Cuando nacían los centros comerciales (CC) en la segunda mitad el siglo XX eran signo de modernidad. EE. UU., país promotor, los hacia resplandecientes a lo largo de sus carreteras y suburbios, y luego prosperaban en las ciudades céntricas “para venta de todo”. En Colombia se iniciaron en los 70, con Unicentro, en Bogotá, y los ciudadanos no daban crédito de que fuera “tan grande y tan lejos”; en general, en occidente crecían y crecían, y los comerciantes alquilaban locales, costosos y de buena pinta y seguros. Pero en América Latina descubrían algo; se iba a los CC a ver y no a comprar, lo que en Colombia se llamó el “Sr. Miranda”, y de este modo se convertían en lugares de sensuales ojeadas. Del señor Miranda pasamos al paseo urbano, se iba a pasear, llevar los niños a comer piza y celebrar cumpleaños en cambio de hacerlo en sus casas. El CC como un club.
Fecunda la historia de los CC, muy ligados al consumo. Pero ha nacido una pregunta en estudiosos de los espacios urbanos: ¿morirán los centros comerciales? En EE. UU. se da como un hecho. Los datos bien consultados de la periodista Sara Soteras (Efe) lo señalan: “De 2.500 se pasa hoy a 750, y se prevé que en 15 años solo quedarán 150”. Con otras perspectivas, pasa también en América Latina un desinfle de estos en su “grandeza”, instalándose más bien pequeños en sitios de atención en los barrios. Si uno distingue entre lugares cercanos a las residencias y otros de carácter metropolitano, los colegas Durhau y Giglia han demostrado que en México la tendencia es la de las compras en los sitios vecinos, y los metropolitanos se tienen como objetos de visitas, al lado de los centros históricos y museos. Pero la principal daga clavada en el corazón de los centros comerciales es el comercio electrónico. En las jornadas sin IVA en Colombia, 2022, se vendieron 10,6 billones de pesos, de los cuales 7.270 correspondieron a facturación electrónica. Según la Cámara de Comercio, ese año cerró con un aumento del 38 % de ventas en línea.
Bajo este panorama, ¿qué futuro tienen los CC? Parecería que el consumo y mercancías de uso: ropa, alimentos, etc., salen para el barrio y los CC van quedando para asuntos de belleza y placer. A los CC los están salvando hoy los restaurantes, los cines, joyas y lujos, moda, desfiles, electrónicos, o también cafés, cambio de moneda, y hasta librerías con revistas de cocina y turismo. Una filosofía del tocador, palabras en préstamo del Marqués de Sade: los CC como sitios de lujuria.
ARMANDO SILVA
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