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¿Qué de cierto hay en las teorías del fin del mundo de ‘El Eternauta’, ‘The Last of Us’ y más series apocalípticas?

De la nieve radiactiva al colapso tecnológico, la ciencia detrás de los relatos de ficción más extremos

¿Qué de cierto hay en las teorías del fin del mundo de ‘El Eternauta’, ‘The Last of Us’ y más series apocalípticas?

¿Qué de cierto hay en las teorías del fin del mundo de ‘El Eternauta’, ‘The Last of Us’ y más series apocalípticas? Foto: Marcos Ludevid. Netflix/ HBO

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Cuando el mundo colapsa en las series, películas o libros, casi siempre hay una explicación que parece científica. Desde una misteriosa nevada radiactiva como en 'El Eternauta', hasta un hongo que domina cuerpos humanos, como en 'The Last of Us', la ficción posapocalíptica construye escenarios que, aunque suenen inverosímiles, se apoyan en amenazas reales, invisibles y, en ocasiones, científicamente plausibles.
A lo largo de las últimas décadas, los relatos del fin del mundo han explorado posibilidades como erupciones de megavolcanes (Paradise), tormentas solares letales (Geostorm), pandemias fulminantes (Estación Once), o cambios climáticos extremos que obligan a buscar refugio fuera del planeta (Interstellar). La ficción, entonces, parece obsesionada con el día del juicio final, pero ¿qué tan fundamentadas están esas ideas?
La serie de El Eternauta

La serie de El Eternauta Foto:Alan Roskyn | Mariano Landet

Nieve radiactiva: una hipótesis desde la ficción

En 'El Eternauta', la emblemática historieta del argentino Héctor Oesterheld, adaptada recientemente por Netflix, una nevada tóxica arrasa con la vida en Buenos Aires. En medio del caos, el personaje del profesor Favalli sostiene que los cinturones de Van Allen colapsaron, los polos magnéticos se apagaron y comenzó a caer radiación del cielo.
Según el astrónomo Tabaré Gallardo, investigador del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), esta hipótesis no tiene validez científica. “Bueno, eso de la nieve radioactiva, eso no puede ser”, afirma con claridad.
Pese a que la teoría planteada en la ficción no resiste una evaluación científica rigurosa, Gallardo reconoce que aborda conceptos reales: los cinturones de Van Allen, la inversión de los polos magnéticos y las tormentas solares forman parte de los riesgos estudiados por la ciencia espacial.

Qué son los cinturones de Van Allen y por qué importan

El campo magnético terrestre actúa como una barrera natural contra partículas altamente energéticas del espacio, especialmente el viento solar. Parte de ese flujo de protones y electrones queda atrapado en los cinturones de Van Allen, estructuras concéntricas que rodean la Tierra.
Estas partículas representan una amenaza para la salud humana, pero no de forma directa ni inmediata. “Si uno se mete ahí, los protones cargados positivamente pueden ser atraídos por nuestros átomos, que tienen electrones con carga negativa”, explica Gallardo. La exposición prolongada puede generar daños celulares, pero no una muerte instantánea como sugiere 'El Eternauta'.
Un antecedente real de alteración en los cinturones ocurrió en 1962, cuando Estados Unidos detonó una bomba nuclear a 400 kilómetros de altitud, en la llamada prueba Starfish Prime. El estallido generó una tormenta geomagnética, apagones, interferencias y daños a satélites. Ese evento evidenció que la manipulación del entorno espacial puede provocar consecuencias tangibles en la infraestructura tecnológica.

¿Puede romperse el campo magnético de la Tierra?

Gallardo es categórico al afirmar que un apagón total del campo magnético es improbable. “Si apagás el campo magnético, tendrías un chorro de partículas cargadas viajando a altísima velocidad, pero su movimiento no es circular alrededor de la Tierra. Difícilmente llegarían al suelo”, aclara.
Sobre la inversión de los polos, el investigador señala que este fenómeno no ocurre de manera súbita. “Nadie sabe”, responde ante la pregunta de si puede pasar abruptamente, pero aclara: “No es lo que se ve”. Según estudios geológicos, la última gran inversión sucedió hace unos 41.500 años, y tardó siglos en completarse.
Las rocas del fondo oceánico registran los cambios de polaridad del campo magnético, y muestran que estos procesos han ocurrido más de 20 veces en los últimos cinco millones de años. “Siempre se rearma”, concluye Gallardo.

Tormentas solares: una amenaza más cercana

Además de las radiaciones cósmicas, las tormentas solares son uno de los riesgos con mayores consecuencias inmediatas para la vida moderna. Una eyección de masa coronal podría alterar los sistemas eléctricos, satelitales y de comunicación global en minutos.
Un ejemplo reciente ocurrió en mayo de 2024, cuando una tormenta solar de categoría G5 generó alteraciones en el campo magnético terrestre. Aunque no dejó daños graves, expuso la fragilidad de la infraestructura digital y electrónica ante este tipo de eventos.
La historia recuerda el evento de Carrington, en 1859, una tormenta solar que colapsó la red telegráfica del hemisferio norte. Si algo similar sucediera hoy, el impacto sería de gran escala: desde apagones prolongados hasta fallos en internet, navegación aérea y operaciones bancarias.

