Carlos, de 24 años, y Antonio, de 26, amigos de infancia y vecinos de toda la vida, se reunieron para ir a tomarse un par de cervezas en noviembre de 2021. “Era viernes, temprano, tipo 8 de la noche, y por seguridad decidimos quedarnos en el barrio y no sacar carros”, dijo a EL TIEMPO Carlos, arquitecto de profesión.
Los dos hombres llegaron a un bar de la localidad de Kennedy, en Bogotá, lo conocían y se sentían tranquilos.
“Se pidió la primera cerveza, vino la segunda y una quinta cerveza, la verdad estábamos concentrados en hablar del trabajo y en las novias”, relató Carlos, quien señaló que él se paró al baño. “No me demore tres minutos y cuando regresé a la mesa, Antonio estaba con dos peladas, me pareció extraño porque él es muy serio”, afirmó el arquitecto.
De acuerdo con Carlos, eran dos mujeres, de unos 20 años, “simpáticas y en minifalda, eso me llamó la atención porque esa noche llovía, sonreían mucho y para resumir nos dijeron que las habían dejado plantadas, que las invitáramos un trago, y como todos unos caballeros, las invitamos”, relató entre risas.
Llamé a mi mamá, que lloraba (...). Y me contó que hacía una hora habían encontrado a Antonio, cerca de Tocaima, en un pastizal.
En su narración, destaca que perdió la noción del tiempo y que se despertó al otro día, sobre las 11 de la mañana, en Apulo, Cundinamarca.
“Estaba como en un potrero, algo mareado. Me despertó una pareja de campesinos; yo en ese momento no entendía nada. Y al poco tiempo llegó la Policía, ellos la habían llamado”, afirmó.
Al requisarse, Carlos no encontró la billetera, mucho menos sus papeles de identificación y tarjetas.
“Llamé a mi mamá, que lloraba. Me contó que había llegado a la casa como a las 11 de la noche, con Antonio y dos mujeres; que había dicho que me iba para Melgar y que saqué el carro. Yo quedé frío. No me acordaba de nada. Y me contó que hacía una hora habían encontrado a Antonio, cerca de Tocaima, en un pastizal, pero que estaba bien”, relató.
Carlos dijo que lo trasladaron a la estación de Policía, allí se encontró con Antonio. “Nos tomaron la denuncia, fuimos al hospital donde nos confirmaron que nos habían drogado, por fortuna no nos golpearon. Hoy, lo que me aterra es que llevé a esas desconocidas a mi casa, pienso en mi familia y en lo que pudo pasar esa noche”.
Carlos nunca recuperó su carro, pero afirma que de esa noche le quedó una gran lección que lo volvió desconfiado, pero más prevenido en cada paso que da.
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