No es la primera vez que contra viento y marea se bate Colombia, y aunque en sitios más oscuros nos haya encontrado la noche, sin quitar la mirada de los enormes riesgos, es momento de abandonar el rol de Casandras anunciando el desastre venidero y ponerla en otros horizontes. Que rujan vientos huracanados, mellarán la institucionalidad sin abolirla y, mientras tanto, tengamos certeza de que la patria se construye a diario con visión y trabajo, que después del momento más oscuro, brilla el alba.
Si bien es cierto que nuestro mejor socio comercial y militar le retiró la mitad de la ayuda al país –protesta por ineficacia en la lucha antidrogas, que esto es un palo en la rueda para los héroes que se baten contra esos Leviatanes–, lo es también que en el 2023 se firmó con ese país un acuerdo de reconocimiento mutuo y se trabaja para construir nueva confianza.
Es verdad que la ruptura diplomática con Israel amenaza, entre otros, los suministros de los que depende parte del armamento de nuestras FF. MM., como lo es el que Colombia es vista como Nación de tradición republicana, no bélica, y que el país sigue atrayendo inversión, clara oportunidad para que Mr. Taxes –a quien creatividad no le falta, transmutado en Mr. Trade– consolide las alianzas con el empresariado que anunció al posesionarse y que lo espera, firme y dispuesto al timón de sus naves.
De la inteligencia artificial (IA). El anuncio de inversión en lotes, edificios y licitaciones que por medios y redes lanza el Mintic llama a preguntarse: ¿se anuncia la creación de una panacea en forma de clusters a nivel de pioneros globales, o el nacimiento de una camada de elefantes blancos y un barril sin fondo? ¿Es ese el mejor camino para avanzar en IA? Alrededor del MIT, hace 20 años pequeños emprendimientos rentaron sótanos, locales, apartamentos y dieron luz a la hoy pujante industria de la biotecnología y más. Sucedió luego de concertar una ruta con academia e inversionistas de aventura.
Los emprendedores tuvieron al Media Lab, a la comunidad del conocimiento de Cambridge, como a la Escuela de Ingeniería John Paulson de Harvard, que generó eficaces círculos virtuosos. Acá se plantea fundar la IA en Zipaquirá y áreas rurales, algo que parece seguir la tesis del profesor Ricardo Haussmann que propone, literalmente, a los gorilas en la jungla saltar a los árboles más lejanos del bosque, no tomar frutos próximos, ampliar así su círculo de productividad.
Cuando Venezuela dio el salto hacia la producción de aluminio, asumiendo que tener hidroeléctricas y bauxita era suficiente, el error costó cerca de seis billones de dólares. La innovación, como tantas cosas, se sostiene cuando menos en un trípode de capital humano, capital de aventura y mercado, no en titulares, sí en políticas concertadas.
¿No sería más eficaz y menos riesgoso, por ejemplo, reforzar la Nacional, Distrital, UIS, Norte, Sena, inyectarles capital, elevar su capacidad de innovar, fortalecer sus vínculos con academias afines, importar Ph. D. expertos, transferencia tecnológica, atraer capital de aventura desde ya, como muy exitosamente hace, el Tech de Monterrey? Harvard y MIT siguen siendo los mayores patentadores del mundo y lo hacen siendo academias imbricadas con el capital de aventura, expertos en spinn offs, del laboratorio al emprendimiento, a la bolsa. ¿Por qué no seguir una senda existente y exitosa, apoyando las universidades públicas y privadas, mejor que saltar al borde del bosque?
Mientras tanto, ¿cuándo se podrá patentar software en Colombia, no solo registrarlo como derecho de autor? ¿O cómo se concretarían los éxitos en IA? Nadie en sus cabales revela un código fuente como si fuera un libro.
Colombia, potencia mundial de la IA podría ser un acierto, o parecerse a la potencia mundial de la vida, que va como va.
MAURICIO LLOREDA