA (*)
THE CONVERSATION (**)
(*) Decana de ISEM Fashion Business School, Universidad de Navarra.
(**) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons.