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Jesús Abad Colorado, más que un fotógrafo un compañero de las víctimas

Ha caminado el país buscando los rostros y las historias de los más olvidados.

Jesús Abad Colorado consigue unas imágenes de gran impacto emocional. Su intención es generar una reflexión profunda alrededor de la violencia en el país.

Jesús Abad Colorado consigue unas imágenes de gran impacto emocional. Su intención es generar una reflexión profunda alrededor de la violencia en el país. Foto: Carlos Ortega / EL TIEMPO

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No se puede hablar de las imágenes del conflicto en Colombia sin mencionar a Jesús Abad Colorado. Comunicador social y periodista paisa que ha dedicado los últimos 20 años de su vida a cubrir la violencia desde el lado más humano posible, volviéndose amigo y compañero de caminatas y tragedias de los campesinos y pobladores de los municipios más alejados y olvidados del país.
Es un aficionado a la verdad y cree que la realidad del país puede cambiar si los dirigentes piensan en el pueblo y no en seguir enriqueciéndose. Cada una de sus frases, así como cada una de sus fotografías, son una reflexión.

¿Por qué decidió dedicarse de lleno a la fotografía?

Habría que entender un poco el contexto del país a mediados de los años 80, y darse cuenta de la cantidad de líderes que estaban exterminando en Colombia por sus posiciones políticas, por su trabajo en temas de derechos humanos o en temas de humanismo; desde muy joven fui muy cercano a esos temas.
Cuando estaba en segundo semestre en la universidad, en 1987, asesinaron a muchos estudiantes y profesores de la Universidad de Antioquia. En total son casi 20 estudiantes y profesores, de los cuales la gente recuerda básicamente a Héctor Abad Gómez. Eso me llevó a tomar la decisión de ser periodista, aunque tenía miedo de un país en donde la palabra no se respeta.
La forma como yo quería contar la historia del país era con fotografías.Muchas personas pensaban que solamente es periodista el que escribe, habla, trabaja en radio o televisión y no entendían que el trabajo fotográfico también era una forma de dejar testimonio de una sociedad.
Yo le decía a la gente que mi trabajo periodístico iba a ser tan distinto, que tenía que ser tan cercano y tan claro, que con el paso de los años las fotos mías se iban a distinguir. Todavía estoy en esa búsqueda.

A lo largo de este camino de más de 20 años, en un contexto tan difícil que nos tocó como país, ¿cuáles son esas imágenes que tomó que más lo han impactado?

Es una pregunta que me hacen mucho. La gente siempre quiere que les hable de Bojayá, de San José, de imágenes sobre las que ya he hablado mucho, pero lo que puedo decir es que no es el volumen de muertos, no es la importancia dentro de un personaje que marca la historia del país. Hay historias que a uno lo marcan mucho, a veces, por una maestra asesinada, por un líder o guía espiritual de un pueblo, por lo que significan para una comunidad.
Cuando asesinan a personajes conocidos, profesores, periodistas eso se vuelve noticia pero cuando en un territorio como un resguardo indígena o una población rural alejada esos hechos suceden, no les damos importancia.
En este país se vuelve noticia una pelea de dos actrices de televisión o de una pareja que trabaja en novelas y le damos coba toda una semana, entrando en las intimidades de su vida, y resulta que en una sociedad donde se matan a tantos hombres y mujeres líderes, a veces de regiones apartadas, es una vergüenza porque ahí sí no hay periodistas o medios de comunicación que estén contando de esa realidad.
Son muchas las imágenes. Hay particularidades pero trato de decir que se le da valor solo a unas personas.
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. Foto:Jesús Abad Colorado / Archivo EL TIEMPO

¿Cuál es la mayor responsabilidad de un periodista y fotógrafo en un país como Colombia?

Tratar de acercarse siempre a la verdad. Los periodistas no estamos para hacer proselitismo político o trabajo para un grupo económico o para una casa editorial. Nosotros estamos para acercarnos la verdad, no para defender a un grupo determinado.
Si los periodistas buscamos acercarnos a la verdad, yo creo que por lo menos estamos contribuyendo con dejar un testimonio que genere una reflexión en un país en el que muchas veces no lo hacemos.

