Celebrar la entrega de la segunda torre del Hospital de Meissen tiene un sabor agridulce, pues tuvieron que pasar 12 años para que este elefante blanco, objeto de corrupción y malas prácticas istrativas, con retrasos, incumplimientos y adiciones, finalmente viera la luz.
Una obra que se planeó desde 2005 con el propósito de brindar mejores espacios dotacionales y istrativos al hospital, debido a que, para ese momento, tenían que tomarse en arriendo varias casas en los barrios Meissen y San Francisco. El proyecto se concibió en dos etapas: la primera aseguraba la infraestructura para temas asistenciales y la segunda, para asuntos istrativos. Sin embargo, debido a la alta demanda de servicios de salud se decidió que la torre 2 también se destinaría para la atención de pacientes. La obra inició en 2010, pero, a los dos años, cesó actividades y fue abandonada.
La Contraloría de Bogotá determinó hallazgos istrativos, con presunta incidencia disciplinaria y fiscal, por más $ 8.647 millones. Y según menciona la misma entidad, estos hallazgos corresponden al saldo pendiente por amortizar del anticipo y a los contratos de 2006. Lo paradójico es que ambos siguen en investigación.
Solo hasta 2017, en la istración Peñalosa, se decidió rescatar la obra a través de un convenio entre el Fondo Financiero Distrital de Salud, la Secretaría de Salud y la Subred-Sur. Se invirtieron $ 737’800.000 en nuevos estudios técnicos y diseños y más de $ 20.337 millones para la adecuación y terminación. Luego, la istración de Claudia López le inyectó recursos adicionales por un valor de $ 47.211 millones para finalizar el proyecto y garantizar una mejor dotación en camas, unidades de cuidados intensivos e intermedios y espacios para los servicios de odontología, pediatría y consulta externa.
Todo lo anterior va a aliviar los servicios de salud para medio millón de personas que residen en el sur de la ciudad, lo cual, sumado a la nueva infraestructura en salud en los hospitales de Usme, Tunal y Kennedy, cambiará la calidad de vida en esta zona de la ciudad.
Es meritorio el esfuerzo de las dos últimas istraciones en sacar adelante una obra con tantas complicaciones por culpa de la corrupción. Queda pendiente saber qué pasó con todos los recursos invertidos años atrás, quién va a responder y qué ha pasado con el contratista y la firma interventora. Al fin y al cabo, los ciudadanos tienen derecho de conocer los resultados de las actuaciones istrativas para recuperar los recursos que se han perdido en el camino. Es increíble que muchos procesos aún estén en etapa de investigación y que la ciudad siga perdiendo recursos. Ahora bien, no es posible que los ciudadanos tengan que esperar tantos años para ver realidad los proyectos de infraestructura pública. Muchos todavía tienen suspensiones, retrasos, adiciones presupuestales y varias prórrogas. Valdría la pena que los entes de control entreguen un balance de los elefantes blancos que tiene la ciudad y que den las alertas a tiempo de las obras que hoy se ejecutan para evitar retrasos e incumplimientos.
ÓMAR ORÓSTEGUI
DIRECTOR DE FUTUROS URBANOS