Pasado el momento noticioso inmediato, puede ser la hora de analizar de forma reposada el resultado de la COP27, la mayor cita mundial sobre los problemas del clima, que terminó en Egipto el pasado domingo (dos días después de lo previsto).
Más allá de planteamientos benevolentes, no hay duda de que el balance de la reunión ha sido negativo y decepcionante, según el parecer de expertos, políticos de todos los orígenes, ecólogos y dignatarios internacionales, incluido el Secretario General de Naciones Unidas. “Desafortunadamente, la COP no ha cumplido con el compromiso de los principales emisores del mundo de gases de efecto invernadero de reducir gradualmente los combustibles fósiles, con nuevos acuerdos sobre la mitigación climática”, declaraba la moderada representante de la Unión Europea, Ursula Van del Leyden. En definitiva, ha sido el triunfo de los 363 lobistas destacados en la COP por los grandes intereses del negocio fósil.
“Es extremadamente frustrante que medidas urgentes sobre la salida progresiva de las energías fósiles hayan sido bloqueadas por un cierto número de países emisores y de productores de petróleo”, deploraba la ministra Alemana de Exteriores Annalena Baerbock, al cierre de la reunión, mientras Alok Sharna, presidente de la anterior COP, celebrada en Glasgow, abandonaba la conferencia visiblemente colérico.
Se da como resultado positivo de la COP (el único, en todo caso) el “Acuerdo sobre pérdidas y daños”. Bajo esta expresión se incluye la ayuda a los países, especialmente los pobres, que han sufrido los estragos del cambio climático, aunque el acuerdo queda pendiente de concreción, sin detallar quiénes recibirán los fondos, en qué cuantía y plazos y cuáles naciones desarrolladas contraerán una “responsabilidad legal” y jurídica, que abriría las puertas a tener que afrontar futuras indemnizaciones por estragos ante posibles demandantes. De todo se encargará un comité que informará el próximo año.
Ese fue el primer objetivo planteado en la COP27. Sobre el segundo, decisivo, concerniente a los umbrales de emisiones de CO,2 o al abandono progresivo de los combustibles fósiles, nada se ha avanzado. Respecto al apartado definido como “Mitigación”: reducción de gases de efecto invernadero, no se han aportado cambios sustanciales ni avances respecto a la anterior Conferencia de Glasgow. En opinión de la Directora de Climate Foundation, Laurence Toubiana, una de las autoras de las conclusiones sobre la materia adoptadas en Paris en 2015: “se ha redactado un texto final a la medida de los intereses de los estados productores de gas y petróleo”. Para Pedro Zorrilla, portavoz de Greenpeace: “los grupos de presión se han salido con la suya. Creo que ha llegado el momento de desenmascarar a los que habitualmente bloquean la acción climática”.
Las negociaciones para llegar a un acuerdo de mínimos, con objeto de lograr una rebaja en el consumo de combustibles fósiles, una medida que tenía el apoyo de la Unión Europea y de 80 Estados (entre ellos Colombia) e incluso de India, que emite tanto como los 27 países europeos juntos, contó con la oposición China, a pesar de que este país durante este verano padeció la mayor sequía de la historia, y donde un millón de personas muere cada año por causas relacionadas con la contaminación. Por su parte, el grupo de los “petroestados” tumbó las negociaciones para reducir el consumo de combustibles fósiles para asegurarse de que los ingresos por la venta de estos se mantengan durante el mayor tiempo posible. Al cierre de la Conferencia, en la madrugada del domingo, las delegaciones de Rusia y Arabia Saudí exigieron que no se incluyera ninguna referencia al abandono progresivo de gas y petróleo que, según todo el saber científico y las conclusiones de la anterior conferencia de Glasgow, son el origen de las emisiones de efecto invernadero. Así quedó en el texto final. Tampoco se situó como objetivo central que el calentamiento global no supere los 1,5 grados.
“Hemos venido para hacer frente al cambio climático y es necesario que todos los flujos financieros apoyen la transición hacia una economía baja en emisiones de carbono. La Unión Europea vino aquí para conseguir un lenguaje fuerte y estamos decepcionados por no haberlo conseguido”, afirmó en su discurso final el vicepresidente europeo Timmermans.
No podemos permitirnos otra cumbre sobre el clima como la de Egipto, declaraba a ‘The New York Times’, Manuel Pulgar-Vidal, quien fue presidente de la COP20 en 2014 en Lima. Pero tal como han concluido los grandes debates en la materia, cuando llegue la próxima cita planetaria se deplorarán nuevas catástrofes climáticas, nuevas víctimas y perspectivas más alarmantes.
Los presagios no pueden ser más oscuros: la próxima COP28 se celebrará en los Emiratos Árabes Unidos, que envió a Egipto 70 lobistas para que se opusieran a cualquier medida que supusiera menoscabo de los combustibles fósiles.
ANTONIO ALBIÑANA