Estábamos dando una clase de bachillerato acerca de la vital función que cumplen los bosques y los animales sobre la Tierra. Estos seres no están en el planeta porque sí, forman parte de la armonía del universo, y aniquilarlos es atentar contra el equilibrio que preside las leyes de la vida y contra la supervivencia del hombre mismo. Hablamos de las hormigas, que fueron ya propuestas por Aristóteles como ejemplo de laboriosidad y de las que se dice que son los seres más fuertes sobre la Tierra, ya que pueden transportar cargas cientos de veces más pesadas que su propio cuerpo. Hablamos de las arañas, de las que se dice que algunas de sus telas son los cables más resistentes que existen. Los poetas y los ecólogos nos dicen que hacerle daño a una hoja es hacer llorar una estrella, poética verdad que nos patentiza que todo lo que ocurra a los seres del universo nos atañe también a nosotros mismos, como parte que somos del cosmos.
Hablemos hoy de las mariposas. No son solo frágiles y hermosas criaturas cantadas por José Eustasio Rivera en uno de sus cincelados sonetos de Tierra de promisión.
Así dice el autor de La vorágine: “Persiguiendo el perfume de risueño retiro, / la fugaz mariposa por el monte revuela / y en los aires enciende sutilísima estela / con sus pétalos tenues de cambiante zafiro”. Las mariposas, con su vuelo de flor en flor, polinizan muchas especies vegetales. Esto que diremos de otros animales como aves y murciélagos, y sobre todo de las abejas, representa hoy un tremendo problema para la humanidad. La desaparición de los polinizadores pone en grave riesgo las cosechas y, por lo mismo, la alimentación de la humanidad. Así que las mariposas son elementos importantes en el equilibrio de la naturaleza. Colombianos, a cuidar las mariposas; no son insectos para adornar paredes clavados con un alfiler.
Y llegamos al capítulo de los sapos (estos, de dos patas, abundan en Colombia) y las ranas. Se encuentran en el centro de las cadenas tróficas, es decir, comen y son comidos. Las cadenas tróficas o alimentarias sostienen la vida en la Tierra. Estos anfibios dan cuenta de millones de insectos y, por lo tanto, ayudan a controlar las plagas y, a la vez, son el alimento de un número considerable de aves, serpientes y otros animales a través de las redes. Su uso es común en investigación médica. Varios científicos de la fisiología y premios nobel de medicina han involucrado ranas en sus investigaciones. Los compuestos químicos de las secreciones de la piel se estudian para el beneficio de los humanos, desde analgésicos no adictivos hasta curas para el cáncer. Estos animalitos también tienen un alto valor indicador de la salud de los ecosistemas. Esto gracias a la permeabilidad de su piel, que es gran absorbente, ya que viven en dos ambientes: anfi-bios. El calentamiento global está acabando con las ranitas de nuestros páramos, y los científicos están alarmados por este fenómeno. ¡Que vivan, pues, los sapos y las ranas! Seguiremos hablando de plantas y animales, nuestros compañeros de camino en el cosmos.
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Siempre han dicho que los indígenas son ecologistas. ¿Y la cantidad de árboles que tumbaron para obstruir la Panamericana? Mire a ver cuál es la realidad.
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Invito a los lectores a mi conferencia-proyección sobre el Parque Nacional de los Saguaros, en Arizona, y las pirámides de Teotihuacán. Este viernes 26 abril, a las 7 p. m., en el Colegio Champagnat. Teléfonos 2855871 y 3403340.