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'El amor en los tiempos del cólera': ¿cuál es el secreto de esta obra?

Nada en esta novela de García Márquez es artificial, nada es aburrido. Escribe Andrea Mejía. 

Gabriel García Márquez publico esta novela en 1985. Para muchos, es la mejor de su obra.

Gabriel García Márquez publico esta novela en 1985. Para muchos, es la mejor de su obra. Foto: Archivo EL TIEMPO

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Leí por primera vez El amor en los tiempos del cólera a los trece años, en una carpa en el desierto de la Tatacoa, con bronquitis, entre los ronquidos estruendosos de mi abuela y los anillos silbantes de las serpientes cascabel.
Me alumbraba con una linterna, suplicando que las pilas exiguas alcanzaran para llegar hasta el final del libro, y mientras Fermina Daza cruzaba el mar vomitando en la litera de un camarote, yo no sabía si los ronquidos de tigre que hacían temblar la carpa eran los de mi abuela o los de Lorenzo Daza, que dormía en la litera de al lado y se había llevado a su hija a un viaje para que olvidara a Florentino Ariza, su amor escondido, después olvidado, y al final, como debe ser, vivido.
Mientras pasaba las páginas entre ataques de tos, “cada palmo de libertad ganada era para el amor”; porque está claro que el amor, como la vida, necesita espacio.
En una escritura como la de García Márquez, la muerte puede actuar con la misma exuberancia que el amor
Ahora, al releer la novela, mi primera sorpresa es que la encuentro incluso mejor, a pesar de que un placer de lectura tan intenso me parecía irrecuperable. Volver a leer fue como leer por primera vez. En condiciones más favorables y apacibles, cada página sostenía mi asombro, y de nada servían los análisis deshonestos que suelo hacer y que acaban con el placer de la lectura inocente: quiero aprender a hacer esto, esto me lo quiero robar. Aquí no lograba descuartizar el botín. Es un libro que solo se deja atrapar entero, que se resiste al examen. Es algo así como un hechizo. Aun para la mente más distante y racional. Puedo comprender el estupor de un escritor como Cartarescu cuando le cae este libro entre las manos.
¿Cuál es el secreto? Que esta novela está viva. Que en ella los seres y las cosas no dejan de surgir, de brotar, y la vida tampoco, porque no se trata de la vida individual, sino de la vida de la que está hecha el mundo, con todo y la muerte bordada en su tapiz. La prosa es tan magnífica cuando toca las cosas en su belleza y plenitud, como cuando describe lo decadente, las ruinas de la ciudad, el bullicio pestilente del puerto, del mercado, el caos, el amor indómito, espantoso, con sus estragos y sus milagros, la naturaleza indócil, el mar con vísceras flotando, la peste, los cementerios desbordados, los corazones atiborrados o lánguidos de los personajes. En una escritura como la de García Márquez, la muerte puede actuar con la misma exuberancia que el amor.
Portada de la novela, en el sello Oveja Negra, 1985.

Portada de la novela, en el sello Oveja Negra, 1985. Foto:Archivo particular

Los párrafos sobrevuelan el tiempo y el espacio, como si el narrador tuviera en la palma de su mano lo que está contando. Es como si toda la historia estuviera completa en cada línea, en cada frase; y uno se pregunta si García Márquez ya conocía toda la historia al empezar a escribir, que lo dudo, o se le iba revelando, pero así, con esta magia, completa en cada línea y al mismo tiempo desplegándose, como se nos aparece cuando la leemos, suplicando que la cosa no pare.
Quizá fue esa intuición extraordinaria de la historia lo que le permitió a García Márquez manejar el tiempo como si fuera una arcilla maleable y dócil, porque la historia, que empieza con un suicidio, se mueve entre distintas capas del pasado y termina en el presente absoluto que es la famosa réplica final de Florentino Ariza: “Toda la vida”.
Nada en la narración es artificial, nada es aburrido, rígido o tenso; cualquier huella del trabajo ha sido borrada y solo queda el gozo de escribir. ¿Cómo lo logró? Tuvo que haber hecho pacto con el diablo. Pero valió la pena porque el resultado es que quien lee se contagia de ese estado de gracia absoluto en el que García Márquez escribió algunos de sus libros, y en mi opinión, muy en particular, este libro suyo sobre el amor, cuyos síntomas, según el doctor Juvenal Urbino, son los mismos que los del cólera. 

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ANDREA MEJÍA

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