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Análisis
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‘Temo que la guerra comience de nuevo’, las voces en Líbano que claman por la paz en la región
Este martes Israel debe retirar sus tropas del sur del Líbano, todo en medio de creciente tensión.
Líbano vive una situación con un cúmulo de crisis, a los que se suma la guerra con Israel. Foto: Archivo EL TIEMPO / Agencias
Violette Said ha sufrido de primera mano los horrores de la guerra en el Líbano. Pasó varios años moviéndose de un lugar a otro “para escapar del ruido de los cañones y las incursiones”. Su intempestiva huida dejó la casa donde vivía en ruinas, aunque ese no sería el mayor de sus dolores.
“Mi hijo era profesor”, cuenta Violette al referirse a su hijo Ali, quien murió el año pasado tras un ataque israelí a una ambulancia en la que trabajaba como voluntario y cuyo cuerpo no pudo reclamar Violette sino dos meses después del suceso.
Francamente, temo que mi país, el Líbano, desaparezca del mapa y temo que se divida
Dos meses que esta madre de 56 años ve como un tiempo efímero al considerar que fue lo que le faltó a Ali para seguir con vida si Israel y el grupo paramilitar musulmán chií libanés Hezbolá hubiesen acordado antes la tregua de cese al fuego fijada por dos meses a partir del 26 de noviembre y cuya extensión culmina este martes 18 de febrero.
Libaneses, que ondean banderas de Hezbolá, celebran el alto al fuego con Israel. Foto:EFE
El Líbano, que aún lidia con las consecuencias de episodios anteriores de violencia (la guerra civil de 1975-1990, el conflicto y la ocupación entre Israel y el Líbano, la presencia militar siria, la guerra entre Israel y Hezbolá en 2006, los asesinatos políticos y la explosión del puerto de Beirut en 2020), atraviesa una serie de crisis políticas, económicas y sociales que han empeorado en estos últimos años.
Ahora, este frágil país se enfrenta a otra guerra devastadora tras la escalada producida en Oriente Medio por el ataque del grupo islamista Hamás a Israel del 7 de octubre de 2023 que dejó 1.200 muertos y 300 secuestrados.
Así las cosas, el pasado 1.° de octubre Israel inició una invasión terrestre al sur del Líbano y cuyos bombardeos han llegado a zonas muy alejadas de los bastiones de Hezbolá, incluyendo el distrito central de la capital y otras partes del país que han causado una destrucción generalizada con consecuencias devastadoras: más de 4.000 personas muertas, 16.000 heridos y alrededor de 1,2 millones de personas desplazadas, el equivalente al 20 por ciento de la población total, según cifras oficiales.
Además, se estima que 850.000 personas desplazadas viven en condiciones difíciles, sin alojamiento adecuado, necesidades básicas ni servicios esenciales.
Y si bien la operación ha dejado serias bajas en Hezbolá -entre ellas el máximo líder Hassan Nasrallah-, es evidente que los daños a la población civil son mayúsculos.
Por eso, los libaneses ven el día en que se acabe la tregua como el peor de sus males, en especial cuando ha sido tan frágil el asunto. En especial porque Israel ha afirmado que, de volver a la guerra abierta, no diferenciaría entre militantes de Hezbolá y civiles.
Entre los miles de afectados está la familia Said, compuesta por siete hermanos los cuales, por cuenta de la guerra, hoy están repartidos en varias ciudades de Líbano, principalmente del norte, donde los cañones no suenan con tanta intensidad. Sin embargo, a pesar de la relativa calma, aseguran que el miedo nunca los abandona.
Desplazados libaneses. Foto:ACNUR/EFE
Los recuerdos del pasado
La familia Said, compuesta por Said, Wahibé y sus 7 hijos, siempre ha vivido en varias regiones de Líbano. Su padre fue militar del ejército y su unidad protegía la frontera con Israel. “Somos originarios de Aidamoun, un pueblo del extremo norte del distrito de Akkar, pero vivíamos en Saida, en el sur, los cinco primeros hijos nacimos ahí”, relata Majed Said, el único de los hermanos que vive fuera de Líbano, en Francia.
Luego de la jubilación de su padre se mudaron a Trípoli, donde se quedaron hasta 1975: “Cuando estalló la guerra civil, nos fuimos a nuestro pueblo natal”, recuerda Majed.
No fue sino hasta la muerte de su abuelo que sus papás tomaron las tierras para vivir del campo. “Mi abuelo era agricultor, mis padres comenzaron a cultivar, especialmente olivos, granadas, nueces, almendras y todo tipo de verduras en el verano”, relata.
