Este espacio promueve la reflexión, en conjunto, sobre las complejas experiencias humanas en el tiempo, la comprensión crítica de nuestro presente y el fomento decidido de la imaginación histórica.
En las dos columnas anteriores (‘Historiadores en cuarentena’
I y
II) hablé de las posibilidades que abre internet a los historiadores en estos tiempos de pandemia y puse el ejemplo de la Biblioteca Nacional: sus documentos digitalizados y la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Hoy escribo sobre el manual de historia patria que la misma Biblioteca Nacional encargó al escritor y caricaturista Antonio Caballero: 'Historia de Colombia y sus oligarquías'.
En 2016, la biblioteca empezó a colgar los capítulos, mes tras mes, en su página web. Dos años después fueron impresos en un volumen lujoso. Sobre el contenido del libro, remito a los lectores a
una columna de Armando Montenegro. Lo que me interesa saber, como historiador, es por qué la Biblioteca Nacional no confió semejante tarea a un colega. Me parece una pregunta lógica.
La respuesta no es difícil de imaginar: el renombre de Caballero aseguraba desde el principio el éxito de la empresa, medido en descargas (gratis) de capítulos y en venta de ejemplares, y confirmado en los semáforos con la edición pirata, prueba irrefutable, en países como el nuestro, de que un autor triunfó. Pero hay más.
La directora de la biblioteca presentó el proyecto celebrando el hecho de que el autor se hubiera “sumergido en ese berenjenal que es el pasado de nuestro país (…) con rigor académico, pero no por ello recurriendo al tono anquilosado de la mayoría de textos de historia, sino más bien desplegando su excelsa prosa, enriquecida a menudo por glosas que se desprenden de su vasto conocimiento de la poesía universal”.
Lo anterior puede sonarnos a reproche a los historiadores: nadie nos conoce y no obstante nuestro rigor, o tal vez debido a él, escribimos en un “tono anquilosado”; por lo tanto, el manual habría fracasado en manos nuestras. Esto no es del todo cierto: la 'Historia mínima de Colombia' de Jorge Orlando Melo, publicada por los mismos días que el manual de Caballero, fue un éxito editorial inmenso (también se consigue en los semáforos). Pero no es del todo falso decir que los historiadores, por escribir casi siempre para nuestros colegas, no hemos hecho esfuerzos suficientes para darnos a conocer por fuera de la academia y llegar al público no especializado. Por fortuna, no estamos condenados a seguir así.
Imagino un manual de historia que retome los elementos más valiosos de la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana: la aspiración de llegar al mayor número de lectores de manera virtual; diversidad de enfoques, sobre el pasado en este caso; criterio claro de selección de los participantes entre los muchos historiadores que han publicado investigaciones valiosas en los últimos años; y, sobre todo, trabajo con especialistas de diferentes campos, empezando por un buen equipo editorial y un buen equipo de digitalización.
En papel tenemos precedentes ilustres como el 'Manual de historia de Colombia', dirigido por Jaime Jaramillo Uribe (Colcultura), y la 'Nueva historia de Colombia', dirigida por Álvaro Tirado Mejía (Planeta). Más recientes son los cinco tomos sobre nuestro país de la colección 'América Latina en la historia contemporánea', dirigidos por Eduardo Posada Carbó (Taurus) y que, inexplicablemente, no han tenido el impacto de los dos proyectos anteriores.
No creo que la historia la tenga que escribir siempre un historiador. Ejemplos hay de libros excelentes sobre el pasado hechos por profesionales de otros campos. Pero ya va siendo hora de que los historiadores asumamos el rol social que nos corresponde y nos dirijamos a un público amplio. En los tiempos que vienen, además de buscar en internet respuestas a nuestras preguntas sobre el pasado, tendremos que responder las preguntas históricas del ciudadano promedio con un lenguaje accesible y sin perder el rigor. De lo contrario, seguiremos lamentándonos de que la Biblioteca Nacional o cualquier otra institución pública o privada no nos tenga en cuenta a la hora de difundir la historia de Colombia y piense más bien en escritores como Antonio Caballero.
Carlos Camacho Arango
Centro de Estudios en Historia
Universidad Externado de Colombia