El 6 de marzo, María y Joan viajaron a Chile. El 16 de marzo volaron a Buenos Aires. El coronavirus había cruzado el océano, y la cuarentena los confinó en el hotel Kenton.
El tour se canceló, y cambiaron los pasajes de regreso para el 18 de marzo. Al llegar al aeropuerto, no le permitieron viajar a Joan, porque el día anterior se expidió el decreto de no recibir extranjeros en nuestro país. María tenía que decidir si viajar o abandonar a su pareja a orillas del Río de la Plata. No dejó botado a su amor, y comenzó un viacrucis sin fecha de caducidad.
Alquilaron un apartaestudio. Los recibió el otoño con sus helajes. Dos días llovió tan fuerte que pensaron navegar por Buenos Aires, como única forma de conocer la ciudad. Están próximos a cumplir 71 años. Hace 11 meses Joan sufrió una muerte súbita y recibe tratamiento coronario. Escribieron cartas, llenaron formularios, movieron cielo y tierra, tras un gesto de gallardía para poder viajar en el vuelo humanitario del 3 de mayo. Les cerraron las puertas de la solidaridad en sus narices.
El informe que el Consulado de Colombia le dio a Latam les pareció impreciso: “Ellos decidieron no viajar”. ¿Cómo? ¿Separándose en medio de un mundo trastornado?
Llevan 7 años, en un danzante amor desde lejos, entre Barcelona y Medellín. La entrada más reciente de Joan a Colombia fue en diciembre del 2019. Que hayan salido desde Medellín y no puedan regresar juntos es un acto de delictiva humanidad. Los han obligado a un encierro inclemente: cerca de sus corazones y muy lejos de su tierra. Joan no sabe cuándo podrá viajar a Barcelona, y María debería pasar una cuarentena sola de 14 días en Bogotá.
No es el capricho de unos jóvenes ni una relación casual, es la historia de amor de Julieta y Romeo, mayores, que solicitan “un gesto humanitario real”. Su vida en Buenos Aires se redujo a ocho calles a la redonda: La verdulería, el pollero, tres super- mercados, la señora de los huevos y la carne, el naturista y la farmacia azul. Ante la insensibilidad del prójimo, María acudió a la imagen de un ave fénix que le habla de resurrecciones, de héroes de antiguas geografías, de una visión donde regresan a sus hogares luego de ser arrancados de sus terruños o alejados por voluntad propia y renacer de las cenizas para hallar la paz mutua. Un destino que el normativo azar les quiere coartar.
Alfonso Carvajal