Hoy Majed, a pesar de llevar 40 años sin volver a su país, comparte la angustia que día a día viven sus hermanos. Mientras que ellos, todavía allá, sufren en carne propia la guerra.
Fuimos desplazados de nuestros hogares dos veces: una cuando éramos niños y la segunda de adolescentes
No es la primera guerra, es toda una vida en conflicto
“Fuimos desplazados de nuestros hogares dos veces: una cuando éramos niños y la segunda de adolescentes”, relata Mohamad Al Awik, que vive a las afueras de la ciudad de Trípoli (norte), al recordar su infancia.
Mohamad recuerda que incluso pues una cruenta guerra civil de 15 años (1975-1990) dejó más de 150.000 muertos y convirtió la que antes era conocida como la ‘Suiza del Oriente Medio’ en un país en decadencia.
“La guerra empezó cuando éramos pequeños, incluso nuestros juegos de niños eran de lucha. No creo que Líbano haya conocido nunca la paz”, apunta el hombre de 58 años.
Es una guerra librada por una causa no libanesa y en apoyo a una tierra no libanesa. Ha sido extremadamente difícil para nosotros ver cómo una guerra nos es impuesta
Nube de humo durante un ataque aéreo israelí en la zona de Haboush, en el sur de Líbano. Foto:AFP
Sin embargo, su esposa Rana Said cuenta que vivió un corto momento de paz: “Antes del 2019 hubo etapas en las que sentimos un período ausencia de combates”.
A pesar de la aparente calma, Líbano fue azotada por otra crisis: el desplome económico.
En 2019 el país sufrió una crisis económica sin precedentes -lastrada por años por una tasa fija de cambio del dólar y la recesión-. Según el Banco Mundial, esto se sumó al “doble impacto” de la pandemia del covid-19 y la explosión del puerto de Beirut, ambas en 2020.
“La crisis financiera del Líbano se encuentra entre las peores crisis económicas mundiales desde mediados del siglo XIX”, afirma la entidad, que relata que el PIB nominal se desplomó a casi la mitad (pasó de unos 52.000 millones de dólares en 2019 a 23.100 millones en 2021), lo que llevó a reclasificar al país como uno de renta media-baja, cuando estaba en estatus de media-alta.
Asimismo, la pobreza monetaria se disparó del 12 por ciento de la población en 2012 al 33 por ciento en 2022. “La vida económica se ha detenido, ya no salimos a comprar ropa u otras cosas como antes, ya no pensamos en eso”, dice Rana al recordar que “hemos trabajado por salarios muy bajos durante los últimos cinco años. No tenemos dinero para emigrar”.
Apoyo y repudio a la causa de Hezbolá, dos visiones fragmentadas de un país dividido en sectas
Pese a que la guerra en el Líbano no es contra el país sino contra Hezbolá, considerado el actor no estatal más fuertemente armado del mundo, la población civil está atrapada en el fuego cruzado.
Y es que a pesar de que el grupo chií es considerado como terrorista por la mayoría de los países occidentales, en Líbano opera como un partido político y una fuerza de seguridad legítima: el grupo gobierna la mayor parte del país, según la revista académica Foreign Affairs.
“Es como un Estado dentro de un Estado. Ni el gobierno ni las Fuerzas Armadas tienen capacidad para enfrentarse a Hezbolá, lo que significa que es capaz de arrastrar al Líbano a una guerra con Israel”, explica la revista.
La vida económica se ha detenido, ya no salimos a comprar ropa u otras cosas como antes, ya no pensamos en eso. Hemos trabajado por salarios muy bajos durante los últimos cinco años. No tenemos dinero para emigrar
Hezbolá, financiado principalmente por Irán, es el gran aliado de Hamás en Gaza y apoya la causa palestina. Esto ha llevado a que muchos de sus habitantes sientan que están peleando una guerra que no es suya.
Personas huyen de Líbano luego de que Israel lanzó la incursión militar terrestre. Foto:EFE
“Es una guerra librada por una causa no libanesa y en apoyo a una tierra no libanesa. Ha sido extremadamente difícil para nosotros ver cómo una guerra nos es impuesta”, dice por su parte Hani Taleb, un abogado de 21 años que vive en Danke, localidad de Akkar.
Sin embargo, otros la justifican como una lucha a favor de la dignidad. “La guerra en todas las circunstancias es fea, pero cuando es entre el bien y el mal, es honorable”, dice por su parte Majida Said, suegra de Hani.
Por su parte, Rima Said comparte ambas visiones: “Hezbolá jugó un papel importante en la defensa de nuestra tierra y, al mismo tiempo, es el motivo de la destrucción del país”.