América del Sur: una zona vulnerable

¿Puede una tormenta solar afectar a países del sur como Uruguay o Colombia? La respuesta es sí. Gallardo advierte que Uruguay se encuentra en la llamada anomalía magnética del Atlántico Sur, una región donde el escudo magnético terrestre es más débil. “El paraguas que nos protege aquí funciona como un embudo; es decir, entra mayor cantidad de partículas”, señala.
Esto convierte a esa parte del continente en una zona particularmente expuesta ante tormentas geomagnéticas intensas, con mayores probabilidades de experimentar fallas tecnológicas y apagones si se repite un evento como el de Carrington.

El sol también puede apagar el mundo

Otras producciones también han explorado amenazas reales. En 'Presagio' (2009) y en la serie 'Apagón', una tormenta solar desata el caos. Este tipo de eventos puede tener consecuencias devastadoras. En mayo de 2024, una tormenta clase G5 alteró el campo magnético sin consecuencias graves, pero sirvió de advertencia sobre la vulnerabilidad de las redes eléctricas y satelitales.
El ejemplo más citado es la tormenta de Carrington de 1859, que destruyó la red telegráfica en el hemisferio norte. Si un fenómeno similar ocurriera hoy, podría dañar transformadores eléctricos, sistemas de navegación, satélites y redes de comunicación, dejando sin servicios básicos a millones.
Expertos advirtieron que en millones de años la Tierra no será habitable.

Expertos advirtieron que en millones de años la Tierra no será habitable. Foto:iStock

Otras amenazas: pandemias, hongos y el clima extremo

'The Last of Us' presenta un mundo devastado por una infección fúngica causada por un hongo basado en el Cordyceps, un organismo real que afecta a ciertos insectos, especialmente hormigas. En la ficción, este hongo sufre una mutación que le permite infectar a humanos, tomando el control de su sistema nervioso y transformándolos en criaturas agresivas y peligrosas.
En la vida real, el Cordyceps es un género de hongos parásitos que invaden insectos y otros artrópodos, alterando su comportamiento para facilitar la dispersión de las esporas del hongo. El hongo crece dentro del cuerpo del insecto, eventualmente matándolo y emergiendo desde su cabeza para liberar nuevas esporas. Esta relación parásita es muy específica y no existe evidencia científica que sugiera que pueda saltar a humanos o mamíferos.
La premisa de 'The Last of Us' toma esta idea real y la extrapola a un escenario ficticio y extremo donde el hongo muta y se adapta para infectar humanos, lo que provoca una pandemia apocalíptica. La infección produce síntomas progresivos que incluyen agresividad, pérdida de control consciente y alteraciones físicas visibles, reflejando cómo el hongo domina el cuerpo del huésped.
Este concepto, aunque ficticio, tiene raíces en comportamientos reales de ciertos hongos y parásitos que manipulan el comportamiento de sus huéspedes. Sin embargo, el salto al contagio humano es altamente improbable desde el punto de vista científico actual.
Este es el póster oficial de la serie inspirada en el videojuego de Naughty Dog.

Este es el póster oficial de la serie inspirada en el videojuego de Naughty Dog. Foto:HBO

En 'Interstellar', la humanidad huye de una Tierra inhabitable por los efectos del cambio climático. Aunque viajar a otros planetas aún está lejos de ser una opción real, el cambio climático sí es una amenaza actual. Sequías, tormentas extremas y el aumento del nivel del mar ya generan desplazamientos y crisis humanitarias en distintas regiones del planeta.

¿Ficción o anticipación científica?

Aunque algunas premisas de la ficción, como la nevada radiactiva o el cambio instantáneo de polos, no tienen respaldo científico, otras ideas posapocalípticas sí se basan en riesgos reales. La ciencia del fin del mundo no predice certezas, pero permite identificar vulnerabilidades.
Desde el colapso del campo magnético hasta pandemias globales o erupciones solares, estos escenarios muestran que la línea entre ciencia ficción y ciencia especulativa es, a veces, muy delgada.
Más allá de la ciencia, la narrativa del fin del mundo tiene un componente emocional. Representa una forma de canalizar miedos colectivos, reflexionar sobre nuestra fragilidad y, en muchos casos, plantear la posibilidad de reconstrucción.
El Eternauta, con su nevada silenciosa, no solo presenta una amenaza invisible. También es un símbolo de resistencia colectiva ante lo desconocido. Y aunque la ciencia lo desmienta, su fuerza narrativa sigue vigente: nos recuerda que, ante la catástrofe, lo vital es no sobrevivir solos.
El País (Uruguay) / GDA

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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en la información publicada por El País (GDA), y contó con la revisión de la periodista y un editor.

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