Noviembre me alborota la tripa fúnebre. Me hace sentir "aceptablemente póstumo" (gracias, Gesualdo Bufalino).
Para que la pelona no me coja en Babia, frecuento cementerios. En mi hoja debida figura insólita invitación a la inauguración de un mausoleo sin muerto.
El vivo con mausoleo es el escritor Álvarez Gardeazábal, quien hace rato huele a gladiolos. Lo dice él mismo. Escéptico total, le luce el aforismo de Jardiel Poncela: El ateo cree que él es Dios.
En su condición de no creyente tenía lista su parcela en el cementerio Libre de Circasia, Quindío. Pero un anómalo día fue notificado por la nueva istración de que las estatuas no eran bienvenidas en ese barrio.
Enterados los mandamases laicos del cementerio de san Pedro, en Medellín, le ofrecieron un sitio bajo su sol con todo y mausoleo, obra del maestro Jorge Vélez. Tan pronto desocupe el amarradero, “l’enfant terrible” vallecaucano dormirá cerca de Jorge Isaacs y de Tomás Carrasquilla.
Sobre el cielo de Managua tuve un encuentro cercano de primer tipo con la "señora muerte".
En Bogotá, hacía turismo en el cementerio Central. Cualquier noviembre 27 estuve en la serenata al poeta Silva ofrecida por la Fundación Palabrería.
Mi tour incluía visita al muerto más taquillero, Leo Kopp, fundador de Bavaria al que sus devotos le piden milagros. Don Leo tiene competencia brava: Carlos Pizarro, el asesinado candidato del M-19. La vez que estuve allí conté 48 placas agradeciéndole milagros recibidos.
En Campos de Paz, de Medellín, "a los muertos los llamo mis amigos". Le rezo su responso a otro escéptico, el maestro Óscar Castro, muerto en olor de santidad ajedrecística. Vive su eternidad en el lote 17, tumba 524-1.
Sobre el cielo de Managua tuve un encuentro cercano de primer tipo con la "señora muerte". Ocurrió la vez que el Hércules de la FAC en que viajábamos fue ametrallado cuando estábamos próximos a aterrizar. Felizmente, regresamos a casa vivos, no héroes.
Ahora, cuando deseo sentirme "aceptablemente póstumo", disfruto este sueño de mi nieta Ilona, de 9 años: "Fui al parque y mis abuelos no estaban ahí. Luego vi dos pájaros que se veían como ellos. Después les dije: ¿Ustedes se comieron a mis abuelos? Ellos dijeron que no, que ellos eran mis abuelos y que un pájaro malo los había convertido en pájaros. Yo me fui a buscar al pájaro para que los convirtiera en humanos. Lo encontré y dijo que no, y me convirtió en pájaro también".