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El Salsódromo de Cali, corazón de una ciudad hecha música
Del 25 al 30 de diciembre es la feria de la capital del Valle.
Después de la interrupción del 2020, cuando se realizó el Salsódromo virtual, este regresa con unos 3.000 bailarines. Foto: Foto: Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO
En Cali hay tanta pasión por la salsa que Fernando Gallego, zapatero de profesión, se demora hasta cuatro meses en hacer un par de zapatos para un bailarín del género.
Los hace como si fueran para alguno de sus dos hijos, consagrados danzarines, hoy en Estados Unidos llevando sus pasos para hacer sentir esa emoción que genera moverse con el gozo de la música, con el azote de la baldosa.
Y lo mismo sucede con costureras que se dedican a hacer los vestidos de los bailarines en colores llamativos, que son cómodos y fuertes para que no se dañen en medio de los pasos; las peluqueras que hacen peinados que rematan con moñas de colores, las maquilladoras que resaltan los ojos y las bocas de las mujeres para que maravillen mientras bailan y escarchan con ‘elegancia’ a los hombres para que llamen la atención.
“Es una cultura, una forma de vida, un tejido social”, dice Luz Aydé Moncayo Giraldo, directora artística del Salsódromo, el evento que inaugura mañana la Feria de Cali, que irá hasta el 30 de diciembre.
El Salsódromo nació en el 2008 para reemplazar la cabalgata. Este año empieza a las 3 de la tarde y será de la carrera 32 a la 39 con Autopista y cruzando la calle 9a., alrededor de la Unidad Panamericana, en el espacio llamado ‘Corazón de la feria’.
Moncayo habla fuerte, no para, es una muy buena narradora de su vida ligada a la salsa, que es la misma de muchas vidas caleñas unidas a este género en música y baile.
En octubre pasado asumió la dirección artística del Salsódromo. Creadora y directora de la escuela de salsa Sondeluz, bailarina profesional, jueza de concursos salseros nacionales e internacionales, exesposa del maestro Evelio Carabalí, uno de los primeros bailarines que cobró en efectivo por su talento; ingeniera de sistemas y hasta exdirectora de una empresa de servicios funerarios, dice que este género musical y bailable en Cali no es solo una identidad de ciudad.
“Es que aquí, por lo general, una mujer se embaraza después de una rumba caleña y ese niño que nace ha oído durante 9 meses a Niche y Guayacán. A los tres años ya se mueve con la salsa, en las fiestas se duerme con la música a todo timbal y es partícipe de las fiestas que le hacen, con salsa, cuando termina la primaria, el bachillerato, la universidad... Es una cadena”.
No se equivoca. Los barrios populares de Cali son música y a todo volumen. Música de todo tipo porque, como agrega Moncayo, “esta es una ciudad a la que le gusta el tango, la balada, lo mexicano, lo popular, el jazz, el folclor… Es sonora. De aquí han salido campeones mundiales de tango, incluso”.
Y donde, además, fueron naciendo, casi que por inercia, las escuelas de salsa. “Hoy somos profesionales, tenemos programas incluso para la primera infancia. Yo tengo niños de tres y cuatro años a los que les hacemos trabajo de sensibilización auditiva, de levantar los brazos, de coordinación, y así los vamos guiando. Las escuelas contratan profesores especializados, con el don de enseñar”.
Pero, agrega, “todo empezó en las casas, corriendo los muebles de la sala para hacer espacio. La gente se reunía para bailar, para aprender a bailar y hacer coreografías, y de ahí salieron muchos grandes”.
Evelio Carabalí fue uno de esos grandes descubridores de talentos y en este Salsódromo se le rendirá un homenaje al bailarín que en sus días profesionales lucía sus pasos con frac y “hasta bailó con Amparo Sinisterra de Carvajal”, mecenas y directora de importantes entidades culturales.
“También recordaremos a los que se han ido, a tantos que esta pandemia nos quitó y hoy están bailando en otra dimensión, porque estoy segura de que lo siguen haciendo. Es importante recordar a nuestros muertos, porque sin ellos no fuéramos lo que somos. Y que sirva este homenaje para que aparezca Watusi (otro gran bailarín caleño), del que no sabemos nada hace años”.
Mal contados, Moncayo tiene a su cargo unos 3.000 bailarines, y el apoyo de productores, coreógrafos y técnicos para que este Salsódromo sea especial.
Entre los invitados musicales está Mauro Castillo, que hace parte de la película 'Encanto', y Swing Latino es la escuela abanderada. En total, participan 30 escuelas de salsa. También estarán la orquesta La Fuga (de penados de la cárcel Villahermosa), que hacen muy buena música y de este modo muestran su cambio; Cali Flow Latin, que según Mayorga va a encender el Salsódromo, y habrá un homenaje a Junior Jein, el músico asesinado.
Cinco historias
El Salsódromo, además, tiene cinco historias para contar en su desfile: Conciencia, Esperanza, Fortaleza, Renacer y Alegría.