¿Quiénes son, para usted, los mayores responsables de la guerra en el país?

Viviendo en un país tan maravilloso como este, en términos culturales y pluriétnicos como es Colombia, con el tipo de territorio o suelos que tenemos y con la calidad de tanta gente que habita este territorio, yo no puedo entender cómo queremos ver el origen del mal o el origen de los problemas en grupos armados subversivos o grupos paraestatales, o en algunos soldados.
El origen, para mí, del problema en Colombia está en la forma como este país se lo han dividido las élites políticas, porque esos que han gobernado al país durante dos siglos y, a pesar de la riqueza, del territorio y de su gente, no nos han llevado por un camino de honestidad y ética para conducir al país por un camino de educación, de respeto por la vida y por la naturaleza, sino que nos han llevado siempre por despeñaderos.
Hay excepciones dentro de la clase política, sí, algunos, pero la media es su mezquindad, es la forma como istran los recursos del Estado para enriquecerse, para enriquecer a sus amigos políticos y a sus propias familias. Eso habla por qué Colombia no es uno de los países más desarrollados del mundo.
Cuando uno conoce a las personas que están dentro de los grupos armados, encuentra el país que no ha recibido educación, los jóvenes que son hijos de la violencia; los hijos o los nietos de los desposeídos, de los que han huido durante muchas décadas de los territorios expropiados por distinta gente del poder. Es entender que el principal problema del país es, además de la clase política, el apetito por la tierra.
Cuando a mí me preguntan ‘quién es Caín y quién es Abel’ en la historia de Colombia, yo tendría que detenerme y pensar en las personas que se apropian de los recursos públicos, los que se roban el presupuesto de la gente, la alimentación en La Guajira o en el Chocó, o en cualquier otro territorio del país.
El problema de Colombia no es el origen de las Farc, ni el Eln, ni las AUC; hay muchos otros orígenes, pero siempre nos van a pintar al que se alza en armas como si fuera la peste
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. Foto:Jesús Abad Colorado / Archivo EL TIEMPO

¿Qué piensa antes de tomar una foto?

Depende de los contextos, porque se pueden hacer fotos en los que un pueblo está en una festividad y quiero reflejar el alma, lo que dicen los ojos, los rostros.
Incluso si se trata de fotografías de naturaleza, donde los árboles están marcados por las balas, o hay fotografías de un río donde lo que está corriendo es petróleo.
No estoy buscando el ángulo más perverso sino el ángulo más humano.
Para ver el terror de la guerra no es necesario ver a los que están tendidos en el piso, boca abajo, con un tiro en su cabeza, hay que mirar el rostro de los vivos, de los sobrevivientes. Y ahí entiende uno la perversión de cualquier guerra, de las injusticias.

¿Cuál es la metodología que utiliza para acodarse de todo?, ¿Fechas, nombres, lugares? 

Hay que entender que muchas de esas fotografías que están ahí suceden en mi país, y que lo que le pasa al otro de alguna forma también me pasa a mí. Por eso me convierto en amigo de tantas personas, en tantos lugares del país.
Si yo voy a un lugar y los que están al frente, para mí, son mis hermanos de país. Soy hijo de esta humanidad y lo que le está pasando al otro de alguna forma me tiene que afectar a mí. Muchas personas han trabajado el tema de la violencia pero no les pasa por su corazón y su alma, se vuelven grandes profesionales del periodismo pero les falta humanidad.
Yo me encargo de publicar quién fue, por qué pasó, cómo se llaman esas personas que están ahí. Hay momentos que a uno no se le pueden olvidar porque pude haber sido yo. Esas fotografías cuando tienen rostro, lo ideal es que tengan nombre. No todas las veces sucede porque en ocasiones se me puede olvidar o perder una libreta, pero por lo general trato de conservarlos.
El periodismo va mucho más allá de los datos, el periodismo tiene que hablar de seres humanos.
Además es necesario saber qué pasó con esas personas con el paso de los años. Eso es lo importante, lo demás con estadísticas.
Más que títulos y postdoctorados necesitamos es gente con humanidad y con mucha ética

Con la llegada de los celulares inteligentes cualquier persona puede tomar fotos, ¿esas imágenes son relevantes para la construcción de memoria?

