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La vida de Haruki Murakami, el escritor más pop del Japón
El nuevo Premio Princesa de Asturias de las Letras ha descrito las preocupaciones de la humanidad.
Se trata de la novela número 14 del japonés, eterno candidato al Nobel de Literatura. Foto: Archivo EL TIEMPO
Un símbolo de la cultura pop contemporánea. Así se podría definir al célebre escritor japonés Haruki Murakami, ganador ayer del Premio Princesa de Asturias de las Letras, uno de los más importantes.
Tanto sus libros como su vida son el perfecto ejemplo de un hombre que ha sabido vivir la vida de acuerdo con su tiempo. Así lo ratificó en su acta el jurado del prestigioso galardón que otorga la Fundación Princesa de Asturias, de España.
“El jurado ha considerado la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo. Su voz, expresada en diferentes géneros, ha llegado a generaciones muy distintas. Haruki Murakami es un gran corredor de fondo de la literatura contemporánea”.
Tan bien ha hecho la tarea el escritor que, a pesar de ser el eterno candidato al Nobel de Literatura –que siempre le ha sido esquivo–, hoy se lo considera el autor japonés más vendido del mundo, traducido a cincuenta idiomas. Con una singular mezcla de pop, surrealismo, sensibilidad y crudeza que ya ha dado a luz catorce novelas, cinco libros de cuentos, cinco ensayos y un aluvión de productos de merchandising más propios de un rockstar que de un autor literario: camisetas, pegatinas, pañuelos, bolsas, imanes, pósteres, libretas, tazas, origamis, fundas de móvil, gorras, cuadros...
De hecho, esas preocupaciones que resalta el jurado del Princesa de Asturias y que atraviesan la obra de Murakami, nacido en 1949, en la ciudad de Kioto, fueron reflejándose desde su juventud, cuando decidió formarse en literatura y teatro griego en la Universidad de Waseda, por allá en la década de los años 70.
Acababa de terminar la turbulenta y rebelde década de los años 60, que de seguro sembró en el autor esos sentimientos de desobediencia y amor por la vida que les generaron a sus padres el primer disgusto.
El periodista Xavi Ayén, cuanto lo entrevistó para la revista Bocas de este diario, cuenta que cuando comenzó sus estudios, Murakami los alternó trabajando como camarero en un restaurante italiano que cerraba de madrugada y, más tarde, en una tienda de discos.
“Conoció a su –aún– esposa, Yoko, en la facultad, y ambos montaron, en 1974, un bar de jazz en Tokio, el Peter Cat, con actuaciones en vivo, dando un disgusto enorme a los padres de Haruki, unos profesores de literatura que aspiraban a que su hijo se convirtiera en empleado de Mitsubishi. Murakami escogió otra cosa: le gustaba preparar los cocteles tras la barra (agitados, no revueltos), y se encargaba de acompañar a los borrachos a la puerta. Los primeros años fueron duros, y lo persiguieron las deudas. En 1981 cerró para dedicarse exclusivamente a la literatura. Haruki y Yoko siguen juntos en el 2022 y dicen que no han tenido hijos porque no confían en que el mundo vaya a mejorar”, recuerda Ayén.
Traducido a cincuenta idiomas, ha dado a luz catorce novelas, cinco libros de cuentos, cinco ensayos y un aluvión de productos de merchandising Foto:Getty
Un surrealista de la literatura
Con un estilo tan misterioso como accesible, este escritor especialista en mezclar realidad y fantasía en sus obras cuenta en su bibliografía con superventas globales como 'Tokio Blues' ('Norwegian Wood'), '1Q84' o 'After Dark', que además fueron bien recibidos por la crítica.
Su primera novela, 'Escucha la canción del viento', la comenzó a los 29 años, tras ocurrírsele la idea mientras veía un partido de béisbol en Tokio. Fue publicada en 1979 con éxito inmediato en Japón, y desde entonces cada uno de sus libros se ha convertido en un acontecimiento cultural en su país.
Precisamente, durante la charla con Bocas, Murakami reflexionó, haciendo gala de un humor siempre cargado de doble sentido, en las ventajas que podría dejarle para su labor como escritor ser hincha de los Yakult Swallows de Tokio, un equipo más bien acostumbrado a las derrotas.