“La Conciencia se refiere a una ciudad que hizo un alto en el camino, por la pandemia y el estallido social. Íbamos a millón y la vida nos dijo que para volver a caminar rápido hay que respirar lento, regresando a la familia, a lo cotidiano, a la conciencia”, dice.
La Esperanza habla de “una ciudad que fue precursora de la Independencia, valiente, guerrera, pujante, y debemos seguir luchando por ella”.
La Fortaleza va relacionada con seguir adelante. “Se fueron muchos de las familias, artistas, bailarines, así que los que estamos vivos debemos tener fuerza y que esa sea la gran cualidad de cada casa”.
Y el Renacer es la “ciudad que se reencuentra, que aprendió a repensarse, a reencontrarse con la vida, con la familia, con los amigos. Los artistas nos pudimos volver a abrazar, conscientes de que hemos vivido situaciones y que, pese a eso, fuimos el aliciente de la gente. El 2020 nos dejó un hueco muy grande que debemos llenar con cosas buenas, por eso todos tenemos que vacunarnos”, sigue.
El cierre es ‘Cali, todo un pueblo que inspira’: “Que es una alegría hecha fuerza. Pese a las dificultades, a los problemas económicos, a las situaciones adversas, somos felicidad.
Somos la capital de la salsa por ser diversos, multiculturales, pluriétnicos. El baile es innato desde temprana edad, siempre está”.
Ella cuenta que su papá la llevaba a las fiestas desde chiquita y bailaban juntos y eran la sensación.
“Un día, en el colegio, en el José Vicente Concha, hubo una kermés con concurso de salsa. Mi mamá me dijo que por qué no le decía a otro niño que había visto bailar que fuera mi parejo. Solo sé que se llamaba Alexánder, nunca jamás supe de él, y ganamos con el Mambo cool de René Grand”.
El premio, sigue contando, “fue un arroz con leche, el mejor premio del mundo, porque fue el primero y muy especial: donde todo el mundo pagaba por entrar y comer, a nosotros nos dieron. Alexánder y yo nos fuimos a la cancha de la escuela y nos comimos felices nuestro arroz con leche. Eso nos unió en ese momento porque éramos de salones distintos. Y eso me hizo famosa, ya no era la alumna Moncayo sino la campeona de baile, tenía ese reconocimiento, que es lo más importante para los artistas”.
Luego, en bachillerato, en el colegio Rafael Pombo, en el barrio El Recuerdo, participó en un concurso a nivel nacional. Ahí apareció en su vida el maestro Carabalí, que organizaba comparsas en los barrios.
“Y después llegó uno que organizaba Alfonso Lizarazo en 'Baila de rumba', donde concursé con Wílmer Rodríguez, que hoy vive en Italia. Nos hicieron firmar para no contar nada antes de la final y cuando se conoce la noticia, me volví la más famosa del barrio y de la galería de Santa Helena, donde iba a mercar con mi mamá. En el colegio me gastaban Coca-Cola con papa aborrajada, también mango viche y grosella; todos querían ser mis amigos”.
Convencida de que la salsa salva vidas, afirma que en su escuela Sondeluz y en muchas otras no solo han formado buenas personas, sino gente disciplinada. “Les robamos a la violencia los muchachos, involucrándolos en trabajo solidario, en trabajo en equipo, donde aprenden de tejido social. En las casas, los papás no tienen mucho tiempos de formar en valores, nosotros lo hacemos. Y les digo a los alumnos que los trofeos son importantes, pero lo fundamental es que se conviertan en campeones de la vida, que desde el alma encuentren en la salsa la oportunidad de contarle al mundo lo que hacemos con el baile, el paso que creamos, que ratifiquen siempre que sin hablar expresen lo que somos”.
La pachanga es la vida de esta mujer que ahora está casada con un militar retirado y que es mamá de una joven que también baila. Y agrega que la ciudad nunca terminará de agradecerle a Jairo Varela el himno de 'Cali pachanguero', “una canción de la conciencia rumbera de una ciudad fiestera, pero especialmente bailadora”.
De su Sondeluz han salido bailarinas como Viviana Vargas, imprescindible en los montajes de Delirio, que llegó como secretaria y hoy es una reina de la salsa, y Ricardo Murillo, otro de los grandes de paso caleño.
Lo suyo siempre será la música y el baile, o el baile y la música. Al punto que un día pasó por Sondeluz un señor que le preguntó si le cortaba el pasto, que estaba muy alto.
“Cuando empezó a podar también arrancó a cantar boleros, uno tras otro, con una felicidad increíble, con un amor por su trabajo, que se convirtió en mi jardinero oficial. Ahora el pasto crece más rápido y yo alegre, porque tengo serenata con frecuencia”.
Después del Salsódromo del 25 de diciembre, con un regreso de esta actividad que el año pasado fue virtual, Luz Aydé Moncayo Giraldo tendrá unos días de calma.
“Necesité 53 años de vida y una pandemia para ratificar que todo lo que somos, lo histriónicos, lo duro que hablamos, es porque estamos inmersos en esta salsa que nos une, que nos levanta cada mañana”.
Luz Aydé Moncayo Giraldo es la directora artística del Salsódromo. Foto:Archivo particular