Claro, todo lo que sea hecho con el ánimo de dejar un testimonio yo creo que es bienvenido.
Con tal de que las historias no sean manipuladas y se hagan con respeto, porque nunca una cámara, un celular o una grabadora, va a ser más importante que la vida de la gente, pero si esas herramientas, independientemente de las que sean, son usadas para usar la historia de una sociedad, bienvenidas sean.
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. Foto:Jesús Abad Colorado / Archivo EL TIEMPO

¿Qué le falta a Colombia para hacer un trabajo real de reconciliación con las víctimas?

Primero, este país no ha estado preparado para el proceso de paz, ni con el de las Farc, ni con el de los paras. Ni siquiera tenemos en perspectiva que se pueda negociar con otros grupos y eso tiene que ver con la poca cultura política que tenemos. Somos un país con muy poco nivel de ética civilista, más allá de la educación.
Este es un país mayoritariamente cristiano donde las iglesias y sus pastores, no entienden que su misión debería ser ayudar a jalonar una reconciliación en Colombia, entendiendo que el proceso de paz no es una firma en una mesa, sino que implica la construcción de una sociedad en donde entendamos que la educación y la vida de los campesinos está por encima de proyectos belicistas, de que un gobierno patrocine un reinado y de muchas otras cosas.
Falta cohesión como personas en un país, donde grupos cristianos, sectores de la educación y los partidos políticos, construyan un país que respete no solamente la vida en todas sus expresiones, sino los recursos públicos que son sagrados.
Hay personas del campo que le dan lecciones de educación, ética, humanidad y respeto a muchas personas que se hacen llamar 'doctores'. Mucha gente de nuestro país es superior a sus dirigentes.

¿Considera que su trabajo hace parte de la construcción de memoria en el país?

Nosotros, como periodistas, somos notarios de la historia de una sociedad, somos testigos.
La construcción de la memoria no es solo para hablar de los dolores y del conflicto, también le tiene que hablar a uno de muchas otras cosas.
Obviamente que en una sociedad que no es capaz de mirarse en el espejo roto de la guerra, para decir qué es lo que hemos vivido, quiénes han sido los perdedores, de qué manera la gente vuelve a levantarse en lugares donde otros llevaron el odio, necesita de nuestro trabajo.
Se trata de unas pruebas, para temas de la justicia, para temas de la comisión de la verdad, pero con el ánimo de que las nuevas generaciones entiendan que eso no se puede repetir. Para que sepamos qué pasó y por qué o quiénes fueron los responsables.
Subversivo no es el que aprieta un gatillo, es el que escribe, el que toma una foto, para generar reflexión, para cambiar el orden y decirle a la gente: 'esto es lo que nos ha pasado', por eso es tan importante la memoria.
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f Foto:Jesús Abad Colorado / Archivo EL TIEMPO

¿Hacen falta más exposiciones como la suya, documentales como el suyo, en Colombia?

Yo creo que esos trabajos deben ser una provocación porque las personas merecen saber lo que realmente pasó.
La guerra vende más. Y es gracias a ese proceso de paz que, hoy en día muchas personas reniegan, que varios periodistas están trabajando hoy en temas como la corrupción, porque o sino serían páginas y páginas hablando de hechos de violencia. Aunque claro, la violencia no se ha terminado.

¿Qué viene para Jesús Abad Colorado?

Seguir con la exposición y seguir recorriendo este país. Yo vivo enamorado de la vida y de la gente con la que he trabajado. A mí me han visto muchos años trabajando en temas de violencia pero no, para mí son temas de vida.
Busco la publicación de un libro que deje las memorias de la exposición para que todo quede como testimonio para contribuir con una reflexión que tienen que hacer las nuevas generaciones.
ANA GONZÁLEZ COMBARIZA
ELTIEMPO.COM
Twitter: @Combariiza

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