Versión original: The Old Oak (El Viejo Roble), nombre del único pub tradicional de un pueblo minero desolado y también estigmatizado de la costa nororiental de Inglaterra (Durham). Su fachada luce deteriorada, el pintoresco letrero horizontal de tres palabras y nueve letras cuya K se descuelga de una pared alta sin que su empecinado propietario logre asegurarla.
El panorama es preocupante: socavones de carbón cerrados, éxodo masivo de jóvenes, casas y locales que se derrumban y víctimas de regímenes asiáticos en busca de residencias baratas. Sitio de reunión obligatorio para obreros sobrevivientes de huelgas y explosiones en los años 80, una taberna sin restaurante en donde se toma harta cerveza y sus pocos pero asiduos clientes charlan o chismosean.
Villorrio casi fantasma, habitado por xenófobos raizales que califican de invasores a familias de refugiados sirios que pagaron por llegar. Rodeados de tierras arrasadas y playas de piedra picada, los mineros desempleados emigraron para dar paso a sufridos y rechazados inmigrantes asiáticos. Quedan, entonces, los vestigios del milenario esplendor simbolizado por una impresionante catedral de arquitectura normanda invasora del siglo XI, entre obsoletas instalaciones hidráulicas o eléctricas. “Las iglesias no deben ser de los clérigos sino de quienes las construyen”, uno de sus tantos mensajes entendibles y edificantes.
Con media vida dedicada a su pub, Jota se empeñó en mediar y reparar la cámara rota de una fotógrafa siria llamada Yara; su espíritu comunitario se tradujo en socializaciones y alimentación compartida con esperanzadas comunidades desplazadas por regímenes duros. Busca aportes sindicales y eclesiásticos porque “familia que come unida permanece unida”. Entre muestras intolerantes y xenófobas (esos ‘cara de trapo’), se intercalan lemas o consignas como la del Estado Islámico que aplasta a los cristianos, y quejas de... “el horror, la corrupción, las mentiras y falsas promesas”.
Muy apropiados los perfiles de sus coprotagonistas: hombre solo, divorciado y viudo de manías suicidas con hijo único desaparecido; Yara, fotógrafa siria, y su fiel asistente, pero por sobre todo la perrita Marra –el entierro en playa pedregosa es una de las escenas animalistas más estremecedoras que haya visto–.
KEN LOACH, exponente principal del realismo socialista británico, cumplió 88 años. Estudió Leyes en Oxford y se inició con docudramas intimistas en la televisión. Sensible a los problemas sociales y las crisis generalizadas de la economía del Reino Unido, en particular durante las eras conservadoras y antisindicalistas de Margaret Thatcher y Tony Blair. Tales docudramas, ficciones cotidianas basadas en personajes comunes y situaciones críticas de la vida real, cuestionan el desempleo y la falta de protecciones estatales a trabajadores que viven entre Londres y Dublín. Es que Loach no ha sido ajeno a la dureza histórica del conflicto irlandés, tampoco al dilema de los inmigrantes de Europa del Este; el maestro ha convivido con católicos discriminados, y repudia constantemente los abusos cometidos contra la población civil y los súbditos de Su Majestad.
En dos líneas, un adelanto de los dramas sociales en torno suyo. Miradas y sonrisas (1983): en tiempos de Margaret Thatcher, un joven irlandés vive del subsidio de desempleo y su mejor amigo es enviado como soldado a Dublín a vigilar católicos. Fatherland. (1986): cantante disidente de Alemania del Este cae bajo las garras de un empresario musical de Occidente que lo llevará a Londres en busca del padre desertor, quien lleva viviendo veinte años en la miseria. Agenda oculta (1990): cuando un abogado americano de derechos humanos es asesinado en Belfast, se descubre que mantenía un expediente sobre la manipulación del alto gobierno.
Tierra y libertad habla de la experiencia de una revolución española traicionada por el Partido Comunista, desde Moscú, y cuestiona si Europa volvería a vivir un momento como aquel de 1936. Loach, siempre inclinado por tesis políticas de la izquierda obrera, ha realizado películas de carga sociológica como Vida en familia y Lloviendo piedras y, desde luego, su portentosa pieza maestra El viento que agita la cebada, cuando en Irlanda se vivía la furiosa represión del ejército inglés contra una población orgullosa de sus ancestros celtas y culto católico.
Buscando a Eric, en 2009, recreaba inquietudes sociológicas e inclinaciones políticas de izquierda para brindarnos una comedia de la vida cotidiana en torno a los consejos proporcionados por la estrella de fútbol Éric Cantona (del Marsella al Manchester). La parte de los ángeles (2012): visita a una destilería de la alta montaña escocesa que genera terapias delincuenciales y de cómo apreciar un excelente whisky añejo con botellas avaluadas en varios millares de libras esterlinas –Premio del Jurado, en Cannes–.
El salón de Jimmy (2014): en Irlanda, un político independentista regresa de América afectado por la Depresión y decide reabrir un local nocturno para reuniones, bailes y tertulias de campesinos rasos. Yo, Daniel Blake (2016), coproducción del BFI y la BBC, guion del fiel escritor de cabecera Paul Laverty: cerca de Londres, un trabajador mayor se somete a una entrevista clínica y al estúpido cuestionario de una profesional de la salud que le niega su pensión laboral por cuanto puede valerse físicamente de sí mismo. La anterior fue su segunda Palma de Oro, en Cannes.
Mauricio Laurens