La actividad de los museos y las ferias de arte viene dando una grata sorpresa durante el reinicio hacia la ‘nueva normalidad’ de la pospandemia. Gracias a este tipo de eventos queda en evidencia el impacto positivo que la actividad cultural tiene, primero, en el estado de ánimo de la gente y, segundo, en el campo económico por la reactivación que genera.
Si entramos a analizar un país como Francia, en donde sus instituciones y centros culturales son una prioridad para el Estado, a través de un recorrido por algunos de los espacios que se están renovando vemos, en primer lugar, el emblemático Centro George Pompidou de París (1977), en donde iniciarán un proceso de renovación y restauración que durará cinco años, al que le han destinado cerca de 220 millones de euros y esperan entregar en el año 2027 para la celebración de su cincuentavo aniversario.
Algo igualmente impactante ocurrirá en el Grand Palais (1900), que tendrá una inversión de 500 millones de euros subvencionada en su gran mayoría por el Ministerio de Cultura. Serán cuatro años de trabajos, para ser entregado en el 2024, coincidiendo con los Juegos Olímpicos de París.
Otra de las aperturas más esperadas es la construcción que se está haciendo en La Bolsa de Comercio, en el corazón de la Ciudad Luz, proyecto financiado por el reconocido empresario François Pinault, dando un aporte de 108 millones de euros, el que estará dedicado exclusivamente al arte contemporáneo, exponiendo su colección privada.
Saltamos al histórico Museo Reina Sofía, en Madrid, que acaba de concluir una ampliación que le sumó 2.000 metros cuadrados de nuevas salas y costando algo más de 3 millones de euros.
Los presupuestos para el arte y la cultura siguen siendo escasos, ya que no están en la línea de las prioridades.
Esto es un reconocimiento al papel transformador que tienen las instituciones culturales en sus sociedades; por esto es que en aquellos países invierten tanto en este frente y les entregan recursos para apoyar su continuo desarrollo.
Es triste ver que en Colombia los proyectos de este tipo brillan por su ausencia, pues los presupuestos para el arte y la cultura siguen siendo escasos, ya que no están en la línea de las prioridades.
Ahora bien, nos sorprendió gratamente el experimento hecho durante la Semana Artbo, utilizando un nuevo formato, al no utilizar el recinto ferial acostumbrado, Corferias, convocando algo más de 18.000 personas, quienes volcaron su interés en las diferentes galerías participantes en varios sectores de la ciudad. A la nueva propuesta se unieron diferentes inmuebles, como un edificio y una biblioteca, que tuvieron un volumen de público inesperado, alrededor de 2.500 personas solo en un fin de semana.
Otro caso, la Feria del Millón, que volvió a darles vida a las instalaciones del abandonado Hospital San Juan de Dios en Bogotá, con una interesante muestra y una alta participación de visitantes.
Definitivamente, la actividad creadora tiene mucho poder: incita emociones y experiencias en los asistentes, impacta de forma significativa el mobiliario público y genera dinámicas de participación y reactivación sorprendentes. Los seres humanos necesitamos –luego de casi año y medio de restricciones– actividades que nos enriquezcan, nos llenen de energía y marquen un nuevo ritmo. Para eso se deben utilizar los espacios públicos y los recintos cerrados, donde se pueda disfrutar de la creación de los artistas e inclusive mejorar la propia salud mental.
Hay que impulsar al sector de la cultura para lograr beneficios sociales que nos permitan enfrentar la realidad. El Museo de Arte Moderno de Bogotá cumplirá 60 años en el 2023. ¿Veremos algún cambio? Ojalá esto se entienda como un llamado a las instituciones públicas o, en su defecto, a las privadas. Esa sería la gran apuesta.
CLAUDIA HAKIM
Directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá