El garrapatero, es decir, este servidor, se levanta los viernes, apuntes en mano y hechos a mano, cuando el Sol aún sueña en un nuevo día, a enfrentar el espacio en blanco. Aquí, en medio de tanta inseguridad, nos asaltan hasta las dudas. Hay bastante de qué hablar, pues en este país y en este gobierno puede haber escasez de mucho, pero sobran temas. En eso el Presiente es un árbol, no caído, sino generoso.
Pensaba escribir hoy de la convocatoria de Gustavo Petro a una consulta popular para buscar respaldo a las reformas laboral y de salud, a raíz de la radicación en el Senado de la ponencia de archivo de la laboral. Y con el temor petrista de que la de salud descanse en paz, pues está en cuidados intensivos en medio de la falta de medicamentos.
Lo vimos bravo en la alocución presidencial. A propósito, aunque algunos se asustan, no sea un nuevo consejo de ministros, a mí me gustan las alocuciones, pero por el maravilloso video previo en el que suena el himno nacional, con esa Colombia bella de selvas, agua abundante, etnias, pueblo laborioso, soldados, montañas, bandera. O sea, la gloria inmarcesible, aunque uno sabe que hay muchos surcos de dolores. Y de coca.
Era el tema, para decirle al señor Presidente lo que le dicen las mamás a las hijas cuando se van a casar con un mal partido. "Piénselo bien". Por costos, más de 300.000 millones, cuando estamos con la nevera vacía. ¿Y si no le da el umbral? Y cada vez con un respaldo popular que escasea más que el gas. ¿Y qué preguntará? Está en su derecho de sufrir su revés, pero "piénselo bien", Presidente.
Pueda que tenga fines electorales con miras al 2026, pero una derrota en las urnas a estas alturas, como decía un enano, apaga y vámonos como proyecto político. Y, además, ¿amenazar con llamar a la calle, enfrentar al pueblo, partir en dos a Colombia, entre el rico Epulón y el más pobretón, cuando necesita multiplicar antes que dividir? ¿Y el consenso? ¿Y el desarme de odios? ¿Y el diálogo?
Era el tema, pero amanecimos con la guerra de las bandas en el barrio San Bernardo, que se lanzan granadas que retumban en el Congreso, los palacios de Nariño, Liévano y de Justicia... Pero como que no retumban en el alma. Porque allí se incuba, o ya se vive, un nuevo Bronx, a manos de cualquier cabronx, donde se consumen vicio y vidas de seres sin techo, ni nada ni mermelada, sin esperanzas. Y donde violentas bandas se disputan el microtráfico.
A Petro le quedan solo 16 meses, pero no es tarde para que entre todos destapemos más ollas comunitarias que del vicio.
Murieron esta vez tres personas y hubo nueve heridas. Otra fue asesinada en días pasados con otra granada. En esas calles grises y tristes, que echan humo hacia el poder, se resume el drama de las drogas ilícitas. Y no es solo un desafío para Bogotá. Tiene que ser para el Gobierno, el Congreso y la Justicia, para todos.
Bogotá, con la Policía Metropolitana, trabaja duro, captura, invierte en trabajo social y rehabilitación más de 320.000 millones como presupuesto para la recuperación de los habitantes de la calle. Lo de una consulta popular.
Pero se necesita más, no solo militarizar, sino un trabajo integral. Se necesita justicia, que se desarrollen proyectos inmobiliarios, educativos, culturales, sociales.
Es penoso y doloroso lo de San Bernardo, que se puede replicar en otras zonas. Hay que desterrar las bandas, que trafican con vidas, inclusive de niños, niñas y adolescentes, a los que envician y explotan sexualmente.
Los poderes del Estado también se la deben fumar. Pero la pipa de la paz. Qué tal sentarse Gobierno, Congreso, Alcaldía y Justicia, Defensoría, empresariado, Academia, Iglesia a pensar en soluciones para problemas sociales y humanos como este.
A Petro le quedan solo 16 meses, pero no es tarde para que entre todos destapemos más ollas comunitarias que del vicio. Que San Bernardo nos ayude.