Doscientos cinco años trasegando por la vía republicana y democrática y el avance ha sido muy lento. Del peninsular y criollo a otro peor. El trabajo productivo es el secreto del éxito. La historia nos demuestra que no hay peor verdugo que aquel que ha sido esclavo.
¡Líbrame, Señor, de los resentidos sociales!; cuando llegan al poder, hay que huir; de lo contrario, caer en sus garras tóxicas y venenosas, nadie sale librado si no se postra ante la nueva estatua de oro. ¡Qué culto a la personalidad que tienen los dictadores y tiranos! Amigo lector: ¿por qué no hemos superado la pobreza y, en algunos casos miseria, en que nos encontramos?
Por favor, los males no los han creado los marcianos. Tienen nombres propios. No es la hora de recriminaciones o de llorar por la leche derramada, es la hora de asumir compromisos, dejemos de ser plañideras: a problema, solución. Es la hora de reconstruir la república. Optimicemos el gasto público, se despilfarra mucho dinero: cuántas obras inconclusas e inútiles, cuántas plantas de personal agigantadas e ineficientes que cumplen más favores politiqueros que respuesta a verdaderas necesidades. ¡Cuánto desgreño en la cosa pública!
Tomemos una muestra: ¿Necesitamos un parlamento con cerca de trescientos diez ? Mire, por favor: ¿cuánto gastamos los colombianos en un parlamentario? Si les parece, hagamos un cuadro comparativo con Noruega, Finlandia, Suecia. ¿Allí, cuánto cuesta un parlamentario: sin escoltas y sin tantas prebendas? En los países nórdicos con una tercera parte del número de los nuestros, funciona la democracia. Pregunto: ¿cuánto nos cuesta a los colombianos cada congresista? Para evitar la “politización” de las cortes, ¿por qué no volver al sistema de elección por cooptación?
Además, el período de un magistrado debe ser ocho años y al salir debe quedar inhabilitado para ejercer cargo público, por lo menos por cuatro años. Igualmente, un parlamentario no debe ser elegido por más de dos períodos y deben quedar inhabilidades en términos de consanguinidad y aún de afinidad para que sus “familiares” no ocupen curules; se exige más participación ciudadana.
Que se reglamente el voto en blanco para que tenga impacto electoral. Que se les ponga límite a las mesadas pensionales y se reglamente equitativamente la normatividad pensional. No se entiende que haya privilegios pensionales. Los fondos pensionales se acabarán si no se le hace una verdadera reingeniería al sistema. ¿Cómo es posible que ciertas entidades estatales establezcan su propia regla pensional? Cuando se es juez y parte, ¿cuál es el veredicto? Por todos esos males se daña el sistema democrático. Las tiranías vienen cuando las democracias se corrompen. Atenas es un ejemplo.
¡Cómo me duele mi país! ¡Tan rico y tan pobre! Uno, como simple ciudadano, no entiende cómo hay entidades públicas que se fijan sus propios salarios (háblese del Congreso de la República), apartándose de la regulación que debe hacer en esta materia la Comisión Nacional del Servicio Civil para todos los funcionarios del Estado.
Por favor: o todos en la cama o todos en el suelo. Sin reglas de excepción para nadie. Conviene analizar si son necesarias las asambleas y las contralorías departamentales, no sea que se dupliquen las funciones del Estado y se gaste dinero inútilmente. ¡Cuánta dilapidación del erario! Por favor, enorme cuidado a la educación y a la salud. La educación es el eje trasversal de todo cambio. Una educación sin calidad nos hace incompetentes en el mercado laboral. Sin conectividad vial, no hay desarrollo. Apostemos a cero corrupción. Sin ética no hay desarrollo.
FROILÁN CASAS
Obispo emérito de Neiva