Mientras que otros incluso desprestigian la finalidad de la tregua: “Los acuerdos de paz entre Israel y otros países de la región no son más que una ocupación legal, es decir, ‘comprar’ el silencio árabe y despojarlos de humanidad, es lo que vimos en la agresión contra Gaza”, dijo al respecto Lara Taleb, hermana de Hani.
¿Cómo entender estas distintas visiones? La respuesta radica en la sociedad extremadamente fraccionada en decenas de religiones, culturas e incluso lenguas. Solo en el primer aspecto se reconocen 18 confesiones.
Este fraccionamiento no es solo social, sino que se extrapola al mismo gobierno. Las fuentes consultadas describieron la situación política como una “división de sectas irreconciliables” que han llevado al país al declive pues, por ley, Líbano debe tener una representatividad acorde a las facciones. Cumplir con los cupos va por encima de lograr una armonía, explica Foreign Affairs.
Una veintena de muertos por disparos israelíes en Líbano Foto:
“El consenso que dicha fórmula supuestamente debía garantizar (conciliar las facciones) se ha ido erosionando cada vez más a medida que los grupos sectarios no lograban hacer los compromisos necesarios, y Hezbolá se ha vuelto demasiado poderoso para ser acorralado por la autoridad estatal”, dijo al respecto el investigador Imad K. Harb en un artículo para el Centro Árabe de Washington.
Pero, en general, pocos libaneses apoyan la causa de Hezbolá. La encuesta de Arab Barometer, realizada en 2024, revela que solo el 30 por ciento dice tener mucha o bastante confianza en Hezbolá, mientras que el 55 por ciento dice no tener ninguna en absoluto. Sin embargo, los niveles varían ampliamente según la secta.
Entre la población chií -que representa el 32 % de la población-, el 85 por ciento dice tener mucha confianza en Hezbolá. En comparación, sólo el 9 por ciento de los sunitas y drusos, así como el 6 por ciento de los cristianos, opinan igual.
La tregua no es el fin: las pocas esperanzas de una paz real en el Líbano
Las décadas de conflictos -internos y externos- han sumido al país en una insostenibilidad que, con los aires de guerra que penden del hilo de una débil tregua, llevan a sus habitantes a pensar en lo peor.
“Francamente, temo que mi país, el Líbano, desaparezca del mapa y temo que se divida”, dice Rana con poca esperanza, quien agrega que su territorio también es golpeado por otros conflictos de la región. “Compadezco a los refugiados palestinos y sirios que están acá. Líbano da la bienvenida a todos, pero el futuro es incierto y preocupante”.
Líbano vive la peor crisis económica en décadas, marcada por una depreciación de la moneda Foto:Anwar Amro. AFP
Sin embargo, para otros, como la mamá de Rana, Nadia Jalloul, de 69 años, la guerra ya les ha quitado mucho. “No sé cuántos conflictos he vivido. Perdí a mi marido que estaba en el ejército en 1976 y me ha dolido por el resto de mi vida. Tenía 28 años. La guerra es tanta que temes que tu país desaparezca y que te conviertas en apátrida”.
Según Arab Barometer, entre los pueblos árabes encuestados, los libaneses son los más propensos a decir que su situación es peor que la de la generación de sus padres (más del 50 %), y sólo el 28 por ciento cree que la generación de sus hijos tendrá una mejor calidad de vida.
“Tal vez sea pesimista, pero no estoy seguro de que vivamos como otros países donde puedas planificar y ejecutar tus proyectos de vida. Tememos que la guerra comience de nuevo”, sentencia Ibtissam Said, libanesa de 63 años que vive en Dedeh.
Y es que, según la encuesta, sólo el 13 por ciento de los ciudadanos cree que la situación mejorará en los próximos dos o tres años. Mientras que, para otras personas, la paz en su país se volvió algo inalcanzable.
Primer ministro israelí, benjamin netanyahu. Foto:Menahem KAHANA / AFP
“No veo ninguna estabilidad, calma y paz en la región con la presencia de un enemigo bárbaro como Israel”, apunta Violette.
Por otro lado, para algunos, la paz no es simplemente el fin de la guerra: “Es un concepto más profundo. La paz se centra en la construcción de un entorno seguro y estable en el que vivas con dignidad. Esto es algo que nunca he visto en Líbano”, concluye Lara.
Por eso, el interrogante se centra en saber qué ocurrirá después de este 18 de febrero, puesto que son los millones de libaneses que claman por la paz quienes seguirán arrastrando las cicatrices de un país que, aunque logre silenciar los cañones, ya ha perdido demasiado.