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El país de ensueño que vive en la nada

La Venezuela descrita por Maduro es lo que anhelamos desde siempre, lamentablemente todo es mentira.

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El embrujo desafió la sindéresis. En la tribuna de oradores nacía la patria que solo vive en la alucinación. Es tan brutal nuestra realidad, que el hierático danzante tuvo que escudarse hábilmente en la falsedad. A la fallida revolución venezolana se le acabaron los argumentos. Más de veinte años istrando al país han demostrado su inviabilidad en el tiempo. Son tantos los desatinos que el recurso argumentativo hace denodados esfuerzos por convencer. Tendría que tenerse la magia de la palabra, para volver a cortejar a un pueblo defraudado, una pesada cruz es cargaba en hombros de la Venezuela desvalida, la patria hundida por un gobierno, que se expresa en su manifiesta incapacidad. La tenebrosa experiencia nos ha costado el desplome nacional hasta niveles impresionantes.
(También le puede interesar: La puñalada en el corazón revolucionario)
Con suma atención escuchamos el mensaje anual del presidente Nicolás Maduro, ante la súbdita Asamblea Nacional. El rollizo primer mandatario nos contó una Venezuela de fábula. Una república de ensueño donde todo funciona como relojito suizo. La Venezuela descrita por Maduro en su cadena de interesadas cifras es lo que anhelamos desde siempre, lamentablemente todo es mentira. Como sentencias eléctricas cayeron expresiones telúricas de realidades, que solo las concibe un grueso papel con resistencia al engaño. Una sarta de mentiras para tratar de cobijarse en la sinuosidad de dóciles contertulios de aplausos condicionados, un escenario cómplice que sabe deslizarse entre las vértebras de sus conveniencias.
Las cifras amañadas no son la cruda realidad de un pueblo atrofiado en su carencia, la parálisis nacional hábilmente disfrazada por el oscurantismo de culpar a los demás.
Las cifras amañadas no son la cruda realidad de un pueblo atrofiado en su carencia, la parálisis nacional hábilmente disfrazada por el oscurantismo de culpar a los demás por la desidia de un gobierno corrompido hasta el espíritu. Entre papeles llenos de acotaciones el discurso se recostó sobre la alegoría. Nada que mostrar ante una verdad que les escupe el rostro. Es la reedición de los anteriores mensajes presidenciales, siempre buscando culpables y ofreciendo la reactivación definitiva de nuestra economía, sometida por los tentáculos imperiales de la primera potencia terrestre, jamás cambian el control remoto para ver otro programa de televisión. Es la misma serie en veintidós temporadas. Con los mismos actores que se aprendieron de memoria el estribillo de saber mentir.
Mientras tanto, Venezuela es arrastrada hasta el abismo de los problemas.
ALEXÁNDER CAMBERO

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