La situación económica de la Casa de Poesía Silva de Bogotá no ha sido la más favorable en los últimos años. Sus múltiples crisis llevaron, incluso, a que varios de sus exempleados llegaran a sacar dinero de sus propios bolsillos para asegurar la supervivencia de la Casa.
Dos de sus exfuncionarias más cercanas han sido Doris Amaya, que trabajó durante más de dos décadas en la entidad, desde que la dirección estaba en manos de la poeta María Mercedes Carranza, y Dora Bernal Rodríguez, que estuvo durante cerca de 19 años.
Ellas dos le contaron a EL TIEMPO que en una de las tantas crisis entregaron sus propias cesantías a cambio de una contraprestación de intereses, para paliar los gastos de la entidad durante un período.
A Amaya se le deben 36 millones de pesos, más intereses, que hoy se acercan a 90 millones de pesos, mientras que a Bernal le deben más de 20 millones de pesos, más intereses.
“Contraté a una abogada para que llevara mi caso. Hace un mes se realizó la conciliación con la Personería de Bogotá. No pude quedar más triste al recibir como respuesta del señor Gómez (Pedro Alejo Gómez, director de la entidad) que la Casa no tenía dinero. Y con esto se dio por terminada la sesión. No hubo ofrecimiento. No hubo nada”, anota Amaya.
Por su parte, René Barraza, librero de la Casa Silva, dice que la entidad le debe 11 meses de salarios, cesantías desde el 2016 y primas desde el 2017, además de intereses de cesantías.
“Más que visibilizar las deudas, que es algo que también nos preocupa mucho, decidimos hacer esta denuncia pública porque el director de la Casa y la junta directiva nunca atendieron nuestro llamado a reabrirla, a hacer algo, porque la situación ya es insostenible”, comenta Barraza.
A su turno, Dora Bernal menciona la existencia de un fondo de ahorros que tenían los empleados de la entidad. “El director nos solicitó el préstamo de ese dinero para la Casa, y hasta hoy, ni capital ni intereses”.
Ellos son algunos de los acreedores de la entidad. Sobre esta situación, Pedro Alejo Gómez, director de la Casa de Poesía Silva, le explicó a EL TIEMPO que acepta que se tienen estos pasivos y que la entidad atraviesa una difícil situación económica.
“Es cierto, Doris Amaya le prestó a la Casa los 36 millones que usted anota. Esa y todas las demás deudas de la Casa figuran y están reconocidas con nombres propios en el balance y sus anexos, que son documentos públicos. Hay otras obligaciones pendientes. Se trata de cuatro préstamos provenientes de dos personas que laboraron en la Casa y de allegados a dos funcionarios. El capital total de esas deudas asciende aproximadamente a 145 millones de pesos. Los otros acreedores son Dora Bernal, Teodolindo Piraquive y Gonzalo Rodríguez. Esas obligaciones debían ser canceladas en un corto plazo con el producido de un contrato de compraventa con la Secretaria de Educación que llegó a tener apropiación presupuestal por más de $ 700 millones y que se anuló de la noche a la mañana. Además, la Casa tiene un pasivo laboral con una exempleada y con los actuales empleados”, explica.
Y agrega que él mismo ha puesto plata para sufragar los gastos de funcionamiento.
“Hoy, la Casa me adeuda más de 300 millones de pesos por concepto de los sucesivos préstamos que le he hecho. El dinero proviene de créditos que yo he pedido a mi propio nombre, para prestárselo a la Casa. Para obtener uno de esos créditos, cuyo destino era acogerse a una amnistía tributaria, suscribí hace 6 años un leasing sobre un inmueble de mi propiedad. Soy yo personalmente quien ha pagado los intereses de esos créditos. Todas las deudas que tengo hoy corresponden a préstamos que le he hecho a la Casa, y jamás le he pasado una cuenta por ello. Además, la Casa me adeuda sueldos desde hace tiempo”, anota.
Esta semana, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD) de Bogotá se pronunció en un comunicado sobre la crisis de la Casa Silva, sugiriéndoles a las directivas y a la junta directiva de la fundación que la maneja que tome medidas para su salvación.
“La SCRD no tiene competencia para liderar acciones frente a la situación de la entidad; aun así, por el valor que dicha entidad representa para la cultura de la ciudad, ha invitado a su junta directiva a actuar, en el propósito de brindar acompañamiento y facilitar su reorganización para hacer frente a las múltiples situaciones istrativas y financieras que requieren una intervención prioritaria de sus directivos. Esperamos que estas acciones se desarrollen con prontitud y posibiliten una salida afortunada por el bien de este espacio cultural tan querido e importante para nuestra ciudad”, dice en su comunicado.
La entidad distrital agrega que este año, a través del Portafolio Distrital de Estímulos del sector Cultura, Recreación y Deporte le fueron adjudicados a la Casa Silva $ 166’729.500, “que no han sido recibidos por la entidad, por motivos internos de su funcionamiento actual”.
Sobre este rubro, Gómez explica que, en efecto, no le es posible firmar esos contratos.
“En este momento la Casa no puede aportar la contrapartida económica que exige el contrato con la Secretaría de Cultura, pues en primer lugar tiene que pagarse el pasivo laboral que ha ido creciendo y los créditos pendientes. El año y medio de pandemia y la actual situación de orden público han tenido graves consecuencias. Los ingresos que se esperaban para el año pasado no se obtuvieron por la crisis. Este año, la Casa no ha recibido una sola donación”, explica Gómez.
El director finaliza diciendo que con la idea de encontrar algunos recursos adicionales que permitan enfrentar esta compleja situación financiera, la Casa Silva abrió una Vaki, un sistema electrónico de colecta pública de fondos al que han acudido, por ejemplo, Noticias Uno y Los Danieles. Quien quiera apoyarla encontrará cómo hacerlo entrando a la página web casadepoesiasilva.com.
La Casa de Poesía Silva es una fundación privada sin ánimo de lucro, fundada el 24 de mayo de 1986 por el entonces presidente Belisario Betancur. Posteriormente fue declarada monumento nacional por decreto número 1800, de 19 de octubre de 1995.
Desde su inauguración, y hasta el 11 de julio de 2003, ocupó su dirección la poeta y periodista María Mercedes Carranza. Le sucedió en el cargo Pedro Alejo Gómez.
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EL TIEMPO
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