Teodoro Petkoff, uno de los más brillantes venezolanos de cualquier época, cede su espacio en la tierra. Es sumamente complicado imaginarlo definitivamente fuera de la cruenta realidad nacional. Orador electrizante, capaz de convertir sus palabras en manojo de genialidad, y un escritor brillante, con un estilo con matices tan diversos que la amenidad al leerlo nos convertía en adeptos. Petkoff fue un hombre de una vasta cultura. Pocos políticos poseían ese acendrado toque de brillantez para cualquier empresa que emprendiera.
Su coraje lo hizo irrumpir en la lucha por la libertad, buscando distintos caminos. Él se percató de la inviabilidad de la lucha armada y fue de los primeros que entendieron que esa no era la salida, y fue protagonista de una espectacular fuga del cuartel San Carlos, que causó conmoción en la década del sesenta. Gracias a ese enorme coraje pudo cuestionar el omnímodo poder de la dictadura soviética, que también había secuestrado el pensamiento de izquierda para anquilosarlo al lado de un régimen criminal y negador de toda libertad.
Petkoff se adelantó cuarenta años a la perestroika que lideró Mijaíl Gorbachov, siendo señalado por el ‘premier’ ruso Leonid Brézhnev en 1968 como un peligro para su sistema. Esas tesis de Teodoro fueron la base de cambios extraordinarios que llegarían a la extinta URSS en años subsiguientes.
Él hizo del periodismo un fortín, en donde se expresaron sus ideas alejadas de la política partidista. En esta área logró innovar de tal forma que sus publicaciones lograron cautivar al difícil lector político. El público se desvivía por sus editoriales llenos de profundidad y compromiso.
Aquí, en Venezuela, con gran hidalguía nos advirtió del peligro que significaba Hugo Chávez como eje de un proyecto hegemónico que terminó destruyendo muchas probabilidades de desarrollo. En aquel momento se enfrentó a su partido, donde andaban encandilados por la ilusión que despertaba el líder de la intentona golpista del 4 de febrero. El tiempo terminó dándole la razón. Debido a ello fue injustamente perseguido por la ignominia. Quisieron quebrantar su espíritu a toda costa, pero no pudieron lograr someterlo, ya que su altura estaba muy por encima de la felonía.
Tuvimos la suerte de acompañarlo por Venezuela entera cuando fue candidato presidencial. Compartimos tarima en muchos actos en diversas partes. La primera vez que hablé en un mitin fue en una actividad en Duaca, junto a Orlando Fernández. Ese día, Teodoro me dio consejos que conservaré eternamente.
Son tantas anécdotas como aquella cuando en el poliedro, en 1982, estreché su mano justo al lado del gran Gabriel García Márquez, el dramaturgo José Ignacio Cabrujas y el malogrado líder colombiano Luís Carlos Galán. —¿Cuándo llegaste de Duaca? —me dijo minutos antes de intervenir.
Teodoro Petkoff fue un amigo entrañable, brillante como pocos, un hijo del trueno que seguirá siendo un ejemplo de lucha.
ALEXANDER CAMBERO