“Una de las ventajas de animar a un equipo de segunda fila como el mío –que a veces ha tenido más seguidores del equipo visitante en su propio estadio– es que sueles encontrarte las gradas medio vacías y no hay esperas innecesarias a la hora de comprar entradas. Un equipo así te otorga además la oportunidad de aprender el bello arte de la derrota, que es siempre de una profundidad mayor que el de la victoria”, recordó.
Pero además, contó que gracias a ese deporte se hizo escritor. “Me acuerdo perfectamente: el 1.º de abril de 1978, a las 13:30 horas. Dicho así, parece la cosa más estúpida que existe, pero es que fue una epifanía. Estaba mirando un partido de béisbol en el estadio Jingu de Tokio, con una cerveza en la mano y un sol abrasador. En el instante en que Dave Hilton hizo una jugada perfecta supe, de repente, que iba a escribir una novela. Fue una sensación muy cálida, que todavía puedo sentir si la rememoro. Luego, volví a casa y me puse a escribir. Y así hasta ahora”.
La música ha sido siempre su mayor pasión, por delante de la literatura y, según ha reconocido él mismo en varias ocasiones, ha influenciado profundamente su prosa, huidiza de las convenciones estructurales.
De hecho, muchas de las referencias musicales de sus novelas se dan en lugares nocturnos, como pasa en 'Tokio Blues' o 'After Dark', entre otras. Una excusa que le permitió al autor aflorar ese humor delicioso cuando habló con Bocas.
“Es extraño, porque yo personalmente me voy a dormir muy temprano. De modo que no tengo la más remota idea de lo que ocurre durante la noche. Simplemente, me lo he imaginado. Sin embargo, recuerdo que, después de haber acabado de escribir 'After Dark', me fui al centro de Tokio, para asegurarme de no haber escrito nada erróneo y pude ver que lo escrito era cierto. Para mí fue demasiado: salí hasta medianoche, e incluso me metí en una de esas habitaciones de hotel para amantes, que se cobran por horas”, anotó. Su melomanía también queda patente en obras como 'Baila, baila, baila' (2012) o 'Matar al comendador' (2017), donde la ópera 'Don Giovanni', de Mozart, actúa como banda sonora; así como en otros relatos y sus extensas referencias a los Beatles y a los Beach Boys, dos de sus bandas de cabecera.
Otra de sus principales aficiones son las carreras de fondo, algo que también ha explorado en su obra De qué hablo cuando hablo de correr y una actividad que, según él, se asemeja bastante al proceso de escribir.
Su obra más reciente, 'The City and its Uncertain Walls' (La ciudad y sus muros inciertos), que llegó el pasado abril a las librerías japonesas, convirtiéndose en su primera novela larga en más de seis años, espera todavía su traducción y publicación para el resto del mundo.
La soledad, la alienación o el trauma son algunos de los temas más habituales en sus novelas y que el autor es capaz de engranar en historias ligeras, y coloreadas con pinceladas surrealistas y humorísticas como ranas gigantes o monos y gatos parlantes.
Esa habilidad para compaginar lo trivial y lo profundo ha sido capaz de acercar a los libros a jóvenes y a lectores poco habituales, y es también una de las mayores culpables de ese boom editorial que encarna.
Murakami, no obstante, tiene poco en común con los autores clásicos japoneses y con la mayoría de sus contemporáneos, y su obra se sitúa en un universo más próximo al de autores anglosajones como F. Scott Fitzgerald, Truman Capote o John Irving, a los que ha traducido él mismo al japonés.
Al igual que Capote, el novelista nipón hizo una incursión en el periodismo con 'Underground' (1997), una colección de entrevistas a víctimas de los ataques con gas sarín en el metro de Tokio en 1995 y a algunos de la secta Verdad Suprema, responsable del hasta ahora atentado más mortífero en la historia de Japón.
Esta obra sobresale en su trayectoria por aportar una mirada sin ambages ni adornos literarios a los problemas contemporáneos de su país, lo que hasta la fecha no ha vuelto a intentar un autor tan alérgico a los focos de los medios de comunicación como a los premios literarios (afirmó que no los quería porque son para autores “acabados”).
Aun así, Murakami ha sido reconocido con el Franz Kafka y el Premio Mundial de Fantasía (ambos en 2006) o el Hans Christian Andersen de Literatura (2016), además del Tanizaki y el Yomiuri.